La hipótesis cisplatina - Semanario Brecha
Adelanto de Genealogía crítica de un territorio, de Juan Pedro Urruzola

La hipótesis cisplatina

Urruzola reflexiona en este libro, de pronta aparición, sobre el proceso de conformación territorial de la banda norte del Plata.

Escudo de la Provincia Cisplatina

En una carta al delegado Miguel Barreiro, en enero de 1816, Artigas le asegura que «los Portug.s se nos acercan con movim.tos q.e no pueden menos q.e exitar ntro. cuidado. Ya sea intereses de aq.a Corte, ya esfuerzo delos emigrados, ya intrigas de Buenos Ay.s lo cierto es q.e se vienen, y debemos prepararnos» (Archivo Artigas, XXII).

Cuando aún no había transcurrido el primer año del nuevo gobierno de la Provincia Oriental, la alianza opositora regional que se propuso erradicarlo se insinuaba claramente en el horizonte. Incluía a la corona portuguesa y sus tradicionales ambiciones fronterizas, a la antigua capital virreinal y su oposición radical a todo atisbo federal y a los activos patricios montevideanos, emigrados o no, cada vez más preocupados por el arreglo de sus campos.

El rechazo categórico a la figura de Artigas se transformó, para todos ellos, en un patrimonio compartido. Los portugueses, más allá de su tradicional interés por llevar la frontera al Río de la Plata, invocaron la revolución anarquista y su temor al contagio como fundamento central de la invasión. Contaron con el beneplácito implícito de las autoridades bonaerenses, particularmente preocupadas por los campos de varios connotados patricios y la amenaza creciente representada por Artigas y su proyección federal.

El memorándum elevado a la corte lusa por el embajador de las Provincias Unidas, Manuel José García, en abril de 1816, con recomendaciones para el desarrollo de la inminente invasión de la Provincia Oriental, no deja ningún lugar a dudas. «El Gobernador llevará el encargo particularisimo, y reservado de no resolver las questiones sobre devolución de propiedades, y demas variaciones ocurridas en las Haziendas, durante la revolucion. Estas reclamacio.s pueden reservarse, para el tiempo de la pacificación total, 1º, p .r q .e su resolución sería peligrosa creando descontentos. 2º p.r q.e se necesitan conocim.tos mui exquisitos p.a no exponer la justicia. 3º Porq.e la esperanza en el Poseedor de conservar, y en el Propietario de recobrar su dominio, hara decidir á unos, y otros en favor de S.M mucho mas, si se anuncia, como un mérito, p.a ser atendidos, los servicios q.e cada uno preste á la pacificación de la Provincia» (Archivo Artigas, XXX).

El apoyo del patriciado montevideano a la invasión portuguesa, además de explícito, fue militante. Las autoridades no disimularon sus expectativas. El 20 de enero de 1817 recibieron y festejaron a los invasores como verdaderos salvadores. «Entró en esta plaza dé Montevideo solemnemente el general én gefe Barón de la Laguna, en medio de la Municipalidad y bajo de pálio á la Cabeza de su brillante Ejército dirijiéndose á la Plaza mayor, y á la santa Iglesia Matriz donde se cantó Misa dé Gracias finalizándose la función con Te-Deum en medio de las aclamaciones y universal regocijo público». Apenas tres días después de tan augusto recibimiento, el Cabildo acordó enviar, «con la reserva q.e exigen las circunstanci.s», una delegación a Río de Janeiro ante el emperador Juan VI con el propósito de suplicarle la incorporación de la provincia a su imperio.

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Ya derrotadas las fuerzas artiguistas y probablemente pensando en su pronto retorno al viejo continente, el monarca portugués encomendó al general Lecor la convocatoria de un congreso representativo de los pueblos orientales con la finalidad de debatir y definir «la futura situación de ese país». En las instrucciones enviadas al barón de la Laguna se proyecta que «siendo una verdad de primera intuición que las cosas no pueden ni deben quedar allí en el estado y modo como actualmente se encuentran, tres son únicamente las hipótesis que es lícito admitir sobre la futura situación de ese país, que hoy se encuentra ocupado por las Armas Portuguesas. Por tanto, o él se une de una vez cordial y francamente al Reino del Brasil, o prefiere incorporarse a alguna de las otras Provincias, o finalmente se constituye en Estado Independiente».

