Historias y realidades - Semanario Brecha

Historias y realidades

Una mujer que se convierte en agresora para defender a los suyos, cuatro amigas decididas a castigar a quien causara la muerte de una mascota, y un grupo heterogéneo tratando de adaptarse a un lugar extraño inspiran tres puestas muy diferentes que asoman en la cartelera de estos días.

La fiera (teatroVictoria), una coproducción de Teatro Futuro (Argentina) y Medio Mundo Gestión Cultural (Uruguay), escrita y dirigida por Mariano Tenconi Blanco, enfrenta a la joven Mané Pérez a la platea, con el fin de explicar cómo las circunstancias la llevaron a hacer justicia por su propia mano y transformarse en la tal fiera. Estrenado el año pasado y ofrecido en distintos escenarios de uno y otro lado del río, el presente título quiebra una potente lanza en nombre del sexo femenino asolado por la violencia familiar y los desplantes de una sociedad todavía machista que la denunciante describe con la energía del caso, apoyada por los músicos Pablo Machado en piano y acordeón y Ana Claudia de León en percusión, en dos o tres canciones que complementan la inquieta propuesta. La soltura de Pérez en voz, movimientos e intención –el vocabulario y los tonos, dado el origen del espectáculo, constituyen una buena mezcla de cómo se habla por aquí y por allá– logra establecer la identificación con los asistentes a lo largo de una puesta que Tenconi Blanco arma con debida atención al ritmo, el uso del espacio y la intervención de los expertos ejecutantes, cada vez que los expresivos temas compuestos por el mismoTenconi, Álvarez e Ian Shifres así lo reclaman.

Tarascones (sala Zavala Muniz), del argentino Gonzalo Demaría, con dirección de Alfredo Goldstein, echando mano a un humor negro y desaforado, retrata a un cuarteto de amigas de la alta sociedad prontas a juzgar –¡y castigar!– a la empleada que, al parecer, acabó con la vida del adorado perrito de una de ellas. Un diseño de personajes en verdad desalmado se une a las alusiones que Demaría maneja  con respecto a un entorno clasista y empeñado en que todo siga como está. La intención del autor se refleja entonces no sólo en las intempestivas reacciones de cada una de las damas en cuestión, sino también en el graneado lenguaje –el español, el argot y hasta el guaraní conviven en prosa y en verso en los intercambios de las protagonistas– que lleva adelante una trama en la que acechan el absurdo y un poco el surrealismo. Ricas posibilidades que Goldstein aprovecha apretando a fondo el pedal en una puesta de la Comedia Nacional que da pie a las muy jugosas caracterizaciones de Isabel Legarra, Alejandra Wolff, Claudia Rossi y, en especial, Andrea Davidovics, desplazándose en el lujoso ambiente concebido por Hugo Millán. Si bien un par de evitables apagones y ciertas pausas algo prolongadas amenazan, por momentos, disminuir la fuerza del despiadado desfile de vicios humanos dispuesto por Demaría y Goldstein, sus respectivos tarascones no dejan de dar en el blanco frente a espectadores a quienes, dos por tres, no les viene nada mal redescubrir los males que conoce y tolera.

La creación (patio de la ex cárcel de Miguelete) es una puesta de Teatro Rex, escrita y dirigida por Alberto Sejas (responsable de la recordada La kermesse de pan). Un nutrido equipo pone en escena la obra al aire libre en la sugerente –y mágica– atmósfera nocturna que los mal llamados técnicos –inspirada escenografía de Eduardo Delgado, luces de Leandro Migliónico, Robert Brown e Indio, vestuario de Adriana Lagomarsino y Natalia Castello, muñecos de Marcelo Patiño e Irene Willat– se encargan de desplegar para dar allí lugar a distintos, fragmentados, efímeros e inconclusos relatos relacionados, por ejemplo, con el acostumbramiento a un nuevo ambiente luego de un desastre climático, la ubicación en el espacio –¿la celda?– que alguna vez alojó a niños –o presos–, la filmación de una innominada ficción y la despedida a un viajante –¿un guiño al Willy Loman de Arthur Miller?–. Una auténtica propuesta de tono realmente colectivo a lo largo de la cual todo se mezcla y cobra vida, de acuerdo a la percepción de cada espectador pronto para irrumpir en un sitio donde todo empezó antes de que él llegara y todo habrá de terminar, quizás, después de que el último asistente se haya retirado. Mientras esto no sucede, vale la pena inmiscuirse, dejarse llevar por lo que se ve y se escucha, y disfrutar del asunto.

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