El hipnotizador no va a hacer nada que tú no quieras. Nunca vas a quedar en estado de trance permanente. Activa tu imaginación y focalízate en el relato. Colócate el tapaojos y la almohadilla para la nuca. Una música sugerente y la voz del hipnoterapeuta te guiará durante todo el viaje, te pedirá que te relajes, que imagines una escalera que baja diez peldaños, luego un lugar cálido, un lago donde puedes fumarte un cigarro. Respiras profundo y mantienes ese ritmo de respiración sereno. Entonces ese lugar maravilloso de repente se oscurece y se pudre. Se avanza y en el camino aparecen en serie un cementerio y un niño llorando, una fábrica de tabaco, un hospital psiquiátrico, pulmones alquitranados con líquidos que caen sobre vasos de Coca-Cola (sí, de paso la hipnosis también sirve para terminar con la adicción a esa bebida). Todo acompañado de un audio que imita las risas histéricas de las enfermeras –de cigarro en mano y mirada acusadora– en el psiquiátrico, se escuchan gritos, niños llorando y siempre la voz del guía. Al final, se vuelve al lugar apacible del principio.
Algunos de los valientes hipnotizados definen la experiencia como la escena de la catarata de imágenes sobre Alex en La naranja mecánica, pero con los ojos bien cerrados.
“Modificación conductual a través de los sentidos. Grupos reducidos, con gran efectividad. La hipnosis es la concentración absoluta de la mente logrando cambios directamente en el subconsciente, un método natural y sin contraindicaciones. ¡En sólo tres horas! ¡Cupos limitados!”, así se presenta el “método Acquistapace” para dejar de fumar. Y el hipnoterapeuta es el mismísimo Marcelo Acquistapace, mentalista y publicista, el mismo que ayuda a la Policía en los casos más complejos de desaparición de personas, sin cobrar, porque el dinero mancharía el fin último de la colaboración.
La sesión consiste en un taller grupal de unas tres horas y unos ejercicios domiciliarios de “anclaje físico” (tomar mucha agua y quitarse la ansiedad con unos precintos de plástico). Se prevé que algunas personas necesiten de una segunda instancia, ahí sí con resultados más definitivos.
Al futuro ex fumador se le exigen ciertos compromisos: el cigarrillo de despedida podrán fumarlo hasta la noche anterior a la sesión, al taller deberán llevar la colilla de ese último cigarro, también los que quedaron sin fumar y el encendedor, con esos elementos formarán una “colección” que les recuerde que “se puede dejar de fumar sin sufrimiento”.
El porcentaje de éxito de este método, según sus creadores, es del 75 al 80 por ciento, siempre que la persona esté realmente convencida de la necesidad de dejar el tabaco, advierten (casi como el juego del convencido, dirán algunos). También aclaran que, de acuerdo a su experiencia, entre 3 y 5 por ciento de las personas no son hipnotizables (“No nos es posible tener la certeza de si usted será hipnotizable, pero las tasas de éxito son altas”) y el método no dará resultado. Cada sesión cuesta 2 mil pesos y no hay reembolso si la hipnosis ya fue realizada.
DÍGAME, DOCTOR. Los más adeptos a la medicina convencional elegirán en cambio los programas de cesación de tabaquismo, obligatorios en los servicios de salud públicos y privados desde el año 2008 (véase recuadro Menos puchos) y basados en las recomendaciones de la Guía nacional para el abordaje del tabaquismo del Ministerio de Salud Pública (2009). “Un día sin fumar” es el lema, y los participantes no dejan el cigarro inmediatamente sino en forma progresiva y a su ritmo.
Al combo de seguimiento médico y terapia psicológica se le suma el tratamiento farmacológico. Básicamente hay tres medicamentos de primera línea para dejar de fumar: los sustitutos nicotínicos, el bupropión y la vareniclina; los tres están presentes en Uruguay y se combinan de acuerdo al grado de adicción.
