A fines de los noventa, la imagen de Natalia Oreiro generaba furor en los grandes culebrones de la televisión argentina. El éxito y la mediatización la empujaron al canto, y el canto, a recorrer el mundo. Extrañamente donde pegó más fuerte –y aún continúa la locura– fue en Rumania, el noveno país más grande de la Unión Europea.
Poco se conoce de Rumania por estas latitudes; tal vez los personajes más populares sean la ex gimnasta Nadia Comaneci –la mejor de todos los tiempos– y el mismísimo conde Drácula, protagonista de la novela homónima de 1897, del escritor irlandés Bram Stoker.
Si bien se trata de ficción, popularmente se dice que Stoker se inspiró en la figura del príncipe Vlad Draculea, quien se hizo conocido por los métodos que utilizaba para castigar a quienes no cumplían con las leyes o consideraba enemigos, ya fueran hombres, mujeres o niños. Se le atribuye el exterminio de entre 40 mil y 100 mil personas entre 1456 y 1462 por medio del empalamiento masivo. La imagen del príncipe está rodeada de mitos; el que le dio el sello vampiresco dice que una vez que culminaba un empalamiento, bebía de la sangre de su víctima en una copa, mientras comía frente a ella.
Con semejante personaje inspirador, Stoker encontró un lugar ideal para darle vida al vampiro; el castillo de Bran, una fortaleza medieval ubicada en Transilvania, y por cuyas habitaciones Natalia Oreiro supo correr dramáticamente como una doncella en apuros, durante el rodaje del videoclip de la canción “Cómo te olvido”.
A pesar de que los actuales propietarios del castillo enfatizan que la propiedad no tiene nada que ver con la ficción, ha servido de atractivo para el gobierno, quien lo ha utilizado para atraer a turistas de todo el mundo que pasan por allí, recorren un área en una visita guiada y se llevan como souvenir desde un llavero hasta una remera con la imagen de la edificación.
Curiosamente, cada poco tiempo aparecen rumores de venta, y los ofertantes son cientos. La semana pasada volvió a suceder; el sitio para viajeros Travel and Leisure largó el rumor de que la propiedad se ofrecía en 66 millones de dólares, lo que fue inmediatamente desmentido: “Estos informes, como tantos otros en relación con la posible venta del castillo de Bran, están todos basados en diversos artículos entre 2007 y 2009, la mayoría de los cuales son total o parcialmente erróneos. El castillo de Bran, no está en venta”, aclaró Alexandra Cojanu, vocera de la familia ocupante, al Express de Inglaterra.
Su dueño, desde 2009, es la familia real formada por el duque Domingo y sus hermanas las archiduquesas María Magdalena e Isabel de Habsburgo, quienes rondan los 70 años y, según denuncia The Telegraph, no fueron capaces de soportar el monumento turístico y adecuarlo a las necesidades del siglo XXI, ya que necesitaría reparaciones en 57 habitaciones, así como regularizar el agua corriente.
A pesar del abandono, la familia y el gobierno se habrían negado a venderlo en varias oportunidades. La oferta más importante fue la de un multimillonario ruso, Román Abramóvich, quien se mostró dispuesto a desembolsar 56 millones de dólares, pero la transacción nunca se concretó, ya que el gobierno espera convertir la propiedad en un parque temático dedicado a la figura de Drácula.
Como ocurrió con el mito del mismo Draculea, los mitos sobre la venta revelan más acerca de las personas interesadas que sobre el propio castillo. La idea de vivir en una propiedad espeluznante, en las inmediaciones de un bosque, en la cima de una colina, de cuyo ex propietario se dice que fue un monstruo asesino que por las noches chupaba la sangre de inocentes es demasiado buena como para abandonarla fácilmente.