Ocurrió semanas atrás en la Cámara de Diputados brasileña: un parlamentario vistiendo su uniforme de policía militar presidió durante dos horas la sesión, al final de la cual reivindicó la dictadura. “Lo que para ustedes es un golpe de Estado para nosotros es la revolución democrática de 1964, nosotros salvamos a Brasil del comunismo”, declaró el diputado José Augusto Rosa, que se presenta como Capitán Augusto del Partido de la República, ante la consulta del diario Folha de São Paulo.
Ese medio menciona que el congresista lucía exultante al dejar el presidium de la cámara baja, desde donde dirigió las deliberaciones con una vestimenta que en marzo fue considerada por otros parlamentarios como una provocación. En febrero, a poco de asumir su mandato, el policía militarizado había adelantado su intención de fundar el Partido Militar Brasileño (Pmb). “Ya tenemos el apoyo de las 500 mil firmas necesarias para registrarlo. Ya fuimos al Tribunal Superior Electoral para iniciar los trámites del partido. Le explicamos al ministro (del tribunal) que a pesar de llamarse Partido Militar Brasileño no será un partido sólo para militares, será para todos, pero será una formación con alma militar, un partido de derecha en serio.” El Pmb es un partido que “nace grande porque la corporación militar es considerada la institución más respetada del país, ya tenemos presencia en todos los estados y abrimos 1.250 comités”.
Es cierto, el capitán Augusto, de San Pablo, el mayor distrito electoral, no es una curiosidad aislada en un Legislativo donde hay decenas de policías militares y federales, todos ellos encuadrados dentro de la llamada “Bancada de la Bala” por su defensa de la venta irrestricta de armas y la reducción de la edad de imputabilidad penal de 18 a 16 años. A la cabeza del malón castrense está el diputado Jair Bolsonaro, militar retirado del ejército, reelecto el año pasado con 425 mil votos que lo sitúan en el primer lugar entre los congresistas federales por Rio de Janeiro.
Además de reivindicar la “Revolución de 1964”, Bolsonaro calificó a la Comisión de la Verdad sobre el régimen como una “farsa” orquestada por “subversivos” y propuso crear otra para averiguar los presuntos delitos cometidos por la guerrilla. La iniciativa fue presentada en diciembre en el Palacio Legislativo de Brasilia, que la semana anterior continuaba rodeado de una decena de pasacalles exaltando la dictadura. En medio de los carteles (uno pide “intervención militar” inmediata) colocados en la avenida principal de Brasilia hay una carpa en la que se guarnecen los militantes neogolpistas. Por allí pasaron en marzo miles de personas exigiendo la deposición de Dilma Rousseff en la más concurrida de las movilizaciones incentivadas por la oposición partidaria, con el liderazgo de Aécio Neves, candidato presidencial derrotado en los comicios de 2014. En abril hubo otra convocatoria por el derrocamiento de Rousseff con mucha menor asistencia, ante lo cual los estrategas de la causa destituyente optaron por un repliegue táctico. Un paso atrás momentáneo que no fue acatado por las facciones más despistadas, como el Movimiento Brasil Libre (Mbl), que arribó a fines de mayo al Congreso luego de marchar más de 1000 quilómetros desde San Pablo.
Menos de 50 muchachos (ellos esperaban que fueran miles) dieron la bienvenida a la “columna” del Mbl, encabezada por Kim Kataguiri, a su llegada a Brasilia, donde se reunieron con parlamentarios conservadores. En su condición de voz cantante del Mbl, Kataguiri, de 19 años, emplea frases de impacto. “No nos gustan los marxistas”; “Somos liberales en serio, el PT está pudriendo a la República”; “Queremos el impeachment de Dilma y el procesamiento del PT”.
Kataguiri se dice orgulloso de sus ancestros japoneses y se incomoda, acaso con algo de racismo, cuando se lo confunde con un coreano o chino. Su llegada a Brasilia con un brazo enyesado debido a un accidente durante la marcha mereció una cobertura amplia y condescendiente de los medios.
Durante el V Congreso del PT, hace un mes en Salvador de Bahía, el líder partidario Lula comparó a la derechización creciente con los orígenes del fascismo y el nazismo. Brasil enfrenta un “fascismo germinal”, aportó otro dirigente petista, Tarso Genro. Se han diseminado “grupos de vanguardia que realizan provocaciones en eventos partidarios de izquierda, contra parlamentarios de esta ideología o llegan a realizar ataques físicos contra personas” sólo por su apariencia de izquierdistas, apunta Genro.
Hay relatos de pasajeros insultados en los aeropuertos por leer alguna publicación considerada “subversiva” por estos jóvenes adictos al “modernismo reaccionario”, según la definición del sociólogo Michael Lowy. Este fin de semana un hombre amenazó de muerte en un shopping de Porto Alegre a la diputada petista María de Rosario, que ganó notoriedad nacional durante su gestión como ministra de Derechos Humanos cuando trabajó junto a la Comisión de la Verdad para la exhumación de los restos del ex presidente João Goulart, para investigar los motivos de su muerte, ocurrida en Argentina durante la dictadura de Videla. “Es triste ver cómo personas jóvenes que no conocieron la dictadura la defienden. La mayoría de ellos no conocen lo que es la falta de libertad, la proscripción de los partidos”, declaró João Vicente Goulart, hijo del presidente derrocado por el golpe de 1964. “Hay semejanzas en la forma en cómo la prensa trata actualmente estos actos a cómo lo hacía la prensa antes del golpe”.
(Tomado de Página 12, por convenio.)