La fiesta de todas - Semanario Brecha
Kumbiaracha en el Solís

La fiesta de todas

El domingo 20 de marzo se presenta en el teatro Solís, en el marco del Ciclo Mydmus 2022, esta orquesta de música bailable que fusiona una variedad de géneros musicales latinoamericanos. Surgió hace dos años –aunque la idea tiene un poco más– y la componen 12 mujeres músicas.

Difusión

Según Jhoanna Duarte, fue Maira Sepúlveda quien plantó la primera semilla, a partir de la que el proyecto fue cobrando cuerpo hasta transformarse en lo que es el día de hoy: «De pronto Maira vino con esa idea de hacer una orquesta donde fuéramos todas girlpower, surgió la Kumbiaracha y estamos gozadas», cuenta. La colectividad y el intercambio constante son dos características a resaltar en la banda. Medio en chiste, medio en serio, Stephanie Martínez, Eté, encargada de teclado y coros, dice que la banda tiene reuniones todo el tiempo para poder dialogar entre todas y llegar a acuerdos. «Kumbiaracha es reuniones y después música», agrega, y retumban las risas.

Las preparaciones para el espectáculo del teatro Solís no terminan. En la orquesta son 12 músicas, pero hay otras mujeres que trabajan tras bambalinas. Entre subgrupos y subgrupos, preparan un show distinto a lo que vienen presentando: acostumbradas a espacios abiertos y que se arme «bailongo», la presentación en el Solís les propone y permite un espacio de expansión artística. Las músicas que integran la orquesta vienen de distintos trasfondos y géneros musicales, y lo que buscan es darles espacio a las representaciones artísticas de cada una: la danza, la dramaturgia, el audiovisual. Así, toman el lugar que merecen entre temas propios e interpretaciones de canciones conocidas.

Algunas están más empapadas en el colectivo Mujeres y Disidencias en la Música Uruguaya (Mydmus), otras un poco menos, pero dice Jhoanna que «cada una lo va militando como puede y aporta en la medida que siente que puede, desde el lugar que le toca». Sobre el Ciclo Mydmus 2022 resalta el poder hacer visible a la orquesta en la escena musical uruguaya y agrega que «agradecemos que las compañeras dedicaran el tiempo a crear y gestionar estos espacios para todas».

—¿Se conocían de antes?

Stephanie Martínez —Sí y no.

Jhoanna Duarte —Siempre estuvimos en la vuelta. Nombro a Mai porque es como la fundadora de la idea. Nosotras teníamos un vínculo por el carnaval, nos conocíamos de ahí de la vuelta. Un día me dijo que tenía una idea de hacer una orquesta de música bailable y que faltaban pibas en la escena, y empezamos a nombrar a gente que conocíamos a la que podía coparle el proyecto. Se fue transformando y fueron llegando otras compañeras.

—¿Cómo llegaron al nombre de la banda?

S. M. —Ahí hay un quiebre bastante claro, y creo que ese es el punto en el que se termina de conformar la grupa. Kumbiaracha viene de la canción «Cucaracha». Es una canción que elegimos para grabar porque un poco representa nuestro ánimo de militar ciertas cosas, y hay un instrumento que menciona la canción, que dice: «Guaracha, muchacha, te vamo’ a guarachar». La guaracha es un instrumento musical que se usa mucho en los ritmos latinoamericanos. A la vez, mucha cumbia se toca con guaracha… y ahí estaba, Kumbiaracha. Nos costó decidirnos por ese nombre. Ahí se ve reflejado el proceder de la banda, que siempre es consultar, intercambiar. Siempre estamos con esa modalidad de trabajo para todo, que a veces hace que vayamos un poquito más lento, pero superdecididas.