Lecor realizó su tarea con mucho esmero. Para ello contó con la colaboración de un selecto grupo de patricios montevideanos que se prestaron gustosos a simular la legitimidad del llamado Congreso Cisplatino. Este, como era esperable, concluyó proclamando cordialmente su incorporación al Imperio.

Según Jerónimo Pío Bianqui, «para ser Nación, no basta querer serlo; es preciso tener medios con que sostener la Independencia. En el país no hay poblacion, recursos, ni elementos para gobernarse en órden y sosiego: para evitar trastornos de la guerra civil: para defender el territorio de una fuerza enemiga que lo invada, y hacerse respetar de las Naciones. Una Soberanía en este estado de debilidad, no puede infundir la menor confianza; se seguiría la emigración de los Capitalistas; y volvería a ser lo que fué el Teatro de la Anarquía y la presa de un ambicioso atrevido, sin otra ley, que la satisfacción de sus pasiones». Para Bianqui, «no queda pues otro recurso, que la Incorporación á la Monarquía Portuguesa».

Francisco Llambí compartía los temores de su colega y también descartaba por inviables las alternativas representadas por España, Buenos Aires o Entre Ríos. Haciendo prueba de mucho pragmatismo, afirma que «de hecho, nro País está en poder de las tropas Portuguesas: nosotros ni podemos ni tenemos medios de evitarlo». Tanto es así, afirma, que «el primero que pueda contar con cincuenta hombres podrá, desbaratar los mejores proyectos y las mejores ideas».

Según Dámaso Antonio Larrañaga, «nos hallábamos en un estado de abandono. Desamparados de España desde el año catorce, á pesar de los decididos exfuerzos de muchos habitantes de esta Prov.a; Buenos-Aires nos abandonó, y todas las demas Provincias hicieron otro tanto». En lo inmediato propone una consigna muy clara: «Alejémos la guerra, disfrutemos de la Paz y tranquilidad, que es el único sendéro que debe conducirnos al bien público. Consíderemos como un estado separado que debe unirse, conservándole sus Leyes y sus fueros, sus principios, y sus autoridades. Pidamos la demarcación de sus límites segun estaba cuando fue ocupado p.r las tropas Portuguesas: sean sus naturales ó vecinos los que deban obtar á los empleos de la Prov.a; séan ellos sus únicos juezes por quienes sus habitantes han de sostener y defender sus derechos; aspiremos á la libertad del comercio, industria y pastura: procuremos evitar todo gravámen de contribuciones, y finalmente acordemos q.to creamos más útil y necesario para conseguir la libertad civil, la seguridad individual y la de las propiedades del vecindario». Según las actas, Larrañaga fue aclamado por sus compañeros, que luego de escuchar su propuesta afirmaron: «Este es el único medio de salvar la Provincia».

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La inesperada independencia del Brasil provocó que la nueva provincia, con Lecor a su frente, se integrara plenamente al nuevo imperio americano. La novedad aportó sus matices, pero no modificó sustancialmente la ocupación. La apropiación abusiva de tierras realengas, la defensa de los grandes propietarios y hacendados, el reconocimiento de la propiedad colonial y el desconocimiento de los repartos artiguistas siguieron siendo sus pautas básicas. El malestar creciente por los abusos cisplatinos despertó un descontento poderoso que, rápidamente, se tradujo en un nuevo levantamiento.

En agosto de 1825, buena parte de los orientales volvieron a proclamar su condición soberana y la renovación de su vieja adhesión a las Provincias Unidas del Río de la Plata. La guerra entre argentinos y brasileños no se hizo esperar. Indiscutible heredera del viejo conflicto fronterizo entre las coronas española y portuguesa, la nueva contienda concluyó en 1828 con la firma de la Convención Preliminar de Paz. Los ingleses, que ya eran juez y parte, colaboraron de manera decidida en su firma.

Referencias

Archivo Artigas, Comisión Nacional Archivo Artigas, varios tomos, Montevideo, desde 1950.

Larrañaga, Dámaso y Guerra, José, Apuntes históricos sobre la Banda Oriental del Río de la Plata, La Prensa Oriental, Montevideo, 1861.

Pivel Devoto, Juan, «El Congreso Cisplatino», en Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, tomo XII, Montevideo, 1936.

Genealogía crítica de un territorio, Ediciones de la Banda Oriental. 2025. 200 págs. Extracto editado y adaptado por Brecha con autorización del autor.

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