Desde 2012 en México se han popularizado entre las niñas de 6 a 12 años los ksi-merito (léase “kasime’rito”), muñecos que representan fetos de bebés. Fueron creados por la marca mexicana Distroller y pertenecen a una completa y compleja colección de neonatos.
Pueden adquirirse en diferentes colores, pero esto no se debe a cuestiones estéticas, sino que el color indica su etapa de gestación; aunque por extraño que suene, la caja aclara que están a dos semanas de ser un “sigoto” (sic). Los de menos semanas de gestación no tienen forma humana y son más moldeables y suaves al tacto (puede verse en las imágenes que son de tela y no de plástico), mientras que los que están próximos a ser bebés casi completamente formados tienen una figura que se asemeja a los tradicionales bebotes y un color de piel más acorde a un bebé real. Como aún no han nacido, jugar con ellos implica tener responsabilidades especiales de cuidado. De hecho, vienen en un envase que simula ser una incubadora, y hasta tienen cordón umbilical. La caja que los contiene forma parte del juego, ya que al ser una incubadora los fetos se dejan ahí para que descansen. Una vez en ella, se pueden activar botones para desarrollar en el durmiente cualidades como la bondad, la ternura, la sensibilidad, entre otras. Como si se tratase de esos bebés por encargo que algunos discursos legitiman como las posibilidades habilitadas últimamente por la ciencia.
Las contradicciones de estos juguetes son muchas. A los cuidados que necesita un ser intrauterino se les suman los de un bebé recién nacido e incluso algo crecido, ya que los “sigotos” de más semanas comen papilla, tienen dientes de leche y necesitan las vacunas de los primeros meses de vida (!). Para supervisar estas atenciones, los niños cuentan con una enfermera de nombre Tania, experta en cuidados neonatales –como ella misma se presenta–, que en diferentes videos disponibles en Youtube publicita las últimas novedades en el mercado de estos juguetes, al tiempo que muestra con claridad los cuidados a tener en cuenta si se adquieren estos “ksi-meritos evolucionados” (se promocionan con ese nombre). Hay explicaciones para las vacunas, sobre cómo quitar el pedacito de cordón umbilical y envolverlo en algodón, cómo remover un diente de leche y conservarlo para llevarlo a revisión cuando sea el tiempo de la segunda vacuna. Las enfermeras también pueden encontrarse en los puntos de venta de los muñecos, en stands que emulan una enfermería de hospital.
En el video que promociona los ksi-meritos “aperlados”, la enfermera Tania explica que han llegado en una nave desde una mina de Neonaticuajos en Neonatitlán, y por efecto de los minerales de la mina adquirieron la tez perlada. Si estos juguetes significan una versión bastante estrafalaria en cuanto a la concientización sobre el origen de los bebés y sus cuidados, esta adaptación del cuento de la cigüeña parecería complicar bastante más el asunto.
Es igual de desconcertante la insistencia en los beneficios de “adoptar” algunos de estos fetos que cargan con el estigma de ser “diferentes”, o sea, señalados como minoría incluso antes de haber nacido. Un ejemplo de esto está perfectamente ilustrado en el video dedicado a cómo bañar un ksi-merito albino.
Desde la página web de la marca, el mensaje parece ser claro: “En Distroller hemos creado la experiencia de los Neonatos, en donde el niño tiene la oportunidad de adoptar a un ser vivo en su corazón y su mente. La marca de Neonatos tiene como propósito principal ofrecer entretenimiento y diversión a los niños. Además contribuimos a la creación de hábitos y juegos que creen una conciencia de cuidado y responsabilidad en los niños”. Pese a las contradicciones en la superposición de las etapas de vida, y que tal vez explica la amplia gama de productos de cuidado presentados para que el consumidor pueda “hacer las cosas bien”, podría entenderse que a la marca le interesa desarrollar responsabilidades sociales mostrando, por ejemplo, que los cuidados empiezan antes del nacimiento.
Si recordamos que el juego es modelador de sujetos sociales, la cuestión parece ser lo suficientemente grave. Cualidades como la bondad, la ternura o la sensibilidad no surgen por apretar un botón. Son características que pueden manifestarse en la naturaleza de un individuo, pero necesitan un contexto que propicie su desarrollo, y esto es responsabilidad de los adultos. Adjudicarle esa posibilidad a una caja-incubadora parece fomentar la enajenación, y negar que nuestra humanidad se construye en los vínculos.
Las desconfianzas parecen agudizarse aun más cuando se indaga un poco en el sitio oficial, donde una muñeca como Chamoy –también a la venta– es descrita como extremadamente inteligente, y donde se resalta su cualidad de ser adicta a los neonatos y poseer todos sus modelos. Berinaiz, otro de los personajes, es una niña rubia que usa un aparato en sus orejas para mejorar su estética, preocupación que seguramente se lleva muy bien con su interés por la moda. Mole, un personaje de tez oscura, es amiga de todo el reino animal. Sutilmente los estereotipos discriminatorios aparecen al pasar las páginas de su perfil. Tiene un anfibio como amuleto y consejero y fue mordida en la panza por una garrapata que todavía vive allí. Como si fuera poco tiene un lunar que decora la planta de su pie, de modo que su belleza es imperceptible.
El desfile de lugares comunes en materia de racismo y sexismo sigue al explorar todo lo que ofrece la página de Distroller. En cuanto a juguetes y educación, se da la mano con otros tantos que merecen la misma desconfianza. Los niños, y los padres ajenos a esta realidad, son convertidos en juguetes de las grandes industrias y su perverso adoctrinamiento para sustentar los intereses del mercado.