José Pedro Díaz, caballero de las letras - Semanario Brecha

José Pedro Díaz, caballero de las letras

En 2011, el crítico y escritor Alfredo Alzugarat, integrante del Departamento de Investigaciones y Archivos Literarios de la Biblioteca Nacional, exhumó el Diario de José Pedro Díaz. Al cumplirse diez años de su fallecimiento presenta esta edición especial de Tratados y Ejercicios, un homenaje a Díaz por su aporte a la cultura uruguaya.

Tratados y ejercicios, de José Pedro Díaz. Edición de Alfredo Alzugarat. Biblioteca Nacional. Montevideo, 2016, 181 págs.

Siempre me he preguntado por qué el ejercicio de la ficción, que ocupó buena parte de la vida de José Pedro Díaz, no logró un lugar más relevante en la historia de la literatura uruguaya. Y cuán frustrante pudo ser esta evidencia para él. Es decir, ¿hasta dónde conseguía llegar su decisión tenaz de construirse escritor?, ¿fue cohibida por el genio poético de Amanda Berenguer, su compañera de toda la vida?, ¿por las críticas y autocríticas feroces que intercambiaba con los amigos íntimos, futuros integrantes de la Generación del 45? La tensión sostenida en el tiempo por un individuo que lucha interiormente por cumplir consigo mismo puede no resultar extraordinaria. Pero a veces es atroz, o por lo menos impía.

Díaz se inició muy joven en la docencia, vocación que le deparó prestigio y el respeto de alumnos y colegas en el Instituto de Profesores Artigas y en la Facultad de Humanidades. En forma paralela, creció su afán por la investigación reflexiva que floreció en libros ineludibles sobre Bécquer y Felisberto Hernández, y en lecturas inteligentes de Onetti y Balzac, entre otros autores que enseñaba a apreciar por su calidad.

En 2011, el crítico y escritor Alfredo Alzugarat, integrante del Departamento de Investigaciones y Archivos Literarios de la Biblioteca Nacional (que custodia los papeles del autor donados por su hijo Álvaro Díaz Berenguer), exhumó el Diario de José Pedro Díaz. Al cumplirse diez años de su fallecimiento presenta esta edición especial de Tratados y ejercicios, un homenaje de la Biblioteca a Díaz por su aporte a la cultura uruguaya. La ilustración de tapa pertenece a Hermenegildo Sábat, que fue su alumno.

Por la extrañeza de algunos de estos textos, que se mecen entre el impulso poético y la preocupación filosófica, el autor fue incluido en la antología de Ángel Rama Cien años de raros. Desde entonces, una parte de ellos se leyó como “literatura fantástica” o “invención fantasmagórica”. Consigna Rama: “El sacudimiento de una inquietante perturbación espiritual revitaliza, en estas breves prosas, con frecuencia enigmáticas, un conjunto de contenidos arcaicos de la conciencia y a la vez esa línea literaria que arranca de los románticos alemanes y subrepticiamente atraviesa la cultura europea hasta los escritos de Michaux”. Tiempo después, Marcial Souto incluyó un texto de Díaz en el primer número de la Revista de Ciencia Ficción y Fantasía, y su nombre asomó junto a los clásicos del género. Otros relatos suyos aparecieron en la revista El Péndulo, también de Souto.

Pero los textos de estos Tratados y ejercicios, que cuestionan los límites de los géneros literarios, espigan resonancias míticas y arraigan retazos autobiográficos, habilitan otras lecturas. En las páginas literarias de Marcha aparecieron algunos que iniciaron nuevos senderos creativos. Alzugarat distingue “Liebres”, relato ideal para entender mejor una obra que por momentos desconcierta pero siempre interesa, que oscila entre el discurso ensayístico y la teoría literaria, que se involucra en la historia política del país, no rehúye el humor y se rodea de objetos y rituales que acaban por cobrar una carga simbólica. Dice allí que hay que “inventar liebres para poder hacer de nuestra vida un extenso y luminoso día de caza”, hay que inventarlas “para poder decretar que somos cazadores”.

Mientras Díaz continuaba abriéndose a otro sector de su obra de imaginación, la escritura de estos textos tuvo varias etapas que cristalizaron en publicaciones surtidas. Las que se produjeron en el extranjero no favorecieron la circulación en Uruguay, lo que explicaría el desconocimiento de sus compatriotas.

Alzugarat documenta cronológicamente la historia de estas narraciones. Parte de las accidentadas precursoras, acompaña el tránsito de las que siguieron, define los criterios de su edición y subraya el hecho de que por primera vez lo ya publicado y algunos inéditos del autor se reúnen en un solo volumen, coexistencia a la que Díaz había aspirado siempre. La ocasión es inmejorable para quienes se acerquen vírgenes de lectura a este heterogéneo corpus literario que incluye minirrelatos y narraciones un poco más extensas. También para quien relee a la luz de un nuevo pensamiento crítico.

En la introducción del libro, Díaz Berenguer recuerda a su padre: “Alguien dijo alguna vez que era un caballero de las letras. Estoy de acuerdo. Tenía como misión interior conocer en profundidad la raíz de la literatura. Toda su vida estuvo centrada por esa búsqueda incansable del misterio de las letras, con las cuales batallaba día y noche, para extraer de ellas eso que él intuía pero que parecía que nunca llegaba a comprender plenamente. Le atraía la magia, la alquimia de los sentimientos que podían encerrarse en el papel”.

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