Cien años antes de que a László Krasznahorkai le llegara la llamada de la Academia Sueca, la misma notificación fue recibida por George Bernard Shaw, celebrado dramaturgo y acérrimo polemista de quien se siguen escenificando piezas por todo el mundo. Visto desde este presente descafeinado, no parecen haber corrido la misma suerte el novelista polaco Władysław Reymont y la escritora italiana Grazia Deledda, que obtuvieron el Nobel en 1924 y 1926, respectivamente. Y ni hablemos de cuál ha sido el tratamiento que el Padre Tiempo les ha dispensado a otros galardonados, como el cuentista danés Henrik Pontoppidan (1917), la novelista noruega Sigrid Undset (1928), el prosista finlandés Frans Eemil Sillanpää (1939) o el poeta, novelista y ensayista islandés Halldór Laxness (1955). El ejercicio es ...
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