«Hoy lo central es combatir el hambre» - Semanario Brecha
Con Rosa Amorim, integrante del Movimiento Sin Tierra y diputada estatal por el PT

«Hoy lo central es combatir el hambre»

En diálogo con Brecha, Amorim habló sobre la inédita participación del MST en las elecciones, el desafío planteado por la ultraderecha y el papel de la cultura en la política brasileña, entre otros temas.

REDES SOCIALES DE ROSA AMORIM

Mujer, negra y LGTBQ, con tan solo 25 años Amorim asumió esta semana como diputada estatal de Pernambuco. Creció en las filas del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST); es parte de la primera generación nacida en los asentamientos rurales de esa organización. Criada en el asentamiento Normandía, en Caruaru, al oeste de Recife, en los últimos años ha sido dirigente del movimiento social Levante Popular da Juventude y directora de Cultura de la Unión Nacional de los Estudiantes.

—¿Qué significa ser nacida y criada en un asentamiento del MST?

—A mí me gusta decir que fui alfabetizada por la lucha del MST. Entre las cosas más importantes para mi formación como mujer militante ha estado la preocupación que el movimiento tiene, desde siempre, de formar a nuevas generaciones para sus luchas. Eso no te convierte automáticamente en militante social, pero de seguro te hace sentir un enorme orgullo por tu padre, tu madre; te hace comprender la importancia que tiene vivir en un espacio colectivo. Un espacio que es fruto de luchas anteriores, fruto de tierra conquistada, ya sea un campamento o un asentamiento (eso dependerá de a qué altura del proceso de consolidación comunitaria se encuentra esa tierra). Pero siempre es un espacio de transformación que busca ser construido con justicia social y que se encuentra íntimamente ligado a la cuestión de la democratización del acceso a la tierra en nuestro Brasil.

En mi caso, soy hija de militantes del MST. Crecí en las cirandas infantiles. Las cirandas son espacios creados para que los padres puedan salir a militar y los más pequeños estén cuidados. Es ahí donde los semterrinhas aprenden a entonar las músicas del movimiento, a «deletrear las libertades», como dice una de nuestras canciones. El MST tiene toda una producción cultural pensada para las infancias: libros, diarios, músicas. Siento que mi infancia fue plenamente atravesada por esta colectivización cultural junto a otras infancias sintierras.

—¿Qué desafíos acarrea el hecho de ser la primera mujer sintierra en alcanzar una diputación estatal?

—Hoy, el MST es el mayor movimiento social en la lucha por la reforma agraria, no solo de Brasil, sino de América Latina, y tiene expresiones en varias partes del mundo. Este 2023 cumplimos 39 años de existencia e intentamos ir avanzando cada vez más en los métodos de lucha. Por primera vez en la historia del movimiento, decidimos lanzarnos a las elecciones nacionales y lo hicimos en todo el país, con un total de unas 15 candidaturas, algunas para la diputación estatal, otras para la federal. El resultado es una gran victoria, no solo en términos electorales. Es una victoria política importante. Obtuvimos siete diputados en todo el territorio nacional: tres federales y cuatro estatales, que en este momento ocupan el Congreso Nacional y las asambleas legislativas.

Esto significa un salto importante para nosotros. Entendemos que las leyes son la institucionalización de las luchas sociales y resulta imprescindible que la parte de la sociedad que se organiza en movimientos sociales y populares ocupe los espacios de decisión. En lo personal, es un desafío enorme, porque aquí en Pernambuco realizamos una apuesta a la renovación en lo que tiene que ver con el sujeto histórico que ocupa esos espacios. Una mujer, joven, negra, LGTBQ resultaba una figura muy extraña en estos espacios. Diría, entonces, que resulta un doble desafío, porque, además de representar a un movimiento social, es necesario que aquellos segmentos de la sociedad que no se encuentran representados en las estructuras de poder al interior del estado tengan finalmente su representación.

Nuestras propuestas están claramente ligadas al movimiento campesino y sus luchas históricas, pero ahora también tenemos una representatividad muy fuerte en las zonas urbanas. Entonces, el desafío −más ahora con la victoria de nuestro presidente Lula− es aglomerar en un proyecto nacional a la población campesina y urbana.

—Dada la coyuntura adversa que dejaron estas elecciones en términos de gobernabilidad, ¿cuáles son las expectativas en cuanto al trabajo en la Asamblea Legislativa de Pernambuco? ¿Cómo se combinan con la actuación en la Cámara las reivindicaciones tradicionales del MST, como la reforma agraria?

