En agosto del año 2013 los funcionarios del hospital Vilardebó ocuparon el centro de salud, en reclamo de incrementos salariales y mejoras en las condiciones de trabajo, en el marco de la discusión por la rendición de cuentas que se votaba entonces en el Parlamento. Dos semanas después de iniciada la ocupación, el gobierno decretó la esencialidad de los servicios de salud. Beatriz Fajián, entonces presidenta de la Federación de Trabajadores de Salud Pública, dijo en ese momento que el decreto era “una cosa de locos”, “parece escrito por los que están acá adentro”, sentenció.
La frase pasó desapercibida. No hubo escándalos, ni escraches en las redes sociales. Nadie se mostró indignado, siquiera molesto.
Sería interesante cambiar el sujeto de esa frase, hacer de cuenta de que se trata de personas afrodescendientes. O de homosexuales. ¿Qué hubiera pasado si en lugar de ser “una cosa de locos” el decreto hubiese sido “una cosa de negros” o “una cosa de gays”? Pero se trataba de los “locos”, de los olvidados entre olvidados, una minoría en las minorías; gente que para el resto de la sociedad –o para buena parte de ésta– ya perdió su categoría de persona, al punto que una jauría de perros puede literalmente comérsela viva sin que a nadie se le mueva un pelo.
No hubo marchas en repudio; no se apeló siquiera a la indignación barata y demagógica que brotó en las redes sociales luego del asesinato de los dibujantes franceses. (Después de todo, “Je suis Etchepare” sonaba bien.) No hubo nadie que propusiera una “locura alternativa”, aunque hubiera sido interesante ver a unas cuantas personas actuando como si fueran los personajes de Los idiotas, de Von Trier.
“Los enfermos psiquiátricos siguen sin obtener derechos. Y venimos de un gobierno que ha dado derechos a las minorías como ningún otro gobierno ha hecho”, señaló Ángel Valmaggia, ex director de la Colonia Etchepare, y dos veces director de la Sociedad Uruguaya de Psiquiatría.
MARAVILLAS. “Se veía venir”, dijo a Brecha un funcionario de la Colonia Etchepare en referencia al hecho. Porque aunque “no tan violentos”, los ataques a pacientes, e incluso a funcionarios, eran frecuentes. “Donde falleció el paciente era una zona roja”, graficó, para señalar la cantidad de perros y su peligrosidad. Si bien tiempo atrás se coordinaron castraciones con diferentes Ong de bienestar animal para evitar la proliferación de los canes, “el problema es que la gente de la zona va y tira los perros”, dijo esta fuente.
La situación de los pacientes varía según el pabellón en que se encuentren. De acuerdo a una fuente del área profesional de la Colonia Etchepare, están los tres pabellones de rehabilitación, donde hay más funcionarios, están mejor formados, y los pacientes “tienen mejores condiciones”. Según dijo a Brecha este funcionario, se trata de pabellones “elite”, que fueron totalmente reciclados y que cuentan con losa radiante, aire acondicionado y servicio de televisión satelital, brindado por la empresa Direct TV. “Para mí fue un poco excesivo –señaló la fuente–. Está bien estar en condiciones dignas, pero este lujo yo, como profesional, no lo tengo en mi casa”, agregó.
Estos pabellones alojan a las personas en situación de pre egreso. Allí se motiva a los pacientes a que colaboren en lo que llaman “actividades de la vida diaria”, como barrer y poner la mesa antes de las comidas. También se los estimula a que concurran a un centro educativo que funciona dentro de la colonia y que pertenece a la Administración Nacional de Enseñanza Pública, “pero con suerte va un promedio de 20 pacientes”, indicó. A los distintos talleres que se ofrecen –cerámica, computación, cuero, entre otros–, “a veces van tres, a veces van cinco”.
En promedio, unos 45 pacientes egresan de la colonia todos los años. El resto permanece “pragmático”, la mayor parte del tiempo echados en la cama. Según la fuente, esto ocurre “en parte por su patología, en parte por la realidad institucional. Tenés 60 pacientes y uno o dos funcionarios. No podés levantar a 60 si no se quieren levantar. Por más que quieras cuidarlos, no podés”, aseguró.
