“(…) pero ni siquiera entonces nos atrevimos a creer en su muerte porque era la segunda vez que lo encontraban en aquella oficina, solo y vestido, y muerto al parecer de muerte natural durante el sueño, como estaba anunciado desde hacía muchos años en las aguas premonitorias de los lebrillos de las pitonisas” (El otoño del patriarca, Gabriel García Márquez).
Así fallece el patriarca otoñal de esa novela. Y así –como si muriera en uno de sus libros– falleció García Márquez: tras varias falsas alarmas, poderoso y solo (como nos morimos todos), y anunciado su deceso por presagios funestos. La noche del 15 de abril pasado, dos días antes de su muerte, ocurrió un eclipse de luna roja, voceado con alardes de apocalipsis. Aquella luna sangrienta imitó a sus ficciones donde los desastres siem...
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