La terapia de remplazo nicotínico (Trn) incluye parches, caramelos y chicles que proporcionan el shock de nicotina para calmar a la fiera pero sin el resto de las 200 sustancias tóxicas y las 50 cancerígenas que incluye el cigarro.
En simultáneo, el medicamento más usado es el bupropión (Buprión o Bupril, según sus nombres comerciales en Uruguay), simplemente porque lo entrega gratis el Fondo Nacional de Recursos o se puede conseguir a precio de tique en las mutualistas y en Salud Pública, al igual que los chicles y los parches. Su efectividad para el tratamiento del tabaquismo se descubrió hace unos años casi por casualidad, como efecto secundario: muchas de las personas que usaban bupropión como tratamiento para la depresión dejaban de fumar.
Otro de los medicamentos utilizados es la vareniclina o Champex, según su marca en nuestro país. Es el de mayor eficacia según la experiencia científica internacional, pero es el menos usado porque no está incluido en los programas antitabaco y su costo es elevado: 5 mil pesos el tratamiento completo (unos tres meses). La vareniclina es un agonista parcial que inhibe los receptores de la nicotina –los reviste– en el sistema nervioso central, reduce los síntomas de abstinencia y, en caso de exposición a la nicotina, anula la sensación placentera.
Por fuera de lo “recomendado” por el poder médico, encontramos los compuestos homeopáticos. La Homeopatía Alemana ofrece las gotas Homeotabaco (cuestan 239 pesos y duran 15 días), que se indican combinadas con flores de Bach para apaciguar la ansiedad. Por su parte, la casa de homeopatía Matías González ofrece las cápsulas Lobelia Compuesta (519 pesos) para dejar el hábito con menos esfuerzo. Contienen lobelina, sustancia de constitución química similar a la nicotina, y otros tres ingredientes –valeriana, tilo y pasiflora– para calmar los nervios. Existen también recursos paralelos, como los “buches del fumador” (con nitrato de plata, extracto de tomillo y albahaca), que producen repulsión al humo del cigarro en el momento exacto en el que entra a la boca.
PUCHO-CAFÉ, PUCHO-TEVÉ. Al despertar, ¿cuánto tiempo pasa antes de que enciendas tu primer cigarro? Sólo basta la pregunta número 3 del test de Fagerström como indicador: si la persona fuma antes de los 30 minutos tiene un grado severo de dependencia de la nicotina.
Algunas de las estrategias para reducir el número de cigarrillos, según la guía de tabaquismo del Msp, son llevar el registro de la cantidad, hora y situación en que se enciende cada cigarro, postergar el consumo el mayor tiempo posible, por ejemplo saliendo a caminar, cambiar de marca, poner la cajilla o los ceniceros fuera del alcance, no fumar antes de desayunar o después de las comidas, y no fumar cuando se está haciendo otra actividad: cortar con eso de teléfono y cigarro, café y cigarro, mate y cigarro, televisión y cigarro.
“Romper con las conductas asociadas es lo más práctico”, dijo a Brecha la psicóloga Ana María Cenández, máster en tabaquismo y capacitadora de profesionales de la salud en todo el país: “Romper la rutina de fumar hablando por teléfono, o la necesidad de un cigarro para movilizar el intestino (una de las consecuencias más comunes al dejar de fumar es el estreñimiento). Es verdad que hay cambios fuertes en el metabolismo, pero también había una conducta asociada de que ese cigarro era para ir al baño, entonces condiciona hasta el pensamiento”. Y agrega otras estrategias: “Dejar el dormitorio libre de humo de tabaco, ir ganando espacios de la casa; o no fumar por la mañana, que contando las horas de sueño implica medio día sin fumar”. “Guardá la cajilla atrás del Royal, que lo usás poco”, bromea la terapeuta con sus pacientes mujeres.