Si bien hay alrededor de mil funcionarios para atender a poco más de 800 pacientes, aproximadamente la cuarta parte está de licencia médica. A su vez, como no se pagan horas extra, los funcionarios acumulan las horas trabajadas. “Hay gente que tiene 5 o 6 mil horas, y se va tres o cuatro años antes de jubilarse”, dijo un funcionario al semanario. Con esa realidad, “hacemos maravillas”.
La fuente del área profesional señaló que la colonia “es un lugar bastante complejo desde todo punto de vista, porque estás conviviendo con la locura. Es muy desgastante. La gente se termina certificando porque se enferma”, señaló.
Desmanicomializar. Hay consenso entre los especialistas y las autoridades de la salud en que el modelo “asilar” que rige actualmente tanto en el hospital Vilardebó como en las colonias Etchepare y Santín Carlos Rossi está perimido. La coincidencia incluye también la necesidad de elaborar una ley de salud mental que acompase nuestro país al resto del mundo. La normativa vigente es la ley 9.581, del año 1936.
En su comparecencia ante la Comisión de Salud de Diputados, el pasado martes, el ministro Jorge Basso dijo que “el país no puede tolerar” este modelo, al que calificó de “inaceptable”.
En este sentido, el Ministerio de Salud Pública (Msp) comenzó a trabajar inmediatamente después de asumir. Previo al incidente en la Colonia Etchepare que culminó con la muerte del paciente, el ministerio había convocado a la Comisión Asesora Técnica del Programa Nacional de Salud Mental. Creada en 2005, la comisión estuvo formada por 14 subgrupos de trabajo –en los que participaron usuarios, familiares, diversas asociaciones científicas y profesionales– y la Universidad de la República, además de otros organismos estatales.
En esta oportunidad se suma la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (Indhh) –que el año pasado creó un Grupo de Trabajo de Derechos Humanos y Salud Mental–, y según pudo saber Brecha, posiblemente participe también la Suprema Corte de Justicia. Hasta la fecha la comisión ya se reunió cuatro veces.
Uno de estos subgrupos (Política, Legislación y Derechos Humanos en Salud Mental) elaboró en aquel entonces un borrador de proyecto de ley de salud mental, que nunca llegó a tratarse en el Parlamento. La comisión dejó de funcionar en 2009, sin que nadie supiera bien por qué, pero la reciente convocatoria del Msp alienta las esperanzas de quienes llevan décadas trabajando en la materia e integraron el espacio en aquel entonces.
“Hay una apertura; hay voluntad política y una perspectiva diferente”, señaló el psicólogo especializado en salud mental Nelson de León, representante de la Facultad de Psicología en la comisión.
Según informó el ministro Basso en la Comisión de Salud de la Cámara de Representantes, se está trabajando en cinco grandes lineamientos. En primer lugar se apunta a “elevar la calidad de hospitalización” de los pacientes durante los episodios críticos, buscando que las internaciones sean por breves períodos. El objetivo es acompasarse a los modelos que se aplican en buena parte de la región y el resto del mundo, donde los hospitales psiquiátricos ya no existen o van camino a desaparecer. Es lo que se conoce como desmanicomialización. Así, se buscará que la atención psiquiátrica se realice en hospitales generales, tal como ocurre actualmente en el interior del país y en experiencias puntuales en los hospitales Maciel, Pasteur y Pereira Rossell.
También se buscará “consolidar” los centros de salud para que cuenten con estructuras que permitan la rehabilitación y el seguimiento de los pacientes psiquiátricos. En ese sentido, se multiplicarán los centros de rehabilitación y los albergues comunitarios permanentes –de los que ya existen cuatro en todo el país–, y se buscará “continentar, facilitar o apoyar” a las familias de los pacientes. “Se tiene que facilitar el egreso y limitar el ingreso”, resumió Basso, en línea también con lo que expresan los especialistas.