J. D. —Veníamos ensayando hacía un buen tiempo y si bien todo se dio en pandemia, y no era que ya íbamos a salir enseguida con un producto a mostrarlo, empezamos a sentir la necesidad de tener un nombre. La veníamos medio pateando, ensayábamos, proponíamos canciones, hasta que en un momento fue: «Bo, tenemos que nombrar a la banda de algún modo». Habíamos pensado cosas referentes a nosotras: Movete Wacha, Cumbia Nena, y no: apareció Kumbiaracha y fue gustoso para todas.

—¿Alguna razón para que quedara con k?

J. D. —La k, no me acuerdo bien por qué fue, pero como que nos resultaba más potente que la c. Y ta, quedó Kumbiaracha. Con k tiene otro swing.

S. M. —Y no hay marcha atrás [risas].

—¿Qué es Kumbiaracha para ustedes?

S. M. —El otro día limpiando mi casa me pregunté: «¿Qué es Kumbiaracha?», y para mí es una cultura, una cultura medio interna, pero siento que desde que estoy en Kumbiaracha miro las cosas desde otra perspectiva. Creo que eso se da en el ejercicio de estar en la posición que encontré en Kumbiaracha, que tiene que ver con pensar en colectivo, intercambiar, proponer. Ahora siento que ando por el mundo con esa forma de accionar, que he adquirido parte de esa cultura, además de toda la parte musical.

J. D. —Sumándome a eso, me ha pasado de compartir en otros colectivos con compañeras, de crear esos espacios de nosotras con el afán de encontrar nuevos mecanismos en la comunicación, en la creación; pasa que, en colectivos mixtos o en los que sos la única mujer, se da mucho más la orden patriarcal. En esto de encontrar nuevos espacios para construir de otra manera aparece Kumbiaracha a darnos la riqueza y el goce de compartir la música y de descubrirnos a través de estos géneros, aprenderlos, pero también aprender de nosotras mismas, transformarnos, deconstruirnos. A veces no nos damos cuenta y aparecen ciertas actitudes que son como mochilas del patriarcado. Poder intercambiar, vernos en nuestros vínculos, escucharnos desde otro lugar hace que la banda sea un lugar en el que querés estar, seguir plantando semillitas y regando. Lleva su tiempo, pero trae cosas buenas. Nos permite seguir eligiéndonos.

—El 20 tocan en el Solís, ¿cómo fue la preparación del espectáculo?

S. M. —Cómo fue no, cómo es, porque seguimos en eso. Imaginate un montón de energía de muchas mujeres volcada en un mismo objetivo: es como una explosión. Estas últimas semanas estamos como bajando un poco; mucho de lo que nos propusimos lo estamos logrando. Hay de todo.

J. D. —Cuando la pandemia medio que se acomodó, logramos salir a la escena musical y empezamos a poder tocar, y se dio algo maravilloso: los lugares de donde nos llamaron fueron espacios abiertos, la gente podía vernos, pero también bailar. Y se da esto del teatro Solís, otro plan, que también tiene toda su magia; aun así, decidimos no perder el plan bailongo, pero sí acompañarlo de otro montón de cosas. Se mezcla la danza, el teatro, dimos espacios a las compañeras para que pudieran desarrollar eso, metimos dramaturgia entre medio de algunos de los temas. Muchas veces está pautado quién habla en qué momento, pero otras suele ser espontáneo. Mantenemos la espontaneidad, pero también nos damos espacio para poder desarrollar un guion a partir de una idea y desplegar nuestras elecciones estéticas. Todas estamos un poco en todo. Armamos un espectáculo polentoso con todas las herramientas que tenemos.

—A pesar de los subgrupos, hay diálogo entre todas…

J. D. —Si bien hay subgrupos que se encargan de cosas, siempre intentamos que una o dos veces al mes haya una puesta en común, y creo que es un espacio que está buenísimo porque, mal o bien, todas logramos proyectar nuestras ideas y volcarlas, tanto desde lo musical como desde lo estético. Es un proyecto en el que dan ganas de quedarse y seguir proyectando cosas.

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