Ir y venir - Semanario Brecha

Ir y venir

A sus 38 años, y para los parámetros de la política vernácula, Alejandro Zavala puede ser considerado un tipo joven. Claro que si se aborda su periplo con obsesión de coleccionista, se confirmará que ya tiene un buen quilometraje recorrido, incluso con paradas que sorprendieron a más de uno. Se dio el lujo de trabajar para los dos bloques de economistas del gobierno –el de Economía y el de la opp– protagonistas de una ríspida confrontación pública. A la vez lidera el Ir, una agrupación con un marcado corte generacional, que en 2014 buscará desembarcar en el Parlamento.

 Se aviene a comentar su itinerario sin complejos y sin esquivar los puntos más controvertidos de su carrera política. Para quienes depositan esperanzas en su futuro como dirigente, los cargos que ha venido ocupando desde 2005 valorizan su currículum de gestor. En cambio, para sus críticos su peregrinaje por los despachos estatales devela una ubicuidad no demasiado bienvenida.
Alejandro tampoco evade su próxima meta, sino que la expresa con meridiana claridad. El Ir –caracterizado por reclutar militantes de entre 25 y 35 años, con un notorio perfil universitario– no se vendrá con chiquitas: presentará en Montevideo una lista propia a ambas cámaras. Sería, en caso de que la incursión fuera exitosa, el desembarco de las reservas juveniles del grupo en las grandes ligas.
Ya no es aquel pelilargo, que con poco más de 30 años atrajo la curiosidad de los flashes, cuando fuera nombrado secretario general de la Intendencia de Ricardo Ehrlich. Ahora su cabellera sólo se anima a traspasar unos centímetros más allá de la nuca. Puede advertirse que es un político que cuida su presentación mediática. Su cuenta de Twitter está encabezada por una imagen de la mitad de su rostro, un ángulo tomado con artes profesionales, que parece reforzar una mirada aguda.
En su casa, ubicada en el umbral de la rambla sur, se maneja descontracturado. Ofrece un mate cebado con yerba suave y acepta ser guiado a través de un cuestionario largo y escarpado.
—¿Qué ha sido del biólogo?
—Si la política me hubiera agarrado con 60 años, ya con la formación de posgrado terminada, capaz que hubiera sido posible seguir. En el área que estaba yo, la de la biología molecular y la genómica, tenés que dedicarle un tiempo diario, revisar papers, porque son cosas que avanzan muy rápido. A mí se me hacía imposible, y cuando agarré la secretaría general de la Intendencia de Montevideo, menos…
—Entonces definitivamente ganó el político, porque ya hace años que estás asumiendo cargos…
—Sí, ya son nueve años. He tratado de mantener ese vínculo afectivo con la academia. Estuve mucho tiempo en la facultad (de Ciencias). No era sólo un militante estudiantil, sino también de la ciencia moderna y de esa corriente de Ehrlich, Wschebor, Gambini, Rodrigo Arocena, toda una barra que refundó la facultad, luego de la separación de Humanidades.

Y es en esa arena universitaria donde Alejandro vela sus primeras armas políticas, a una edad muy temprana. En 1993, año en que ingresa a la facultad, y con 18 años, ya logra ser delegado estudiantil en el Consejo Directivo Central de la Universidad, algo que no suele ser muy usual. Lo atribuye a razones circunstanciales: “Entré y había una huelga docente. Ni siquiera habían empezado las clases. El centro de estudiantes convoca a asamblea. La feuu se estaba refundando después de la caída de los años noventa… Se da una situación muy extraña, porque empiezo a militar y todavía debía matemáticas en el iava. Apruebo la materia, y cuando se elige la lista de la feuu para la Asamblea General del Claustro, y luego para el cdc, quedo quinto. Yo era el consejero electo más joven”. En medio de ese proceso de resurgimiento –cuenta– hubo un desplazamiento de las generaciones más viejas y la conformación de una corriente que termina extendiéndose a otras facultades: “Pensábamos que debíamos tener una barra de gente militando en el cogobierno”.
Es en Ciencias donde generará un fuerte lazo con Ricardo Ehrlich, que lo llevaría al palacio de ladrillos de 18 y Ejido primero, y al Ministerio de Educación, después. El hoy ministro fue su profesor, pero además estaba muy inmerso en la política universitaria, y terminó invitándolo a ser su asistente académico: “Ricardo era de la barra [es una palabra que Zavala gusta utilizar con frecuencia] esa que, si querés, tenían el poder dentro de la facultad. Él dirigió el Instituto de Biología. Estaban muy vinculados a toda la barra que vino de Francia y que con cooperación ayudaron al desarrollo de las ciencias, y a la llegada del Instituto Pasteur después. Ricardo era parte de eso, con un estilo absolutamente diferente al de Mario Wschebor. Yo era mucho más del estilo de Mario, que era, si se quiere, mucho más confrontativo. Ricardo era más conciliador y creo que nos complementamos por esa razón”.

