El primer ciclo de conferencias Ted tuvo lugar en 1984, y allí confluyeron expositores en tres temáticas: tecnología, entretenimiento y diseño, cuyas iniciales daban nombre al evento. El innovador Nicholas Negroponte hizo predicciones tecnológicas que en su momento habrán sonado a unos cuantos oídos incrédulos como auténticos delirios. Habló de la interfase táctil que hoy usamos en celulares y tabletas, el reconocimiento de voz continuo (cada vez más presente) y la proliferación de los libros digitales portátiles (como Kindle). En otras conferencias del mismo evento se presentaban también la primera computadora Macintosh y las bondades de los nuevos discos compactos (CD).
Durante muchos años, sólo podía asistirse a las charlas por invitación y pagando mucho dinero; eran ciclos muy exclusivos. Fue recién en 2006 que las conferencias Ted comenzaron a propagarse gratuitamente por Internet, y que el evento se convirtió en lo que es hoy, una revolución en cuanto a difusión global de nuevas ideas y conocimientos.
Para los que no estén enterados, las charlas Ted vendrían a ser, grosso modo, algo así como un cruce entre una conferencia especializada y un talk show. Con sedes en Estados Unidos y Canadá, la fundación propone periódicamente ciclos en los que los expositores plantean las temáticas que los ocupan a una nutrida audiencia, con una dinámica especial, valiéndose de fotos y videos, y en las que no faltan los guiños y los chistes. Este tipo de charlas se caracterizan por ser al mismo tiempo instructivas y muy entretenidas. Ted ya tiene aplicaciones para celulares, mediante las cuales el usuario puede elegir entre las más de mil charlas a disposición para ver y oír, seleccionándolas según duración, popularidad, temática o hasta por los “rótulos” votados por los usuarios (“ingeniosa”, “divertida”, “valiente”). También están a disposición para usuarios de Netflix, o simplemente para los que tengan una PC con conexión a Internet.
Y suelen ser poderosamente adictivas. Se trata de conferencias cortas (por lo general no superan los 18 minutos), que van al punto, y en las que los locutores despliegan hábilmente sus tesis. Desde una excelente exposición de Mónica Lewinsky sobre el cyberbulling (comentada recientemente en esta columna), pasando por la de una especialista en detectar mentiras que comenta sobre sus técnicas, ingenieros que relatan sus últimas innovaciones, un apicultor que da cuenta de los peligros de la extinción de las abejas o conferencias ya míticas como la dictada sorpresivamente por Edward Snowden, remotamente y desde su exilio en Rusia; ejemplos del sinfín de charlas (buenas y de las otras) que pueden encontrarse a disposición. En Montevideo, los eventos Tedx (filiales independientes y autoorganizadas desplegadas en todo el mundo) tienen lugar anualmente en el Auditorio del Sodre.
Por supuesto que Ted no viene exento de críticas. Las más frecuentes y pertinentes son las que cuestionan el formato creado por la propia fundación, que convierte asuntos densos y polémicos en exposiciones superficiales, sensacionalistas y panfletarias. Según esta perspectiva, 18 minutos (o lo que dure cada charla) son insuficientes para aportar una reflexión profunda sobre un tema; otro buen argumento señala que se privilegian los recursos retóricos y emocionales por sobre la auténtica reflexión. Partiendo de estas críticas, Elizabeth Frías desde el sitio web Eudoxa plantea cierto matiz: “El privilegio de la forma sobre el contenido puede llevarnos a dejar de cuestionar su veracidad; es más sencillo caer en la tentación de descansar por un momento nuestra capacidad crítica y unirnos a la euforia colectiva. (…) Esto no quiere decir que debamos dejar de escucharlas, pues es innegable que han dado voz a grandes ideas y proyectos y los han hecho accesibles en países y comunidades a las que difícilmente llegarían de otro modo. Sin embargo, sí debería existir algún recurso para matizar sus argumentos y un afán por no perder su rigor. (…) De otro modo, estaremos cayendo en la misma manipulación que denunciamos en las televisoras, sólo que de una forma más sutil y sofisticada”.
Y lo que es nada menor, Ted fue acusado reiteradas veces de censura. El caso más sonado es el de una conferencia titulada “Los ricos no generan empleo.” dictada por Nick Hanauer, fundador de Amazon y gear.com. En ella el expositor defiende la idea de aumentar los impuestos a las clases más pudientes de Estados Unidos, critica el accionar de los grandes empresarios y propone una salida a la crisis fortaleciendo las clases medias y bajas. La conferencia no pasó el filtro de censura de Chris Anderson, máximo responsable de Ted y encargado de definir cuáles de las charlas pasan a formar parte de la edición web. El argumento de Anderson fue que se trataba de una charla “demasiado política” y que sólo publisqcan “aquellas que son especiales de verdad. Para ofrecer una visión sesgada y egocéntrica de la realidad, ya tenemos el resto de los medios de comunicación”.
Pero no se trata del único caso. Si se busca en Youtube “banned Ted talk” podrán encontrarse esta y otras conferencias que no pasaron el filtro, elocuentes sobre algunas de las verdaderas limitantes de la iniciativa.