La oscuridad del mundo - Semanario Brecha
Música. Dillom en sitio

La oscuridad del mundo

↑ SITIO, MAURICIO RODRÍGUEZ

Sitio es un nuevo centro de espectáculos ubicado dentro del Velódromo, un espacio cerrado e itinerante que permite la realización de eventos multitudinarios sin la necesidad de contar con un clima que acompañe. Es viernes 16 de agosto y estoy ahí, en la carpa, entusiasmada y pronta para ver a Dillom, uno de los artistas más importantes del trap argentino, que presenta su último disco, Por cesárea. Soy una visitante, una espectadora de un fenómeno del que no me siento parte, pero que me interesa. Hace frío, es de noche, y tengo expectativas de ver al pibe que versionó «Sr. Cobranza» en el Cosquín Rock y cambió la letra para decir: «A Caputo en la plaza lo tienen que matar». ¿Será que voy a ver un nuevo tipo de música política? Ojalá.

Rodeado por diversos elementos escenográficos y de utilería, con una enorme pantalla en el fondo, a las 21.10 aparece en el escenario. Su verdadero nombre es Dylan León Masa. Tiene
24 años, se niega a ser encasillado dentro de un género –tiene razón, su planteo del trap tiene mucho que ver con el new wave punk metal– y presenta su disco acompañado por una banda que incluye un bajista que toca el bajo y un sintetizador Midi, desde donde tira pistas, un batero con batería analógica y octapad, un guitarrista que toca la eléctrica con pedalera y al propio Dillom, que está a cargo de la voz y que, a veces, toca su propia guitarra eléctrica.
El sonido de la amplificación está tan fuerte que me resulta imposible escuchar las letras. Es insoportable, no entiendo nada. Está pensado solo para fanes, porque lo vocal está mezclado de manera casi nula, bien por debajo de los instrumentos. Quizás tiene que ver con que Dillom está enfermo, se nota que su capacidad de afinación no se encuentra al cien por ciento. De todos modos, la energía del público sirve para calentar la noche fría y convierte el espacio en un sitio lleno de entusiasmo.

Imágenes que dan miedo. La música es oscura, la vibración es oscura, el pibe juega a ser realmente oscuro. Como si se tratara de una película de terror, la invitación es a gozar de una comunión densa, solemne y monstruosa. La atmósfera remite, sin lugar a dudas, a la parte más turbia del rock de los noventa, pero también a los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. Aunque, claro, sin una gota de calentura latina ni de swing. La oscuridad es dura en serio, no hay un gramo de esperanza. Las canciones se suceden entre el griterío, y siento con claridad que me pierdo de algo. La juventud tan total del pibito trae consigo, aun a su pesar, una ternura de barrio que es incapaz de esconder. Menos mal.

Reconozco la canción «Muñecas» del disco Por cesárea, que escuché varias veces antes de venir al toque, interesada porque en ella Dillom se pone en la piel de un femicida. Canta la parte que más me llamó la atención: «Tenía pendiente tenerte en frente y con tu sangre llenar un recipiente. Quería romperte, quemarte, pegarte fuerte, un poco disfruté de ver tu cuerpo inerte. No puedo evitar hacerte esto, aunque lo intente, hay problemas que solo los soluciona la muerte». Pienso que debería escribir sobre eso, sobre si tiene sentido o no que un pibe cante poniéndose en la piel de un femicida, sobre si eso que hace debe considerarse una acción política progresista o regresiva. Me paso el resto del concierto pensando en eso, mientras todo sigue sonando realmente fuerte y entiendo que no es para mí. El pibe es tierno y también me da miedo.

El lugar está bueno y la gente está de fiesta, pero él no puede más de cansancio, está muerto, desafina hasta para cantar el feliz cumpleaños. Aguanta a lo argentino, poniendo huevo, y a mí no me alcanza. Pero la botijada grita y aplaude, feliz. Sé dos cosas: que Dillom es valiente y que me siento vieja. Mientras busco un taxi, mi ironía feminista no se amilana y pienso: ¡qué sabrá este gurí lo que es parir por cesárea! Cartón lleno: más boomer y uruguaya que yo no se consigue.

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