“Hay verdad. Hay memoria. Seguimos” - Semanario Brecha

“Hay verdad. Hay memoria. Seguimos”

La fotógrafa argentina Beatriz Cabot llegó a Montevideo para presentar su libro “Álbum de familia”, en el marco del encuentro de fotolibros En Cmyk, organizado por el Centro de Fotografía de Montevideo. El libro recorre la historia de su compañero Osvaldo, y con él la del pasado reciente.

Osvaldo, 1967

Violeta siempre quiso saber sobre su abuelo. Le preguntó a su abuela, lo imaginó. Y en 2005, cuando tenía 6 años, los dibujó juntos: abuelo Osvaldo y abuela Beatriz. Al abuelo Osvaldo lo dibujó pelado, con las entradas de la vejez. “Nos dibujó a los dos como una pareja presente, y ese presente a mí me pareció increíble. Es su imaginación, su deseo, y lo concretó en un dibujo”, dice ahora Beatriz, en un café de la Ciudad Vieja de Montevideo. Al abuelo Osvaldo lo mató y desa-pareció en 1977 la última dictadura militar argentina. Se había despedido de su compañera un rato antes en una parada de colectivo. Lo agarraron en una imprenta que tenía la organización en la que militaba –las Fuerzas Argentinas de Liberación Nacional (Fal)–, en la localidad de San Martín. Un compañero vio el operativo y siguió de largo. En el libro está el recorte del diario La Nación de aquellos días: “Murió un terrorista en un enfrentamiento”, ejemplo típico de la prensa prodictadura de entonces, que incluye la clásica muletilla “mediante la colaboración prestada por la población”. Y también aparece un expediente con la identificación de las huellas dactilares de Osvaldo. Beatriz se encontró con la fotocopia en 2007, cuando fue a revisar el expediente a la Secretaría de Derechos Humanos: “Me produjo tal impresión que no podía pararme de la silla. Necesitaba ponerlo en el libro porque lo perverso de ese acto es que se ocuparon para sus propios fines de identificarlo, y después no sabemos qué hicieron con él”.

Fermin2RECONSTRUCCIÓN Y SANACIÓN. El libro recorre la vida de Osvaldo a través de unas pocas fotos y documentos, pero también las de Beatriz, sus hijos María Julia y Mariano, y sus nietos Violeta, Lisandro y Benicio. “Elijo narrar la historia desde la construcción de un álbum familiar que no existía, porque nuestras fotos estaban dispersas. Nosotros como familia perdimos nuestra casa, todos nuestros objetos personales. En los avatares de irte de un momento para el otro, te llevás lo puesto –cuenta Beatriz–. Esa reconstrucción me interesaba por mí también, juntar todo eso, volver a construir algo de la familia que tuvo esas pérdidas enormes. Era una reparación.” El primer boceto del libro tiene su origen en el año 2009. El embrión del proyecto lo llevó a un taller con la fotógrafa argentina Adriana Lestido –autora de la famosa foto de la madre de Plaza de Mayo con su hija–, y de ahí en adelante se puso a trabajar intensamente: “Me atrapó y no podía parar”. En ese momento era docente del Instituto de Fotografía de Avellaneda, donde trabajaba durante la tarde hasta bien entrada la noche, y dedicaba todas las mañanas al libro. “Vivía en dos tuppers”, dice. Su primer logro fue un ejemplar único. Luego vino la primera edición, de 100 ejemplares encuadernados a mano, en el año 2012. Y este año, en mayo, se hizo una segunda tirada de 300 ejemplares. “El libro tiene que ver con una historia vinculada al amor. La que me hace pensar en que quiero construir un relato para ella es Violeta. No es solamente por mi propio interés como autora, tiene que ver con el vínculo que tenemos. Yo me dije: ‘Le tengo que contar la historia de alguna manera que no sea sólo la verbal’.” Contar la verdad también es sanar, dice Beatriz. “No es que sea fácil, pero cuando tus nietos te preguntan tenés que estar dispuesta a decir todo lo que sabés en la medida de la edad. Vos no los podés sentar y decirles que les vas a contar, porque no pueden entenderlo. Pero en la medida que las preguntas aparecen es importante decir la verdad.” Pasado y presente. La ausencia que persiste. Pero hay que seguir. “Es un libro que no habla del pasado, sino que habla del presente, y a mí me parece que eso es importante, porque yo no quiero vivir colgada del pasado, ni nadie puede vivir removiendo cosas. Yo tengo un presente familiar, un presente de mi vida, porque estoy viva. Y me parece importante que eso se registre.” A primera vista el título puede ser leído literalmente. Álbum de familia está forrado en tela roja, con una foto de unas vacaciones en Mar del Plata en la tapa, con solapas brillantes, pero es bastante más que un álbum familiar.

