—¿Qué significa para la revolución la muerte de Fidel?
—La historia la hacen los pueblos. Y es verdad que la historia se hace en los campos de batalla, en los congresos, o en los despachos de gobierno. Pero sobre todo se hace en los parques, en las plazas, en los mercados, en la intimidad de la cocina y los dormitorios, es ahí donde palpitan las esperanzas, los anhelos de la gente. Ahora, esa convicción que tengo no es incompatible ni desconoce la importancia que algunas figuras tienen en sus respectivas circunstancias. Y Fidel sin duda alguna es una de esas figuras que marcaron su tiempo. El otro día Elián González, aquel niño balsero, ahora un joven ingeniero, decía –y es una imagen que a mí me golpeó bastante– que cuando él regresó a Cuba tenía unos 6 o 7 años y Fidel lo visitaba periódicamente en su casa. Elián recordaba que cuando lo veía entrar en su casa “sentía que Fidel se respiraba todo el aire de la habitación”. Marcó 50 años de la historia de este país. Un 70 por ciento de los cubanos que viven hoy en Cuba nacieron después de la revolución. Es decir, Fidel ha estado presente en todos los días de sus vidas, y eso explica tal vez la reacción que hubo. Hace días que se sabía que el final estaba cerca, hubo ciertos indicios que mostraban, inequívocamente, que estaba ya en sus últimos momentos. Pero cuando llegó ese momento, el impacto fue enorme. Entonces desde hace ya cuatro o cinco días Cuba está recogida sobre sí misma. Más allá del feriado del duelo nacional decretado, la vida está en pausa; si bien todo ha transcurrido tranquilamente, se han suspendido todos los espectáculos artísticos, deportivos, la vida transcurre en el recogimiento, no con ese tradicional bullicio cubano. Y esa es una actitud generalizada, por encima de la opinión que cada quien pueda tener sobre Fidel. Una generalizada actitud de recogimiento. Y creo que lo necesita también Cuba, entre otras cosas necesita este recogimiento para superar este momento, hay como un sentimiento de orfandad. Para el 70 por ciento de la población cubana el hecho de que no esté Fidel en sus vidas, por primera vez, provoca un sentimiento de desarraigo. Creo que ese sentimiento de orfandad tal vez se traduce en una incertidumbre, la gente se pregunta qué pasará ahora, también los observadores internacionales, la prensa, todos se hacen la misma pregunta. Yo creo que en todo presente hay varios futuros posibles. Y hacer pronósticos sobre los posibles futuros de Cuba es un tanto arriesgado. Para entender este país hay que tener en cuenta su condición insular, caribeña, los 450 años de historia que precedieron a la revolución, y hay que tener en cuenta además que las revoluciones son fogonazos en la historia. Las revoluciones son como fallas geológicas que interrumpen el paisaje, lo varían, pero en realidad el paisaje que hay después no es muy diferente del que había antes. No se puede ignorar que hubo antes 450 años de inserción de Cuba en el mundo como país de monocultivo, un monocultivo a su vez basado en la esclavitud, una esclavitud justificada por el racismo. Esa falla geológica que es una revolución no borra eso en 50 años –suponiendo que una revolución puede durar 50 años–. La Cuba que viene no va a ser diferente, creo que no habrá una fractura a partir de este momento. La sociedad cubana de hoy no es la de 1959, no es la de 1970, ni siquiera la de 1994, es otra sociedad. Y es otro mundo. Y otra región. Todo eso va a pesar en el futuro posible de Cuba, que es mucho más que el futuro determinado por la muerte de alguien, aunque sea un líder con las características de Castro. La historia de Cuba no ha sido fácil, y tampoco lo es su futuro. El futuro de Cuba radica en lo que sea capaz de soñar y hacer la sociedad cubana, desde su identidad, sus características.
—¿Cuáles fueron las preocupaciones de la última etapa de Fidel Castro? En sus artículos y en sus apariciones públicas hablaba mucho de temas ambientales…
—Sí, Fidel se retiró de su cargo del gobierno en 2006, así que durante una década, desde su vida privada, recibía visitantes, escribía periódicamente notas que eran publicadas bajo el título “Reflexiones de Fidel”. Y sí, había una serie de temas que estaban siempre presentes. Incluso en su última intervención pública, en abril de este año en el congreso del Partido Comunista de Cuba, en su breve mensaje se centró mucho en el tema ambiental, en la sostenibilidad de nuestro planeta. A raíz de su fallecimiento, la televisión cubana y otros medios están difundiendo discursos de Fidel, y yo volví a ver aquel discurso que pronunció en la Cumbre de Rio en 1992, y es un discurso de una brutal vigencia. Fidel tenía también esa capacidad de adelantarse, de ver más allá de las circunstancias presentes. Una persona de una enorme inteligencia, de una gran cultura y enorme inquietud. En las dos conversaciones que he tenido con él, esos temas siempre estuvieron presentes: el cambio climático, el desafío de alimentar a la población mundial, casi como una obsesión.
—¿Cómo fue la visita oficial para los funerales?
—Fugaz. Menos de 24 horas. El gobierno uruguayo estuvo representado por el vicepresidente (Raúl) Sendic y por el senador y ex presidente (José) Mujica. El presidente Tabaré Vázquez está en una gira por España y finalmente no pudo modificar la agenda. Vinieron a participar en esa ceremonia fúnebre que fue el martes en la Plaza de la Revolución, donde se dieron cita representantes del gobierno, organismos internacionales, etcétera. El funeral en sí se realizará en Santiago de Cuba, la tierra natal de Fidel, este domingo. La caravana con las cenizas de Castro está haciendo el mismo recorrido que la Caravana de la Libertad en 1959, pero en sentido inverso.
—¿Cuál es la dimensión histórica de este momento?
—Fidel fue una persona que se respiró casi todo el aire de su tiempo. Por sus características personales además, su enorme carisma. Fidel fue un hombre de diálogo, que sabía escuchar pero defendía sus convicciones y sus posiciones con mucha fuerza. Un hombre de su tiempo. Estas figuras no generan unanimidades. Y cuidado con quienes recogen unanimidades.
—Desde el 8 de noviembre hay una pregunta que flota en el ambiente, y es qué va a pasar con Estados Unidos y Cuba, aunque faltan nombramientos –secretario de Estado–, y sin entrar en lo que fueron las bravatas del presidente electo de Estados Unidos, ¿cómo lo ve?
—Ha pasado menos de un mes. Sin duda lo que pasa en Estados Unidos incide mucho en el panorama global y regional. Pero hay que esperar. Trump aún no ha conformado su equipo de gobierno, aunque hay especulaciones, este panorama se definirá en semanas…
—¿Qué mensaje dejó en el libro de condolencias de Fidel?
—Muchos representantes llegaron con largos mensajes de condolencia, copiaban desde papeles o desde sus teléfonos, a mí me tocó llegar al libro sin haber preparado nada, y en ese momento pensé en un brevísimo pero bellísimo poema de Idea Vilariño que dice: “Inútil decir más. Nombrar alcanza”. Y eso mismo escribí.