Las dunas se levantan a la altura de los caminantes y los imitan recorriendo la costa, mientras la arena se impone al pavimento de la rambla. Nadie le gana. Tres escalones de piedra que sobresalen entre los pequeños granos amarillos son la única evidencia de una escalera rendida ante la naturaleza. El desplazamiento de la arena permanece intacto al paso del tiempo y su presencia permite viajar a décadas pasadas, cuando las calles eran caminos, los árboles formaban bosques y las únicas luces nocturnas colgaban en el cielo.
Por aquella época había un muelle que recibía a un pescador que no pasaba desapercibido. Lo mismo le sucedía a la mujer que vivía en frente, en la casita –para algunos, misteriosa– impenetrable entre los médanos y el bosque de acacias. La música de él y la poesía de ella ...
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