UNA HISTORIA, 30 MIL HISTORIAS. En Argentina la historia de Osvaldo es similar a la de otros 30 mil desaparecidos, víctimas del “Proceso de Reorganización Nacional”, la atroz dictadura militar que duró de 1976 a 1983. El álbum, entonces, ya no es sólo el álbum de su familia. “Para mí es un libro que trasciende la historia de mi familia. Estás hablando de algo que afectó a mucha gente en Argentina y en todo el continente. Yo no tenía esa pretensión, pero me parece que si vos contás tu historia, y esa historia tiene algo en común con muchísimos acontecimientos sociales, en algún punto vos conectás con la cuestión general.”

En la presentación de la reedición, la investigadora en fotografía Silvia Pérez Fernández dijo: “Este es un libro reparador para todos”. Álbum de familia es un libro que no se cierra, no termina. Se alimenta de nuevos relatos, de lo que las personas que lo ven sienten, encuentran, y le trasmiten a Beatriz. “Cada nueva persona con la que tengo la oportunidad de conversar acerca de lo que le pasó con el libro me devuelve algo que por ahí es una reflexión que yo no había hecho. Eso me parece buenísimo. Es algo muy dinámico”, dice la autora. Después del recorte del diario, el facsímil del expediente y la foto nebulosa que les sigue, aparecen dos retratos de 2010: los de sus hijos María Julia y Mariano. Los acompaña esta inscripción: “Mariano es fotógrafo. María Julia tiene tres soles tatuados en su hombro. Violeta baila. Lisandro y Benicio a sus 8 y 4 años, se van enterando de quién fue su abuelo. Hay verdad. Hay memoria. Seguimos”. Otra vez el presente. “Yo me apropio de verdad y memoria porque siento que lo construimos en nuestra familia. Lo otro me falta. De la memoria y la verdad yo me ocupé y todos nos ocupamos, y nos costó mucho. Todos sabemos quiénes fuimos, lo que nos pasó, y tratamos de reconocernos en quiénes somos en nuestra práctica política. Mis hijos, muy comprometidos con Hijos –sobre todo en la primera etapa–; Violeta, que ahora está militando, y yo con mi compromiso con la fotografía documental”, explica Beatriz.

Fermin4LUZ. Trabajó siempre como fotógrafa documental, pero nunca había publicado nada, salvo en algunas muestras y talleres. Ahora lo hace con Álbum de familia, su primer libro, y su trabajo más autoral: “El recorrido de mi trabajo –inundados, trabajo infantil, cirujeo– se basaba en un afuera. Lo que yo miraba, comprometida. Pero no era algo personal. Reflexionando sobre eso me di cuenta de que este libro es lo más personal, lo más autoral que pude realizar, que es mi propia historia. Esto sale de las tripas, de un lugar muy profundo, que no tiene que ver con el otro compromiso”. Hizo muchas fotos, hizo series, pero le costó mucho publicarlas, sacarlas afuera: “Yo tenía mucho empeño, lo que pasa es que estaba muy ocupada con los pibes. Para eso necesitás tiempo. Si querés ir a ver a los cartoneros no podés ir media hora y volver a darles la leche a los chicos. Yo creo que hice mucho con las limitaciones de horarios y de guita que tenía en esa época (…). Para mí meterme de lleno fue este libro, no tenía que hacerle el almuerzo a nadie, ni llevarlo a la escuela”, explica. Y cuenta que este libro le permitió cerrar muchas cosas: “Por ahí es esta revancha, también. El hecho de decir: lo pude hacer cuando tuve el tiempo real y concreto de meterme con todo en esto”. Se dedicó más a dar clases sobre fotografía. Más a sus alumnos que a su propia obra. Y ahora se enorgullece y se alegra cuando ve que están haciendo un buen trabajo en los medios, o creando los suyos. De la fotografía argentina destaca que hay más espacio para mostrar, colectivos fotográficos que “son muchos y muy buenos”, y la movida del fotolibro. Así empezó su libro, como un ejemplar único en una feria. Su hijo Mariano le dijo hace unos días que su trabajo como fotógrafo lo hace muy feliz, cuenta ella, y sonríe. En la dedicatoria le agradece a Adriana Lestido “por la luz”. Todavía en el café, minutos antes de fascinarse con la obra del fotógrafo brasileño Tiago Santana en el encuentro, dice: “Las luces y las sombras nos convocan a las dos, pero con este libro no voy a hablar de las sombras, hablemos de luz”.

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