La culpa es de las estrellas - Semanario Brecha

La culpa es de las estrellas

El adolescente canadiense de 15 años William Gadoury sólo precisó una conexión a Internet para hacer un descubrimiento que ha sorprendido a todo el mundo. Según los resultados de su investigación –presentada a un concurso de ciencias de la ciudad de Quebec– existirían restos de una antigua ciudad maya perdida en determinado punto de la península del Yucatán.

Las herramientas para su hallazgo fueron principalmente Google Earth y las imágenes del satélite Radarsat-2, facilitadas por la Agencia Espacial Canadiense (Csa).

Luego de cuatro años de estudiar la civilización maya, una de sus dudas más grandes era respecto de la ubicación de sus principales centros poblados: “No entendía por qué los mayas construyeron sus ciudades lejos de los ríos, en las tierras marginales y en las montañas”, dijo el muchacho al diario Le Journal de Québec. La gran revelación surgió cuando se le ocurrió comparar el mapa de la zona con las constelaciones mayas y llegó a la conclusión de que los antiguos mayas ubicaban sus ciudades teniendo en cuenta la posición de las estrellas. Según sus cálculos, esta relación se aplica en más del 95 por ciento de los casos: “Estaba muy sorprendido y emocionado cuando me di cuenta de que las estrellas más brillantes de las constelaciones coincidían con las mayores ciudades mayas”.

Pero en una de las constelaciones, concretamente la 23, la posición de sus tres estrellas sólo coincidía con dos de las ciudades conocidas, lo que llevó a Gadoury a marcar un punto en el mapa en donde debería estar la otra ciudad. Al inspeccionar ese punto en Google Maps descubrió una superficie cuadrada que podía ser parte de una antigua ciudad perdida. Daniel de Lisle, de la Csa, pudo inspeccionar con mayor detalle ese punto con la ayuda de satélites de varias agencias espaciales internacionales, y así confirmó que en la ubicación se vislumbran una pirámide y una treintena de edificios. “Formas geométricas, cuadradas o rectangulares aparecen en estas imágenes, formas que difícilmente pueden ser atribuidas a fenómenos naturales”, señaló al periódico español ABC Armand LaRocque, especialista en teledetección, de la Universidad de Nouveau-Brunswick. Al parecer, Gadoury no sólo habría descubierto en el corazón de la jungla una ciudad maya desconocida, sino además una de las más grandes. El joven bautizó a la ciudad como K’aak Chi (“Boca de Fuego”, en maya).

Lo que queda aún por concretar es la expedición arqueológica que confirme in situ la existencia de las ruinas, la fase más costosa y difícil de llevar a cabo de la investigación. Para esto es necesario emprender un viaje hacia parajes recónditos y de difícil acceso entre los húmedos bosques tropicales del sureste de México, a unos 40 quilómetros de la ciudad maya de Calakmul y a 100 de la población más cercana.

Sin embargo, según recoge la Bbc, son varios los especialistas que desestiman los cálculos del adolescente: para el doctor Rafael Cobos, miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México y catedrático de arqueología maya, “si realmente quiere dar a conocer un hallazgo tan importante, entonces el joven debe ir al campo y comprobar que efectivamente se trata de un gran hallazgo, de otra manera puede quedar muy mal parado”. El especialista señala que esa zona fue “amplia y extensivamente explorada desde la década de 1930”, y con auténtico desdén por los apuntes del canadiense, agregó que “esta peculiar propuesta de explicar la distribución espacial de asentamientos mayas se ha hecho en otras ocasiones y ha sido contundentemente rechazada por numerosos investigadores mexicanos y no mexicanos”. Por su parte Ivonne Falcón, portavoz del Instituto Nacional de Antropología e Historia (Inah) mexicano, directamente descarta la teoría señalando que “no está fundamentada arqueológicamente”.

Pero en definitiva serán los hechos los que finalmente acabarán por dar la razón a unos o a otros.

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