El sistema de creencias que el fumador forja en torno al cigarrillo es muy fuerte, entonces “aprender a estar sin fumar, aprender que el cigarrillo no calma la ansiedad, no te saca de situaciones difíciles ni te acompaña siempre, que no es el premio después de un día agotador (las mujeres tenemos todo un tema con los premios, sean zapatos, un alfajor o ese último cigarro del día sentada en mi sillón azul ‘porque me lo gané’), todo eso se debe atacar en un abordaje psicológico adecuado”. Si el fumador no aprende a vivir sin fumar, no hay hipnosis, ni láser1 ni peine fino que te saque las ganas, redondeó la psicóloga.
EL MIEDO, LA CAÍDA Y LA RECAÍDA. La nicotina es una de las drogas más adictivas, incluso más que la cocaína y la heroína. Por eso aunque 70 por ciento de los fumadores desean dejar de fumar cada año, sólo 3 por ciento lo logra sin ayuda, según los datos del Msp.
Además, en la adicción al tabaco se suman tres elementos: un componente biológico, uno psicoemocional y uno social. La combinación desigual de esos tres factores determina que la adicción sea distinta en un individuo u otro. Eso explicó a Brecha el presidente del Centro de Investigación para la Epidemia de Tabaquismo y asesor del Msp en la Comisión de Tabaquismo del Sindicato Médico de Uruguay (Smu), Eduardo Bianco.
El síndrome de abstinencia de nicotina incluye mareos, dolor de cabeza, decaimiento, incremento del apetito y su contracara perversa, el estreñimiento y el aumento de peso (entre tres y seis quilos, ya que se recupera el olfato y el gusto). La lista sigue: irritabilidad, depresión, ansiedad, falta de concentración, inquietud, insomnio.
Según el médico, “cuanto más severos los síntomas, más difícil es abandonar el consumo”. Pero ¿existe miedo a la abstinencia, a dejar de fumar o a sus consecuencias físicas? El cardiólogo responde: “He visto hasta crisis de pánico en personas con las cuales habíamos pactado dejar de fumar al día siguiente. Existe miedo, sobre todo en aquellos que han intentado y fracasado. El fumador prioriza el acto del consumo como el placer más importante, y termina incluso en etapas avanzadas en que ya te confiesa que no fuma porque le gusta, sino por necesidad. No pueden parar de consumir”.
Se considera ex fumadora a la persona que, habiendo sido fumadora, hace seis meses que no toca un cigarro. Sin embargo, los médicos distinguen en ese período dos peligros: la caída y la recaída.
“La caída puede ser un momento, probó y le bastó, se sintió mal, le dio asco y no lo vuelve a intentar”, explicó la psicóloga Cenández. Pero la recaída es esa instancia en que la persona prueba bajo el viejo y querido argumento de “uno qué me va a hacer”, y ahí la reacción en el cerebro es de lo más particular: los millones de receptores de nicotina se abren un 30 por ciento con la primera pitada. Pero con la segunda –porque el fumador olvida esa instancia en que estuvo sin fumar– los receptores se amplían entre un 70 y un 80 por ciento y se empiezan a mover como locos. Se reconoce el humo en la boca, en la nariz, en la cabeza y ese mareo extraño pero placentero en las piernas. Retiene el humo en la boca, lo suelta de a poco y juguetea con el cigarro entre los dedos para que caiga la ceniza. El supuesto ex fumador no se dio cuenta, se lo fumó todo otra vez y ya es tarde, volvió al vicio de antes.
1. Otros tratamientos alternativos son usados en nuestro país: acupuntura, digitopuntura, terapia láser y electroestimulación. También el servicio que ofrece Stop Tabaco desde 1997.
[notice]Dios, dame fuerzas
Es conocido mundialmente como el “Plan de cinco días para dejar de fumar”, de la Iglesia Adventista.