LA SOMBRA DE EHRLICH. La llegada del ex decano a la comuna montevideana catapulta a Zavala desde la política universitaria a la gubernamental. El entonces treintañero y militante de la Vertiente Artiguista primero actúa como asesor directo del científico emepepista, pero la visibilidad pública se la proporciona la secretaría general, un puesto de alto perfil desde los tiempos de Marita Muñoz.
Ese cargo “implica un nivel de articulación muy importante –define–, porque si no el intendente no es el intendente, no puede ir a los barrios. Es una persona de mucha confianza, que tiene que articular todo el aparato de gestión política, que es muy complejo”. En 2010 Alejandro vuelve a seguir a Ehrlich, pero esta vez en el mec. No asume en el puesto número dos –función reservada para María Simon– pero sí en el número tres, como director general de Secretaría. En ese lugar se produciría un cortocircuito que terminaría con su renuncia.
 
—A los dos meses de asumir, yo ya veía cómo venía la pelota, y le dije a Ricardo que si la situación no cambiaba, cuando terminara el presupuesto me iba. Y fue lo que hice.
—¿Pero hubo diferencias en la elaboración del presupuesto?
—No, María Simon no intervino en el presupuesto. Si vos te ponés a ver, siempre hay problemas con los subsecretarios –con algunos más, con otros menos– porque constitucionalmente no tienen ninguna potestad. No hubo una distribución de tareas, y María era una persona acostumbrada a ser ministra, y medio que a ser directora general, porque ella no tuvo directores generales con peso político propio. Entonces, podés tener chisporroteos. Yo soy un tipo muy estructurado. A mí me das una baldosa, me decís lo que tengo hacer, me organizo y lo hago. Entonces vos tratás de ordenar cosas, y te genera un gasto de energía tener que dar contraórdenes a supuestas órdenes que en realidad no existen.
—¿Hubo órdenes contrapuestas?
—No, porque somos gente civilizada. Nadie se pelea por un expediente, pero sí era una persona que había estado en la gestión anterior, y tenía ascendencia de poder sobre toda la estructura. Entonces eso a las personas a las que, entre comillas, ordenaba, les generaba un conflicto. Y a veces simplemente ella no sabía que yo estaba haciendo otra cosa.

LA BARRA DE ECONOMÍA. Era agosto de 2010, y como puede leerse en la prensa de entonces, Alejandro confesaba que tenía que conseguirse “un laburo”. No tuvo que esperar mucho: en dos meses su carrera política daría un particular giro. Es una etapa en la que sus funciones, a la vez, son de menor exposición pública. Ya con la renuncia presentada, Alejandro va a entregar el presupuesto del mec a Michael Borchardt, uno de los directores del equipo económico. El economista pretendía ajustar con él algunos detalles de la redacción. “Yo le dije que no tenía problema, pero que ya no iba a ser más el director”, relata. “Cómo que no vas a ser más… Pará, yo no hablé con el ministro, pero acá nos vas a venir bien”, le contestó Borchardt. Alejandro le sugirió aguardar a que se disipara “el ruido” de su renuncia, seguir ajustando el presupuesto y recién entonces sentarse a conversar con Fernando Lorenzo de las “consideraciones políticas” de su ingreso a Economía.

