La niña y el papa - Semanario Brecha

La niña y el papa

Una niña filipina dejó sin respuestas al papa: “Hay muchos niños rechazados por sus padres, hay muchos que se convierten en víctimas y les pasan muchas cosas horribles, como la droga y la prostitución. ¿Por qué Dios permite que pasen estas cosas, aunque no sea culpa de los niños? Y, ¿por qué hay tan pocas personas que nos ayuden?”.

En una misa multitudinaria en Manila, capital de Filipinas, a la que concurrieron unos seis millones de personas, surgió una pregunta inesperada e incómoda, de esas que podrían remover y hasta cuestionar la propia fe a muchos creyentes.

Una niña filipina de 12 años, que fue salvada de vivir en la calle por una casa de acogida, le leyó al sumo pontífice, entre llantos, preguntas que había preparado para la ocasión y que helaron al gentío: “Hay muchos niños rechazados por sus padres, hay muchos que se convierten en víctimas y les pasan muchas cosas horribles, como la droga y la prostitución. ¿Por qué Dios permite que pasen estas cosas, aunque no sea culpa de los niños? Y, ¿por qué hay tan pocas personas que nos ayuden?”.

Azorado, el papa Francisco no supo qué responder y más adelante se limitó a darle un abrazo a la niña. Descartó el discurso que tenía preparado e improvisó otro, en el que dijo que “ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta”.

La pregunta en realidad podría tener respuesta, pero no parece tenerla desde una cosmovisión en la que se habla de un dios omnipotente que es amor y que vela por el cuidado de todos. Si efectivamente un dios existiese, más bien sería muy boludo, muy apático o muy descuidado en sus tareas. O quién sabe, a lo mejor tan sensible a la temática que ni podría enfrentarla y debiera mirar hacia otro lado. Pero de una manera u otra, de tener el poder para revertirlo y no hacerlo, se trataría de un reverendo hijo de puta. Es de suponer que la niña estuvo mal, porque cuestionar asuntos como la prostitución infantil no es propio de un fiel que comprende cabalmente que algunos designios deben permanecer inescrutables.

Los que le responderíamos a la niña con una simple negativa a la existencia de Dios igual nos llevamos la pregunta a casa, porque de cualquier manera está claro que abundan en este mundo poderes inmensos regidos nada menos que por seres humanos, con la capacidad de revertir situaciones de este tipo o, simplemente como sugiere la niña, de “ayudar” a los que se encuentran allí. Pero esta vez no hay nada de enigmático o de inescrutable, simplemente se trata de asuntos que no son de la incumbencia de esos grandes poderes. Y a quién se le ocurriría exigirles a ellos un accionar al respecto. Es mejor pedírselo a “Dios”.

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