El día 1, luego del último cigarrillo en la noche anterior, hay que comenzar con los paseos matinales, desayunos sin café (“¡Quite esa cafetera de la vista!”), comidas sin picantes y con mucha fruta, alejarse de los licores por al menos los cinco días que dura el tratamiento, duchas de agua tibia y más agua tibia para tomar. “Me he propuesto no volver a fumar por fuerte que sea el deseo. Repítase esta frase varias veces y ¡cúmplala! Silenciosamente pida a Dios: ‘Dame fuerzas’. Continúe pidiendo. El deseo se debilitará”. Durante el día 2, “bajo ninguna circunstancia debe dejar que lo acose el desánimo”. Más agua, menos contacto con los compañeros de trabajo que fuman, más paseos al aire libre y más duchas, pero con el agua cada vez más fría.
Día 3: “¡Hoy es el día peligroso! Manténgase en guardia cada minuto. Si usted cree que las cosas van muy bien… entonces redoble la vigilancia. Comience en forma correcta. Pida ayuda divina ahora. Diga: ‘Mi voluntad necesita fortalecerse. Dame, Señor, la fuerza que necesito en este día decisivo’. Si usted ha seguido minuciosamente el plan hasta aquí, empezará a sentir compasión por los que todavía son esclavos de un hábito tan peligroso”.
Día 4: “Hoy es el día entero sin fumar. La intensidad del deseo será más leve y lo podrá controlar, si ha seguido el plan”.
Para la desintoxicación del organismo mientras se siguen los cinco pasos del “maravilloso plan”, los adventistas recomiendan desde consumir vitamina B y C, licuados de espinaca, jugo de naranja y remolacha, hasta un enema de café (“se preparan seis cucharaditas de café en medio litro de agua, se cuela, se deja enfriar. Este tratamiento es esencial para desintoxicar el hígado y los riñones”).
Al fin, el día 5: “Ahora usted se encuentra en el camino hacia una vida mejor. Su sueño será más profundo, su comida tendrá mejor sabor. Nuestros cuerpos fueron diseñados por el Creador infinito como una morada de su santa presencia, para servir a la humanidad. Felicitaciones”.
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Menos puchos
Desde el Ministerio de Salud Pública (Msp) aseguraron a Brecha que actualmente hay 150 centros de cesación de tabaquismo funcionando en el país, entre ellos 135 lo hacen en convenio con el Fondo Nacional de Recursos. Aseguraron también que el objetivo es aumentar el número de servicios y mejorar las líneas telefónicas de ayuda. En setiembre de 2010 el periódico La Diaria denunciaba que la línea de 0800 4866 (Humo) del Msp le hacía honor a su nombre y no funcionaba, al igual que la web oficial (www.puedodejar.com), a pesar de ser promocionadas en todas las cajillas de cigarros durante años.
En cuanto a las cifras: en Uruguay bajó el consumo de tabaco en adolescentes de un 22,8 por ciento en 2006 a un 8,2 por ciento en 2014, según la II Encuesta Mundial de Tabaquismo en Jóvenes, del Observatorio Uruguayo de Drogas.
Según la última encuesta de Cifra para el Msp (octubre de 2014), hoy el 20 por ciento de los adultos fuma, mientras que en 2009 lo hacía un 33 por ciento de la población adulta. Hoy de cada diez fumadores, seis fuman hasta diez cigarrillos al día y sólo cuatro fuman más. En 2009 eran más (cinco de cada diez) los fumadores intensivos. Otro dato relevante: en 2006, 27 por ciento del cuerpo médico del país fumaba, ahora lo hace sólo el 9 por ciento.
Los programas de cesación de tabaquismo en Asse y las mutualistas explotaron con la concurrencia luego de la prohibición de fumar en espacios cerrados implantada en 2006 (decreto 40/006) y de la ley integral de control de tabaco (número 18.256, de marzo de 2008), que establece en su artículo 10 que “los servicios de salud públicos y privados incorporarán el diagnóstico y tratamiento de la dependencia del tabaco en sus programas, planes y estrategias nacionales de atención primaria de la salud”. Desde el Msp no pudieron confirmar a Brecha si esta obligación se está cumpliendo en todos los hospitales y mutualistas del país.
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