Hoy diríamos, «¿Qué onda, Clarissa Dalloway?». Y, como no queremos comprometer una respuesta, podríamos contestar: «Dijo que compraría ella misma las flores». Estamos en junio de 1923, en el día en el que Clarissa Dalloway dará una fiesta y Septimus Warren Smith terminará con su vida.
La señora Dalloway (1925) es la cuarta novela de Virginia Woolf, pero Clarissa ya había aparecido diez años antes en la primera, Fin de viaje (1915). En ella, los Dalloway suben a prepo a un barco que los llevará a Sudamérica, una prepotencia muy distinta a la que nosotros, los de a pie, podríamos aplicar y que suele encontrar resistencia y desagrado. A los Dalloway las puertas se les abrían porque portaban una carta de lord Glenaway y, como Richard había sido elegido una vez miembro del Parlamento y Clarissa...
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