Con germana puntualidad, el parlamento griego aprobó la noche del miércoles 22 las medidas previstas en el acuerdo con el eurogrupo, siguiendo paso por paso la liturgia puesta en escena una semana antes.
Se trata de los proyectos de ley remitidos por el gobierno sobre la reforma del código civil y la directiva europea de saneamiento de bancos, que forman parte del segundo paquete de reformas. De ese modo se incorpora a la legislación nacional la Directiva Europea de Resolución Bancaria (Brrd, por sus siglas en inglés), que garantiza los depósitos bancarios hasta 100 mil euros en caso de quita, que ya fue aplicada en Chipre y que en España entró en vigor el pasado 20 de junio.
La medida supone que los depósitos están garantizados hasta esa cifra, pero que si son superiores pueden sufrir quitas de hasta el 50 por ciento –como sucedió en Chipre–, en tanto los afectados, como contraprestación, recibirán acciones del banco rescatado. En 2014 el Parlamento Europeo decidió establecer un índice jerárquico de acreedores para evitar que el peso de las crisis bancarias recayera en los sectores de menores ingresos. “En primer lugar asumirán una quita los accionistas, los tenedores de deuda junior y senior y los depositantes con importes superiores a 100 mil euros. En segundo lugar, serán los depósitos de particulares y pymes por encima de 100 mil euros los que tendrán que absorber pérdidas, si los accionistas y acreedores del primer grupo han sufrido pérdidas del 100 por ciento” (Cinco Días, miércoles 22).
Una directiva similar entrará en vigor el 1 de enero de 2016 en toda la eurozona. De esta manera la UE consigue que los gobiernos no se hagan cargo de las facturas provocadas por quiebras bancarias.
La reforma del código civil, la otra medida impuesta por el eurogrupo, es mucho más opaca y ha sido criticada por abogados y jueces por la carencia de información sobre los cambios previstos. El punto más polémico y controvertido por las asociaciones de abogados es la eliminación de los testigos en los juicios civiles.
Para evitar que se profundizaran las disidencias en su propio partido, Syriza, Tsipras decidió posponer hasta agosto el trámite parlamentario de otras reformas, como el incremento de los impuestos a los agricultores en un 26 por ciento y la restricción de las jubilaciones anticipadas.
En esta ocasión, 36 diputados decidieron no respaldar las medidas, tres menos que en la votación de la semana anterior. Entre los votos negativos estuvo el de la presidenta del parlamento, Zoe Konstandopulu, quien además declinó presidir la sesión para mostrar su desacuerdo con las medidas. La sorpresa la dio el ex ministro de Finanzas Yanis Varoufakis, que votó en contra de las reformas presentadas el miércoles pasado pero decidió apoyarlas en esta ocasión. El proyecto de ley contó con amplia mayoría gracias a los votos de la oposición: 230 votos a favor, 63 en contra y cinco abstenciones. Ahora comenzará la negociación con el eurogrupo para definir las condiciones del tercer rescate.
OBEDIENCIA DEBIDA. Diez puntos subió el Iva esta semana, del 13 al 23 por ciento. Quizá sea uno de los efectos que más inmediatamente sienta la población, entre las medidas aprobadas el fatídico miércoles 15. Sobre todo porque se trata de un aumento aplicado a productos de gran consumo, como los alimentos envasados, y a servicios como restaurantes y taxis.
Con estos cambios el gobierno proyecta tener un ingreso extra de 795 millones de euros este año y de 2.400 millones en 2016. En paralelo, el lunes 20 Grecia realizó los pagos pendientes por 7.160 millones de euros al Banco Central Europeo (Bce) y al Fondo Monetario Internacional (Fmi), cumpliendo con otra de las exigencias de los acreedores para comenzar la negociación de la deuda. Esos pagos fueron hechos gracias al crédito puente por el mismo monto que el viernes pasado concedió al país la Unión Europea –son las “alternativas realistas y viables”–, con lo que Grecia no ingresó efectivo pero siguió aumentando su deuda.