—A los 15 días, me senté con Fernando y me propuso trabajar con él. Yo le dije: vos tenés claro que voté a favor de la candidatura de Mujica en la interna de la Vertiente, perdí y voté a Carámbula. No es que sea mujiquista, pero está claro que astorista no soy. Y me dijo: a mí no me preocupa eso. Y bueno, yo le dije que siempre que se me dejara decir lo que pienso, no tenía problema en venir. Trabajar, trabajo para el gobierno.
—Fue una designación que sorprendió, porque no se te conocía por una especialización en economía…
—No, no la tengo.
—¿Y a partir de qué elementos se da la contratación?
—El planteo que me hacen es la valoración de mi conocimiento de la administración pública. Me vieron trabajar seis meses como director en el mec. Yo había trabajado con Fernando cuando él era director de Macroeconomía y yo estaba en la Intendencia. Pero la valoración tendrías que preguntársela a ellos. Yo creo que me compraron más por articulador político que como técnico.
—Se llegó a decir: lo mandaron a Londres para especializarse en economía…
—Ese fue un viaje de diez días. Estábamos promoviendo los proyectos de participación público-privada (ppp), y los británicos fueron los que inventaron todo esto… Pero además es (el ex subsecretario de Economía, Pedro) Buonomo el que me pide que vaya, para que desmenuce las cuestiones más políticas del asunto, porque después había que ir al Parlamento a convencer a los parlamentarios del Frente…
—No sé si los convenciste a todos…
—(Risas.) Pero lo votaron. A Londres no fui a capacitarme. Obviamente tenía que aprender principios económicos básicos, pero después de haber estudiado álgebra… la economía es política. Las ppp las inventan los conservadores para seguir privatizando, pero llegan los laborista;s paran todo, analizan, y ¿qué dicen?: dejemos de invertir en estructuras viales y empecemos a invertir en infraestructura social, porque la lógica de las ppp es el pago intergeneracional. Y entonces qué hicieron con eso: le comprometieron el presupuesto a los conservadores.
—Pero hasta el momento no hay demasiadas ppp aprobadas, hay algo para construir cárceles…
—La de la cárcel es la más avanzada. Sí, no hay tantos proyectos como el gobierno esperaba. Pero lo que pasa es que son cortos los plazos. Los británicos me lo dijeron, cualquier proyecto que se apruebe antes de dos años está mal evaluado.

En febrero de 2012 el nombre de Alejandro Zavala vuelve a los titulares de los diarios y no por las ppp. El Frente Amplio se abocaba a la novedosa tarea de elegir a su presidente a padrón abierto. En medio de la habitual coreografía de nombres aparece el del creador del Ir sobre la mesa. Inesperadamente, una parte del mpp apoya su candidatura. Allí Alejandro empieza a mostrar una de las señas de su agrupación: el uso de las nuevas tecnologías en la política. Empiezan a aparecer en las redes sociales videos con entrevistas propias, o cartas con variopintas listas de adherentes. Algunos medios con audiencia joven lo entrevistan. La palabra “renovación” suena en el éter.
Y es en ese momento en que irrumpe la voz de uno de los principales operadores del Frente Liber Seregni (fls), la de Esteban Valenti. En una columna publicada en Montevideo.com, ilustrada con una foto de un regordete Hombre Araña, el publicista no es avaro en adjetivaciones, y aunque no identifica al destinatario, los lectores avezados –y el propio Zavala– tuvieron claro que él era el blanco. “Candidatos que no dan la talla, que no tienen antecedentes ni de resultados en su gestión de gobierno, ni en su experiencia de conducción de una fuerza política”, pudo leerse. O: “ser funcionario de gobierno en diversas dependencias con comprobados fracasos o un peregrinaje por diversos agrupamientos no es condición para ser presidente del fa”.

