Sucedió en el recién reinaugurado estadio Atilio Paiva Olivera, de Rivera. El partido se iba y Argentina avanzaba a semifinales, pero llegó un centro al área, el nueve norteño la bajó con la mano de forma cuasi obscena para luego cruzar el balón ante la salida del arquero Cristante.
El árbitro (un peruano de apellido Tejada) miró al línea para chequear la posición del goleador, por lo que no llegó a divisar la mano que habilitó el alargue y luego los penales que depositaron a Brasil en las semifinales.
Afortunadamente Harry Álvez le contuvo el penal decisivo a Tulio en la final del torneo que Uruguay hizo suyo de la mano de los hoy entrenadores de los equipos grandes y de Enzo Francescoli, que por aquellos años previos a la creación de Tenfield todavía era querido.
Una vez retirado, Tulio (que jura haber anotado casi mil goles en su carrera) se convirtió en activista de los derechos de los futbolistas gay, erigiéndose en algo así como el Manolo Neuer brasileño.