En el frente interno Tsipras sustituyó a seis ministros y viceministros que habían votado en contra del acuerdo, por miembros de Syriza que están alineados con su nueva orientación. También se especula con la posibilidad de que se sustituya a la presidenta del parlamento, algo que la derecha viene demandando, ya que fue una de las voces más duras contra el acuerdo pese a ser una destacada dirigente de Syriza.
El primer ministro lanzó una suerte de desafío a sus opositores en el seno de su coalición, enfilando en particular sus dardos contra su ex ministro de Finanzas. “Si algunos creen que un plan alternativo de izquierdas es tomar la reserva de billetes del Bce o pagar a los pensionistas con papeles ‘Iou’ en lugar de con sus pensiones, que lo expliquen al pueblo griego y que dejen de ocultarse detrás de mi propia firma”, dijo en respuesta a la propuesta de Varufakis de imprimir una moneda paralela a modo de pagarés, conocida como Iou (I owe you, “te debo”, en inglés), para pagar a funcionarios y jubilados (Publico, miércoles 22).
Tsipras increpa a quienes sostienen que debió aceptar un golpe de Estado. Varios ministros estiman que es casi inevitable una escisión en Syriza. La portavoz del gobierno cree que habrá elecciones anticipadas y ya se barajan fechas que, en todo caso, serían posteriores al congreso partidario que consagraría la división. Es probable que la ofensiva de Tsipras haya influido en el debilitamiento parlamentario de la oposición interna, en la que se registraron tres fugas de diputados en una semana. Si esto fuera así, el presidente tiene el campo algo más despejado para enfrentar los nuevos desafíos.
Pese a todo, las últimas encuestas siguen colocando a Syriza al frente, con un 42 por ciento, el doble que el conservador Nueva Democracia, que gobernó hasta enero pasado, que cosecharía un 21 por ciento. De alcanzar ese nivel, la coalición de Tsipras llegaría a los 164 escaños, frente a los 149 actuales, obteniendo así la mayoría absoluta. Respecto a si salir o no del euro, 73 por ciento de los griegos siguen apostando a la moneda europea, frente al 20 por ciento que quiere el retorno al dracma. Pero se trata de cifras que pueden variar en días o en horas, según se desarrollen los hechos.
Para tener una idea del estado de precariedad de la economía griega, estos días trascendió que el gobierno se ha visto obligado a poner en venta más de 1.200 islas para conseguir 54.139 millones de dólares. Según Hispan TV, la isla Omfori fue tasada en 61,9 millones de dólares, Dulichium en 49,5 millones de dólares, mientras que a Aegean la venden por 43,3 millones de dólares. Todas ellas en el Mar Jónico.
CRISIS DE CREDIBILIDAD EUROPEA. Consumado el expolio, el debate comenzó a centrarse en las repercusiones que tendrá el chantaje del eurogrupo a Grecia sobre la continuidad de la Unión Europea y del euro. Según el economista James Galbraith, asesor de Varoufakis, el Banco Central Europeo se comportó como “sicario de los acreedores”, cometiendo un “acto de notable brutalidad” contra Atenas. La consecuencia de este manejo de la deuda griega es, en su opinión, la crisis inevitable de la eurozona, porque “la gente no reaccionará bien ante una Unión Europea basada en la coacción y el chantaje” (Sinpermiso, 17-VII-15).
Para otros, como el Nobel Paul Krugman, se trata de una victoria pírrica de la hegemonía alemana que terminará hundiendo al euro y al proyecto europeo. Un sentimiento que puede fortalecer a las opciones antieuropeas, los denominados “euroescépticos”, en general situados en la extrema derecha. Es el caso de Marine Le Pen, líder del francés Frente Nacional, así como la italiana Liga del Norte, que ven crecer sus posibilidades electorales, además de los griegos de Amanecer Dorado. En Finlandia, donde la ultraderecha de Auténticos Finlandeses creció hasta el 18 por ciento del electorado e ingresó al gobierno, se recogen firmas para convocar un referendo para la salida del euro.
