La invitación es asistir al Espacio Cultural Las Bóvedas (antigua fortificación de piedra construida para la defensa de la ciudad allá por 1795) para participar de un formato teatral presentado como novedoso. Es que ¡Revivan! genera la intriga del asiduo –y no tanto– espectador teatral, ya que promete desarrollarse en dos etapas: una presencial, como es natural en el reconocido convivio escénico, y una posterior virtual. Dos lenguajes que se hermanan y se complementan a la perfección en esta original pieza dirigida por Diego Minetti (Las actrices, ¿Por qué me llamarán Antígona?).
El espacio funciona por su mística y su similitud con un templo. Los espectadores pronto se convierten en asistentes a una especie de terapia grupal que se asemeja demasiado a las arengas de los pastores de los afamados shows de la fe. Aquí un doctor mezcla técnicas de la psiquiatría con la psicología y expone a su paciente cual ratón de laboratorio para que los asistentes observen y opinen sobre su tratamiento. Hay mucho de parodia hacia estas seudorreligiones y sus dudosos líderes, y también una mirada crítica sobre la mediatización al estilo reality show de las desgracias ajenas. El trío de actores conformado por Silvio Flores, que construye un terapeuta showman, Joaquín Ortiz, el paciente que enfrenta una crisis existencial, y Mariam Ghougassian, ex paciente y actual asistente del doctor, responde con soltura al juego que el director intenta desarrollar con el espectador. Hay un quiebre de la cuarta pared, el público es incluido como parte del espectáculo, y varios juegos e interacciones propuestas generan la risa y la participación activa de los asistentes, sin por ello invadir a los presentes.
Es un interés reiterado de Minetti el investigar sobre las posibilidades del teatro dentro del teatro. Y en esta nueva experimentación juega con los alcances de la actuación en diversos niveles. No conviene en esta reseña develar demasiados detalles sobre el argumento, pues parte importante de la puesta son la sorpresa y la intriga, que el propio espectador debe vivenciar y develar a su tiempo. Pero sí es importante destacar el cuidadoso trabajo de dirección de actores, que consigue una sólida puesta en escena y que se fortalece y cierra un círculo perfecto en los posteriores capítulos audiovisuales que el espectador es invitado a visualizar vía web desde su casa. Hay un interesante guión que mezcla la vivencia escénica con flashbacks de los personajes muy bien resueltos por Daniel Fernández Melo en los cortos audiovisuales y en los que los actores despliegan diferentes registros que potencian la idea de juego imaginada por el director.
La cooperativa artística ¡Rocanrol! rompe así los esquemas del teatro de sala frontal, nos traslada hacia un espacio no convencional cargado de historia, ficcionaliza al espectador y experimenta con otras formas de interacción con el público. El desenlace dependerá del deseo de entrar en este juego ficcional o no. Si de divertirse se trata, sin duda vale la pena.