—Sí. (Hace una pausa.) Valenti comete un error bastante importante al hacer una valoración sobre mi capacidad. Uno puede discrepar con las opiniones políticas, pero él debió haber asumido que si yo era tan incapaz, no debía haber estado en el equipo de Economía. No sé dónde pasa la raya…Yo no fui a golpear la puerta del ministerio.
—También puede existir una interpretación: el político que se adapta a entornos tan diferentes puede transformarse en un funcionario burocrático. ¿La política no significa promover una corriente que busque aplicar una concepción en la que se cree?
—Bueno, hay cosas que uno puede cambiar y otras que no. Salvo que uno sea presidente, no puede cambiar la opinión del ministro de Economía. Si me ponés de asesor del ministro, hago lo que puedo ahí… La opinión del biólogo es una opinión política.
—Finalmente, no tuviste apoyo para la candidatura a presidir el fa, ¿por qué creés que pasó?
—Era bastante probable. Había una apuesta clara del Partido Socialista a reposicionarse en la interna, con Mónica (Xavier), que fue una buena candidata. Tuvo el apoyo del fls. Eso constituía un polo difícil de competir. Y después, Enrique (Rubio) y Juan (Castillo) eran candidatos un poco clásicos. Por lo que mi candidatura estaba muy embarcada en que ese espacio –si se quiere mujiquista o no astorista– entendiera el riesgo de postular a una persona sin aparato propio, poco conocida. Me parece que primó jugar a lo seguro.

LA BARRA DE LA OPP. Pero habría tiempo para otra vuelta de la manivela. En octubre de 2012 Alejandro es convocado desde el grupo de economistas del entorno de José Mujica, esos que desde la Oficina de Planeamiento y Presupuesto han confrontado precisamente con el equipo económico y el astorismo, obligando al presidente a reagrupar a la tropa, al modo de un dt en el vestuario. Y acepta cambiar de cuadro.

—Estabas en el equipo de Lorenzo, y te lleva el director de la opp, Gabriel Frugoni, como coordinador de presupuestos públicos. Ese pasaje debió generar considerables resquemores…
—No, mirá, de hecho hace dos días que estoy encerrado en Economía con la rendición de cuentas. Yo sigo pensando lo que pienso. Creo que hubo una amplificación mediática de la discusión. Obviamente hay diferencias en los instrumentos, en los énfasis, en cuánto se extrae de la ganancia de los productores de la estructura primaria, yo qué sé… Pero si te ponés a discutir sobre la concepción más macro de la política económica no hay tantos matices. Ambos se preocupan por el déficit, por la inflación…
—Frugoni sugirió que no se tocaba al status quo y que eso no diferenciaba al equipo económico de la derecha. Es una comparación fuerte. ¿Qué pensás?
—A mí me gustaría que los que ganan más plata pusieran más. De hecho, tengo diferencias con algunos instrumentos. Pero creo que si mis compañeros de la opp fueran del mef, no harían muchas cosas diferentes, con las cosas más cuadradas: el canje de deuda, la inflación. Son reglas del sistema capitalista en el que estamos jugando.
—Eso está claro, pero el astorismo insiste en el riesgo de que se vayan inversores si se tocan los impuestos.
—Sí, pero hay un poco de mito. Obviamente que cada uno juega para su tribuna. Todos además de gobernar hacemos política. Tenemos un electorado. Hay una pedagogía del poder, que construye opinión y sentido común. Ese sentido común le genera restricciones a otro sentido común que se pretende construir. En realidad, no está para nada demostrado que las grandes inversiones tomen su decisión de invertir por los niveles de impuestos. Mi opinión es que hay que preocuparse, sin afectar los niveles de rentabilidad, de quedarse con un mayor porcentaje de ganancia, que fue la discusión que hubo con la minería. De hecho, lo que se termina aprobando es un impuesto progresivo a la renta. Tampoco hay que demonizar los instrumentos, pero lo que pasa es que hablar de detracciones es mala palabra.
—Trabajaste entonces en los dos bloques. Y tu sector político, ¿cómo se va a parar en la discusión?
—Yo hago política colectivamente. Y no somos un grupo que considere que el único espacio de disputa de hegemonía es el gobierno. Se disputa en toda la sociedad.