La impresión es que la unidad europea está atada con alambre. Es precaria, cada día tiene menos apoyos y más amagues de fugas. El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos sostiene que “después de esta experiencia, cualquiera que sea su resultado, Europa no será más la Europa de la paz, la cohesión social y la democracia. Será el epicentro de un nuevo despotismo occidental, rivalizando en crueldad con el despotismo oriental estudiado por Karl Marx” (véase columna adjunta).
UNA IZQUIERDA DE NUEVO TIPO. De Sousa, referente de los movimientos altermundialistas, cree que es necesaria una nueva izquierda para afrontar los nuevos tiempos. “Esto implicará mucho coraje, mucha audacia y mucha creatividad”, advierte. Sin embargo, los caminos que están transitando esas nuevas izquierdas, en particular la española y la griega, parecen reproducir los mismos moldes de las viejas izquierdas socialdemócrata y comunista. Con matices, no parecen haber comprendido la magnitud del viraje que viven Europa y el mundo. De algún modo, los cambios remiten al período de entreguerras, cuando colapsaron las democracias liberales ante el ascenso de los autoritarismos.
Una pregunta se impone. Si la deuda griega es impagable, porque con menores ingresos de la población trabajadora no habrá recuperación, ¿qué busca la troika cuando impone sus medidas de austeridad sin límite? Todo indica que está diciéndoles, a españoles, portugueses, franceses e italianos (pero también a los alemanes) que la soberanía nacional es cosa del pasado. Que los acreedores van por los bienes públicos, que es lo que hasta ahora diferenciaba a Europa de Estados Unidos y del resto del mundo.
El historiador catalán Josep Fontana, uno de los más sólidos intelectuales de la península, publicó un breve artículo sobre la actualidad titulado, contra cierto sentido común, “La lógica del campo de concentración” (Sinpermiso, 19-VII-15).
Fontana sostiene que las últimas investigaciones sobre el Holocausto le permitieron comprender que los campos no eran sólo, y tal vez no principalmente, lugares de exterminio, sino “organizaciones industriales gestionadas con criterios económicos peculiares pero muy racionales para obtener los máximos beneficios”. Repasa someramente cómo “hasta la aniquilación de los judíos se pensó con criterios de rentabilidad”. Antes de su eliminación final se los hacía trabajar hasta la extenuación en minas de carbón, granjas, canteras, industrias de armamento, entre otras. El centro de su argumentación, que por cierto mueve a espanto, consiste en resaltar “las semejanzas que hay entre la lógica de los campos de concentración y las políticas de austeridad que nos imponen”. Argumenta que la lógica es la misma: “minimizar los costes del trabajo y eliminar el derroche de recursos que significa mantener a quienes no están en condiciones de producir”. Es lo que se persigue en la UE, dice, por ejemplo con la flexibilidad del empleo.
Fontana da un paso más al advertir que “eliminar a los que ya no son productivos se realiza discretamente con la rebaja de las pensiones”. Vale recordar que la mitad de los jubilados griegos están hoy bajo el umbral de pobreza, dato que permite aquilatar la veracidad del argumento. La eliminación de los jubilados (incluso acelerada con el copago de los medicamentos) es un mecanismo lento, “pero mucho más limpio que quemar en un horno”.
¿Qué pasaría “en el campo de concentración en que se ha convertido Grecia” si, como se propone la Reserva Federal, en los próximos meses suben los tipos de interés que ahora están próximos a cero? Las deudas de España, Portugal, Francia e Italia serían impagables. Además de las deudas de medio mundo, incluso de quien posee la máquina de imprimir dólares.
La conclusión de Fontana está cantada: “No es todavía exactamente como el campo de concentración, pero a medida que aprenden se parece cada vez más”. Es la servidumbre por deudas, que al economista Michael Hudson, ex asesor de Wall Street, le recuerda al sistema feudal. En su codicia, la elite “no pretende compartir poder sino reafirmar valores preindustriales y feudales y retroceder a la servidumbre por deudas de la población trabajadora” (Sinpermiso, 3-IX-08).
Tal vez esta sea una pista para comprender el tipo de izquierda necesaria, en un período en el que los países-campos de concentración no serán la excepción, sino la norma, hasta que no sea derribada la oligarquía financiera dominante.