En la última semana, la campaña de la presidenta Dilma Rousseff consiguió frenar el ascenso de Marina Silva y consolidar una ventaja de tres a cuatro puntos para la primera vuelta que se realizará en tres semanas. Incluso para el balotaje reduce la ventaja de Silva, que se sitúa ahora en el margen de error de las encuestas. En suma, la elección sigue abierta, cuando dos semanas atrás todo indicaba que la derrota de la candidata del Partido de los Trabajadores (pt) parecía segura.
La omnipresencia del ex presidente Lula en la campaña, que se muestra a diario en la televisión como si él mismo fuera candidato, es una de la razones de este pequeño viraje, que puede ser trascendental en la segunda vuelta. Sin duda Lula es el político brasileño más popular, uno de los pocos, si no el único, que conserva la capacidad de inclinar la balanza electoral a su favor.
Sin embargo, entre los principales argumentos de la presidenta contra su inesperada contrincante figuran algunos que deben ser matizados. Se dice desde las filas oficialistas que un triunfo de Silva implica el retorno al neoliberalismo, ya que defiende la autonomía del Banco Central que, por tanto, deja en manos del mercado la política monetaria, y que reducirá el peso del Estado y puede poner en riesgo el control del país de las capas de petróleo en aguas profundas. No se dice, sin embargo, que el principal cambio que implicaría la derrota del pt se relaciona con la política internacional y regional, y que los cambios internos serían de menor trascendencia.
LOS EMPRESARIOS CON DILMA. El fragor de la campaña y cierta desesperación ante la posible derrota han llevado a numerosos políticos e intelectuales de izquierda a comparar a Marina Silva con el defenestrado, por corrupción, ex presidente Fernando Collor o a considerarla como una hechura del socialdemócrata neoliberal Fernando Henrique Cardoso. Olvidan que la apoyaron durante las casi tres décadas en que perteneció al pt y durante los cinco años que fue ministra de Lula.
El sociólogo Emir Sader sostiene que la derecha está recomponiendo fuerzas en la región, en base a tres procesos: el papel desestabilizador de los medios de comunicación, campañas de denuncias sobre “supuestas irregularidades” de los gobiernos progresistas y creación de un clima de pesimismo económico, apoyados en el “gran empresariado” y en alianza con Estados Unidos (Alai, viernes 5).
Pero la segunda presentación de cuentas de los candidatos ante la justicia electoral muestra todo lo contrario. La campaña de Dilma creció fuertemente en las donaciones recibidas, alcanzando 123,6 millones de reales (55 millones de dólares); Aécio Neves, del psdb, recibió hasta ahora 44,5 millones y Marina Silva 24,7 millones. Entre ambos opositores recaudaron poco más de la mitad que la presidenta, siendo la diferencia entre Dilma y Marina de cinco veces a favor de la primera (O Estado de São Paulo, viernes 5).
Casi el 40 por ciento de los 200 millones de reales donados proviene de tres multinacionales brasileñas: la constructora oas, el frigorífico jbs y la constructora Andrade Gutierres. Las constructoras se vienen beneficiando del amplio programa de obras públicas encarado por el gobierno y de la participación en grandes emprendimientos en la región sudamericana, como la polémica carretera que atraviesa el tipnis (parque nacional y territorio indígena) en Bolivia, que iba a ser construida por oas hasta que la protesta social forzó cambios en el trazado y en los operadores.
El 77 por ciento del total donado por esas tres empresas fue a parar a las arcas de Dilma. oas donó 20 millones de reales a Dilma, cuatro a Marina y sólo dos millones a Aécio. El frigorífico jbs, el mayor procesador de carne del mundo, que cuenta con millonarios préstamos del bndes, donó 25 millones a Dilma y sólo un millón a las demás campañas.
Según el director de Transparencia Brasil, Cláudio Weber Abramo, el valor total de las donaciones realizadas en esta campaña ya se aproxima al total donado en las dos vueltas de 2010, lo que indica que será la campaña más cara de la historia.
Con estos datos a la vista, no se puede decir que el “gran empresariado” esté dando la espalda al pt y apoyando a la candidata del Partido Socialista. Aun así, algunos grandes empresarios muestran claras señales de distanciamiento del gobierno, como ha sucedido durante los cuatro años del mandato de la actual presidenta.
CORRUPCIÓN Y POLÍTICA EXTERIOR. En los últimos días detonó una bomba que puede modificar la actitud de los votantes. Paulo Roberto Costa, uno de los directores de Petrobras entre 2004 y 2012, fue descubierto como operador de una pandilla que desvió hasta 90 millones de dólares. Desde la cárcel, decidió colaborar delatando a los beneficiarios para disminuir los 40 años de prisión a los que puede ser condenado, en una figura conocida como “delación premiada”.
Hasta ahora mencionó a cinco gobernadores o ex gobernadores, a por lo menos 25 diputados y varios senadores, todos ellos del pt o de sus aliados. Según el periodista oficialista Eric Nepomuceno, “nada de lo que Paulo Roberto Costa confesó fue comprobado, pero hay indicios más que suficientes para que se le dé crédito” (véase nota adjunta). Todos los mencionados tienen pésima reputación, menos el fallecido Eduardo Campos, cuya muerte en accidente aéreo catapultó a Marina Silva como candidata.
Otros analistas, como el sociólogo Rudá Ricci, sostienen que los medios como Veja, que hizo la denuncia, no comprenden, en su ceguera anti pt, que las denuncias por corrupción no tienen en Brasil consecuencias electorales. En 2006, recuerda, una encuesta reveló que 75 por ciento de los brasileños pensaban que la corrupción es normal en política y que si ellos estuvieran en algún cargo también desviarían dinero para sus familias. Por tanto, sostiene, “es posible que las denuncias no tengan repercusión electoral”, como sucedió con el caso del mensalão (rudaricci.com.br, viernes 5).
Aunque casi no se menciona, es seguro que un triunfo de Marina tendrá hondas repercusiones en la política exterior de Brasil, en particular hacia la región. El embajador Samuel Pi-nheiro Guimarães, ex secretario general de la cancillería durante los dos gobiernos de Lula, llamó la atención sobre las consecuencias del triunfo de Silva, quien auspiciaría “otro modelo de inserción internacional, que se traduce en el propósito de debilitar el Mercosur con el pretexto de hacerlo más abierto al mundo” (Carta Maior, sábado 6). El embajador sostiene, además, que “hay intereses de Estados Unidos que fueron perjudicados durante los gobiernos de Lula y Dilma, y es claro que el candidato que más les gustaba era Aécio Neves”. Pero la superpotencia sabe que “en estas elecciones está en juego la vuelta de los procesos para privatizar, parcial o totalmente, las grandes empresas estatales como Petrobras, el Banco de Brasil y el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social”. También cree que se vería perjudicada la integración regional. “Una vez firmado el pacto Unión Europea-Mercosur, al otro día Washington comenzará a pedir igualdad de condiciones comerciales, exigiéndonos un acuerdo de libre comercio. La verdad es que Estados Unidos nunca olvidó el espíritu del proyecto del alca”, piensa Pi-nheiro.