El momento que atravesamos es muy atípico. Incluso habiendo conquistado la presidencia de la república con un gobierno progresista, con bases amplias y distintos frentes, tenemos un escenario muy polarizado. Fue una elección sumamente apretada. La extrema derecha, el bolsonarismo, las corrientes neofascistas ocupan una parte importante de nuestra sociedad y eso se expresa, principalmente, en el Poder Legislativo. Ese mismo escenario se repite también aquí en el estado de Pernambuco. La derecha y la extrema derecha ocupan hoy más espacios que antes, y eso, claramente, coloca grandes obstáculos para nosotros a la hora de llevar adelante propuestas progresistas.

De todos modos, el punto central de nuestro programa es claro: el combate al hambre. El MST es el mayor productor de alimentos orgánicos del continente y sostiene la bandera de la erradicación total del hambre, a la que nuestro país ha vuelto con intensidad: más de la mitad de la población vive con inseguridad alimentaria. Por tanto, debemos actuar desde los espacios de gobierno estatal para lograr políticas de emergencia que, en conjunto con políticas nacionales, aseguren la erradicación total del hambre en el estado pernambucano. Eso no se puede lograr sin una distribución de alimentos que asegure la efectiva llegada de comida a la mesa de las y los trabajadores. Pero esto no es suficiente: sin generación de empleo y renta, que aumente en términos reales el poder adquisitivo de las personas, no hay proceso real de erradicación del hambre ni de la pobreza. Son banderas que vamos a levantar tanto en el parlamento como en los espacios de lucha social, entendiendo que estas acciones deben combinarse, con un pie en la lucha y el otro en el parlamento.

—Frente a los acontecimientos recientes en Brasilia, los campamentos bolsonaristas frente a los cuarteles, incluso el atentado contra el Centro de Formación Paulo Freire en Normandía,1 ¿qué estrategias deben adoptarse para defender la democracia y las comunidades?

—Una de las principales características de esos grupos neofascistas, autodenominados «patriotas», es que, en algún momento, acaban mostrando su faceta antidemocrática. A lo largo del proceso electoral, el bolsonarismo defendía una transformación de las formas democráticas electorales básicas, por ejemplo, con la defensa del voto impreso, sumado al negacionismo de los resultados en las urnas. A esto se le sumó la agitación hecha por el núcleo duro del comando bolsonarista, que incitaba a realizar algún ataque fáctico más efectivo en contra de nuestra democracia.

El 8 de enero presenciamos ese ataque extremo a los tres poderes de la democracia brasileña. ¿Dónde nos posiciona esto? Primero, en la necesidad de realizar un esfuerzo por parte de amplios sectores de la sociedad, principalmente del campo institucional, tanto a nivel judicial y del Legislativo como del Poder Ejecutivo, para reforzar la seguridad pública; un esfuerzo que nos devuelva la confiabilidad y que garantice la gobernabilidad. Pero eso solo ocurrirá mediante la organización y el ensanchamiento del campo popular.

—Estando ligada al mundo artístico, con formación universitaria en teatro, ¿cuál considerás que es el papel que tiene la cultura en la vida política de Brasil?

—La cultura es la forma en la que producimos nuestra propia vida, nuestra propia existencia. La palabra cultura proviene del cultivo de la tierra. Por eso, el modo en que nosotros nos vestimos, el modo en el que organizamos socialmente nuestra vida, los alimentos que comemos, las formas en que nos expresamos, todo eso es cultura. Me gusta mucho cuando el MST reivindica la importancia de llevar a cabo una revolución cultural. Porque, cada vez más, la cultura, vinculada principalmente a los distintos lenguajes artísticos, posee un poder enorme: toca el centro de lo sensible. Eso la dota de una fuerza enorme para el diálogo y el debate de ideas.

En este momento, por ejemplo, con la coyuntura tan complicada que está atravesando el Brasil, los artistas tuvieron un papel protagónico en la denuncia del momento político que vivíamos. Pero eso ocurrió no solo en el período de Bolsonaro en el gobierno, sino también en otros momentos de la historia del país, como en la dictadura del 64, en la que atravesamos todo un proceso de censura, de exilio forzoso y de amenaza de muerte contra nuestros artistas. Cuando destruyen la cultura de un país, el propio país no resiste, el gobierno no resiste, acaba destruyéndose a sí mismo. Por tanto, el arte, la cultura, con ese poder de comunicar, de expresar, de denunciar y, más que nada, de resistir, deben ponerse al frente en la salida de este difícil momento político que vivimos.

1. El 12 de noviembre, en plena campaña electoral, el Centro de Formación Paulo Freire del asentamiento Normandía del MST, en el estado de Pernambuco, fue atacado por bolsonaristas mientras se realizaba una fiesta popular en las proximidades. Los atacantes pintaron esvásticas junto a la palabra mito (en referencia a Bolsonaro) e intentaron incendiar el lugar.

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