Alejandro empieza a mencionar ejemplos de dirigentes del Ir en diferentes espacios de influencia, como Martín Rebella (que acaba de finalizar un período de cuatro años en la presidencia del Sindicato Médico), Macarena Gelman, o Romina Napiloti (que integra el Mides, y ha cobrado notoriedad al quedar en el medio de la artillería pesada de la oposición, a partir de la filtración de un correo vinculado a la campaña para derogar la ley de interrupción voluntaria del embarazo).

—¿Y a qué apunta el Ir en el futuro?
—Bueno, hasta ahora no hemos tenido la necesidad de lograr una convalidación electoral.
—¿Eso quiere decir que ahora sí van a competir con una lista?
—Una lista sólo para Diputados seguro, y en principio, también hay una definición de tener lista al Senado. Hay una intención de construir una identidad electoral y de generar una referencia que trascienda a quienes ya nos conocen. Es un momento para presentar tu propuesta, hacerte escuchar, en un coro bastante variado. Y nuestra intención es no tener un acercamiento muy identificado con la lógica de los polos.
—¿Es cierto que el Ir está tentando a Constanza Moreira?
—Tenemos un vínculo cercano con Constanza. Hemos tenido muchas coincidencias. No sé ella qué piensa hacer. Si se postulara con la 609, no vamos a tener un acuerdo electoral. Pero si fuera una persona sin ataduras la conversación seguramente sería otra. Nos gustaría que Constanza siguiera en el Senado.

Las coincidencias con la senadora de la 609 son prácticamente totales en materia de políticas de defensa. El Ir, por ejemplo, plantea un Uruguay sin ejército (“sin soldados conspirando en los cuarteles, pero sí con una Armada o Fuerza Aérea profesional”, dice Zavala). Abogan además por una Policía que forme “guardias civiles”. En una segunda charla, Alejandro muestra más cartas: cree que la tierra debe ser de propiedad pública, como un bien social y finito, que es cedido en usufructo a los privados a cambio de contrapartidas (“a nadie se le ocurre entregar un pedazo de mar territorial”). Pero enseguida ensaya una argumentación alejada de locas historias sesentistas: eso ya lo pensaban los primeros batllistas.

Los “rumanos” de la Vertiente

Aunque el logo del Ir suele divisarse en actividades o agendas que reportan un público sub 40 (medios y poder, la legalización del aborto o de la marihuana, impunidad), todavía no se trata de una agrupación conocida entre el gran público. “¿Quiere decir Izquierda Revolucionaria?”, pregunta un veterano desprevenido, que no suele andar por las inmediaciones del bar Santa Catalina (en cuyas mesas tertulian jóvenes del Ir).
Pero la palabra ni es una sigla, ni incorpora a aquel vocablo tan rupturista. “Izquierda con un nuevo sentido” es el eslogan. El Ir nació en 2010, con unos cien adherentes, pero sobre la base de una cincuentena de escindidos de la Vertiente Artiguista (va). En ese año el ánimo no era demasiado entusiasta puertas adentro de ese sector. Los resultados electorales no habían acompañado, pero la atmósfera venía cargada desde bastante antes.
Aquellos que habían integrado la juventud vertientista discrepaban con la dirigencia más añosa: “Discutíamos sobre la ley de impunidad, todavía no se sabía si se iba a impulsar o no un referéndum en 2009. Lo mismo con el aborto y la marihuana: estuvimos dos años discutiendo. Casi que había que pedir permiso, porque lo de la marihuana era considerado un drama de pequeños burgueses”. El grupete resolvió hacer unas pintadas que gatillaran en la cuestión de la caducidad, y eso fue tomado casi como un “acto terrorista”, cuenta Zavala. “Nos acordamos de Ceaucescu y se nos ocurrió firmar ‘Los Rumanos’. Fue como un toque de posmodernidad”, relata.
El sector promete alentar “una nueva forma de hacer política”, con un “debate abierto y horizontal de ideas” entre todos sus miembros. Las decisiones del colectivo son tomadas a través de una “plenaria virtual” (véase recuadro), que “asegura la participación de todos”, pregonan en la web.
El más veterano de los 11 directivos es Zavala, y los demás oscilan entre los 24 y 34 años. Asoma un perfil más vinculado a las ciencias sociales que a las ciencias naturales o exactas. La mitad más uno de la dirección es del sexo femenino y tres de ellas trabajan en el Mides. Los segmentos que pueden sentirse más representados por la propuesta son los “medios, más o menos informados”, describe.

