«Amalia de toda mi alma, de toda mi vida, de todo mi corazón, tesoro único del mundo, quiero decirte, de una vez por todas, que nunca suprimas nada de tus cartas; cuéntame todo sin miedo».1 Esta misma intensidad en el reclamo emocional de Felisberto Hernández quizás haya sido uno de los motivos por los que Amalia Nieto (1907-2003) finalmente decidió destruir las cartas que envió entre 1935 y 1938 a aquel joven y talentoso pianista –y a la postre famoso escritor– con quien se casaría, tendría una hija y se separaría algunos años más tarde (1942). Desatendiendo aquellos amorosos ruegos de Felisberto, Amalia terminó por suprimir todo en su parte de la correspondencia –que sospechamos igual de apasionada–, salvo los dibujos que recortó y guardó.
Sergio Elena, nieto de Amalia y Felisberto y cur...
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