Gurí pescador de la prima a la bordona - Semanario Brecha

Gurí pescador de la prima a la bordona

Con el guitarrista Óscar Redón Cabrera.

Óscar Redón Cabrera / Foto: Gentileza María Kúzina

Como a cualquier nacido en Sarandí del Yi, Osiris lo alcanzó pronto, a los 17 años. Óscar Redón Cabrera¹ es un guitarrero a punto de licenciarse que junta a Sor y Villa-Lobos con Rodríguez Castillos, y volantea obras de Eduardo Barca.

—¿Primer contacto con la guitarra?

—La réplica de una que me regaló mi madre para jugar, en una familia sin músicos, y luego a los 15, 16 años, las clases de la profesora Graciela Sosa, en el conservatorio de Sarandí del Yi, al que venían las profesoras Clara Inciarte y Marta Casavalle, del conservatorio de Durazno, a tomar exámenes. A los dos años de comenzar en Sarandí esas docentes me ofrecieron dar examen y asistir, becado, al conservatorio de Durazno, que dirigía la profesora Ro-
ssana Lobelcho; entonces durante algunos días de la semana estudiaba teoría y solfeo en Sarandí, e interpretación, los sábados, en Durazno.

—¿Qué cubría la beca?

—Pasajes de ómnibus y la cuota del conservatorio.

Conservatorio municipal.

—Sí.

—¿Y cobraba?

—Una cuota simbólica, pero sí.

Habrá sido duro solfear la espera de los sábados.

(Sonríe.) Carga con una estigmatización importante, el noble solfeo, pero a mí me gustaba. Y ese placer apuntaló la fidelidad, porque la verdad es que viendo con ojos contemporáneos algunas constantes en la pedagogía del solfeo, comprendés a quienes lo responsabilizan de su abandono de la guitarra.

¿Cuántos años demandaba el conservatorio en Durazno?

—Cuatro, pero a mí me “egresaron” a los tres, en 2010, y nunca indagué el motivo. Allí conocí a Eduardo Barca, un profesor que venía de Canelones y decidió, estilística y sensiblemente, mi vocación.

—¿También decidió tu opción por un repertorio clásico?

—Graciela ya me había introducido a lo clásico en Sarandí del Yi, y me gustaba mucho; lo que no me gustaba nada era cantar acompañado por guitarra, que era lo que todo el mundo hacía.

—¿De dónde sacó, el oído de un gurí de pueblo uruguayo, afición por las sinfonías?

—No sólo no tengo respuesta para eso, sino que agrego que me encanta la música de raíz folclórica, uruguaya y argentina, no sólo porque crecí escuchándola y porque a los 17 años Eduardo Barca me presentó, musicalmente, a Osiris Rodríguez Castillos, sino porque el propio Barca sostenía y defendía la importancia de valorar y proyectar nuestro patrimonio musical. No se limitaba a discursos, todas las semanas me desafiaba a hincarle el diente a una nueva composición de raíz folclórica, que en general eran de su autoría. A determinada altura le dije: “Tenemos que hacer algo con esto”, y lo que se me ocurrió fue digitalizar todo ese rico material, para convertirlo en un libro de partituras de Barca que editamos en 2015, con apoyo del Fondo Nacional de la Música (Fonam).

Y estás llevando a todos tus recitales por el Interior.

—Sí, lo ofrecemos a un precio súper accesible, y también obsequiamos ejemplares a todas las instituciones, centros culturales y grupos que nos reciben, a mí y al colectivo de promoción de música instrumental Proyecto Música y Guitarra, encabezado por José Rafael Menéndez. Porque la idea es que estas composiciones de Eduardo sean interpretadas y lleguen a oídos de la gente.

Un concertista de piano me habló de lo excesiva que le resultó la carga teórica de la Escuela Universitaria de Música (Eum). ¿Cómo viviste esto?

—Las materias teóricas son muchas, sí, llegué a hacer entre 13 y 14 por semestre, pero porque quise, porque agregaba, a las siete u ocho obligatorias, todas las optativas que podía. La Eum me introdujo en un mundo impactante, del cual no quería perderme nada, no sólo por la práctica y la teoría sino por el contacto con músicos y gente que tocaba otros instrumentos, cantaba, me invitaba a integrar dúos, cuartetos, en fin, a tocar en diversos formatos. Fue un vértigo que al llegar a tercer año frené, para no perder definitivamente el diálogo con la teoría.

Estás a punto de terminar la Eum.

—Sí, me quedan una materia teórica, análisis 4, y una práctica, guitarra 8; a ésta pienso darla en febrero de 2018, para prepararla bien.

¿Cómo sostuviste tu vida en Montevideo?

—Como todo gurí del Interior, apelé a una beca de la Intendencia de Durazno que me permitió alojarme en el hogar estudiantil de la capital durante años, reforzada con un fondo de solidaridad de la Universidad de la República.

Tu recital titulado La guitarra entre los siglos paseó por distintas ciudades y localidades del Interior. ¿Cómo reciben, tierra adentro, piezas para guitarra del siglo XIX?

—Tan bien que en muchas ocasiones prefiero tocar en el Interior a hacerlo en la capital, hay otra calidez. Y siempre incorporo temas de raíz folclórica, con Osiris a la vanguardia. Me encantan las chacareras, pero cuando toqué en la casa de Atahualpa Yupanqui, en Córdoba, Argentina, don Rodríguez Castillos no faltó. Tampoco cuando provocó un acercamiento que derivó en amistad con los escritores y periodistas Guillermo Pellegrino y Jorge Bacilago, autores de A la orilla del silencio (CuatroEsquinas editorial, 2015), una semblanza del maestro recomendable hasta el aplauso.

Hablando de maestros, ¿cuál fue el lugar más remoto al que llevaste el libro de partituras de Barca?

—El Instituto Cervantes de Moscú.

 

  1. Óscar Redón Cabrera nació en Sarandí del Yi el 6 de mayo de 1989. Estudió guitarra en el conservatorio Osiris Rodríguez Castillos de esa ciudad con Graciela Sosa, en el de la ciudad de Durazno con Eduardo Barca y en la Escuela Universitaria de Música con el licenciado Ramiro Agriel. Integra un dúo con el guitarrista Guillermo Echevarría, otro con la cantante Luciana Ferrari y también el Ástara Cuarteto, junto a Ignacio Correa, Guillermo Echevarría y el maestro y compositor Sergio Fernández Cabrera. El año pasado esta agrupación hizo una gira de presentación de su primer disco en Rusia.

 

Con apoyo del Fondo Nacional de la Música, el lutier Ariel Ameijenda comenzó a elaborar una guitarra para Redón que replica una creada por Osiris Rodríguez Castillos.

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