Ángel Valmaggia se ha expresado en varias oportunidades contrario al ingreso de nuevos pacientes a las colonias. Para el experto, el modelo actual “viola permanentemente los derechos humanos”. “Estar internado fuera de la comunidad es una violación del derecho a la persona a circular por la ciudad”, ejemplificó, y recordó que el paciente muerto llevaba más de 50 años internado y que el promedio de internación en la colonia es de 20 años.
Que una persona pase dos décadas internada responde a una serie de factores, entre los que se destaca la ausencia de un actor clave: la familia. Según Valmaggia, un estudio realizado en 2005, cuando estaba al frente de la colonia, reveló que sólo el 15 por ciento de los pacientes son visitados por sus familiares. El estudio incluía a aquellos que habían tenido al menos una visita en el último año, por lo que el porcentaje de pacientes que mantienen contacto regular con las familias es aun menor, señaló.
“Son gente pobre y enferma, dos factores de vulnerabilidad importante que hacen que estos pacientes no puedan defenderse. La familia está lejos, la pierden; no tienen trabajo, y también vienen de un proceso largo de enfermedad, donde se internan, salen de alta, se internan, salen de alta otra vez, y en un momento pierden los vínculos familiares y sociales y vuelven a ser internados. Y ahí pasan 20 años. Y es muy difícil después de 20 años dar el alta. ¿Dónde va? Ni siquiera tienen domicilio”, dijo Valmaggia.
Para De León, un aspecto fundamental es cómo se percibe desde el imaginario social a las personas con patologías psiquiátricas. El especialista consideró que hay que trabajar para “que la locura, el padecimiento, o una determinada forma de estar en el mundo, no sea catalogada desde lo negativo, desde la peligrosidad y desde lo que no se tiene; sino desde el enriquecimiento, de lo que puede aportar y de lo que produce”, opinó.
Según el especialista, con la muerte del paciente de la Colonia Etchepare “se llegó a un tope”.
“La sociedad parece que estuviera en condiciones de tolerar la muerte de una persona en las condiciones en que éste falleció. Lo que surgía era la problemática de los perros y ¡no la problemática de las personas! En el nazismo los locos eran tomados como personas que no llegaban a humanos, y fueron los primeros que recibieron la acción de exterminio. Y acá hay algo de exterminio histórico; la visibilidad que pueda producir indignación es escasa. Ahí está jugando el campo social, los imaginarios; la producción de subjetividad en relación con la locura y la enfermedad mental.”
[notice]Digan lo que digan
El pasado miércoles la Comisión Honoraria de Administración y Ejecución de Obras de las Colonias de Asistencia Psiquiátrica Doctor Bernardo Etchepare y Doctor Santín Carlos Rossi brindó una conferencia de prensa. Aunque la invitación para los periodistas establecía que la convocatoria se realizaba “con motivo de los hechos acontecidos en los últimos días”, se trató principalmente de una presentación de las obras realizadas por la comisión en los últimos años.
Tanto el presidente de la comisión, Alberto Grille, como el director de Salud Mental de la Asociación de Servicios de Salud del Estado (Asse), Horacio Porciúncula, se manifestaron contrarios a la posibilidad de un eventual cierre de las colonias, algo que el ministro Basso había dejado entrever previo a su comparecencia en la Comisión de Salud de Diputados. “Es una palabra que no voy a usar”, dijo Porciúncula, quien se refirió a “superar el estado actual de las colonias”. “No se trata de cerrar, sino de abrir, abrir alternativas”, agregó. El jerarca se lamentó por la muerte del paciente y dijo que este hecho brinda la posibilidad de realizar cambios importantes. “Que no haya muerto en vano; que sirva para marcar un antes y un después”, señaló.
Grille, en tanto, criticó el “cinismo” de la sociedad, que “parece hoy muy sensibilizada” por “el accidente” ocurrido, siendo que “nadie se preocupa por los pacientes de la Etchepare”. Agregó que “todo el mundo sueña” con el cierre de la colonia, pero aseguró que hay 300 o 400 personas que van a morir allí. “La colonia va a seguir, diga lo que diga el ministro. Olvídense”, disparó.
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