Contraseñas

LECTURAS. “Soy medio fanático de la historia política uruguaya del siglo xx. Ficción, poca. Ahora estoy con Veinte años de democracia. 1985-2005. Miradas múltiples, compilado por Gerardo Caetano, y José Batlle y Ordóñez. 1915-1917, de Milton Vanger.”

SONIDOS. “Soy un tipo de los ochenta y noventa. El último disco que escuché fue uno de The National, una banda medio indie. De Uruguay, Tres Pecados y La Hermana Menor. De los ochenta, The Cure, The Clash, Police, Ramones.”

IMÁGENES. “Soy de ir al cine comercial común y corriente. Pero de teatro miro casi todo.”
Y aquí hay que detenerse en su historia familiar. Alejandro es nieto del dramaturgo Justino Zavala Muniz (quien fuera además dirigente de Avanzar, a la que define como “la izquierda batllista”, aunque su abuela María Julia Garayalde fue fundadora del fa).
“Las cosas de la Comedia Nacional las veo todas. Miro también las de Gabriel Calderón, las de Mariana Percovich. Una cosa que no me va es la ópera (a mi compañera le encanta). Lo mismo con el ballet más clásico. Pero es un problema de burrez.”

El demos virtual

El Ir toma sus decisiones a través de una plataforma virtual organizada en Drupal. Es un sistema que permite gestionar comunidades por Internet, al permitir publicar artículos, imágenes, y administrar blogs, foros, encuestas, y votaciones… “Nuestro demos es virtual. Está en los estatutos y creo que somos el único grupo político que toma las decisiones virtualmente”, ilustra Zavala. Con todo, aclara que mensualmente hay reuniones plenarias presenciales, pero no son resolutivas. (“Y hacemos bailes también”.) Es un dirigente muy twitero, aunque asegura no ser de los que contestan a diestra y siniestra: “La calentura en política no es buena consejera”.

Tabaré, y su candidatura inevitable

“Tabaré sos vos”, es el título de una columna recientemente publicada por el Ir. Allí emergen cuestionamientos a las posturas de Vázquez sobre el aborto: se analiza la “asimetría de poder entre su sola voluntad y la voluntad del colectivo”, y una “impunidad derivada de la inevitabilidad de su candidatura”. De todos modos, Alejandro se muestra pragmático:

—La candidatura ya es inevitable. Hace dos años podría ser otra situación, pero hoy no. No parece haber nadie dispuesto a disputar el espacio. Pero además no sólo habría que tener una persona, sino un pequeño aparato. Hay una subestimación por parte de algunas personas que piensan que alcanza con decir que quieren que haya otras candidaturas para que eso suceda. Para que haya un candidato tiene que haber alguien con una propuesta distinta, porque no me sirve cualquiera en lugar de Tabaré.
—¿Y te imaginás una bancada más o menos disciplinada?
—(Silencio.) No lo sé. Eso va a depender mucho de la lógica sectorial. Y también de la capacidad y la creatividad de los legisladores. No es que Tabaré se pasó vetando en el período pasado.
—¿Y no corre riesgos el fa de convertirse en un partido tradicional más?
—Claramente sí. El fa está siguiendo el camino del Partido Colorado del siglo xx.
—¿Y entonces?
—Y hay que evitar que suceda.

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