Si le hubieran hecho caso a Hernandarias, seguramente otras aves cantarían. Menos variadas, más tímidas. Sería imposible cruzarse con un churrinche, por ejemplo. Hace 415 años, cuando el gobernador del Río de la Plata cruzó a la «banda norte» de esa corriente para «ver y tantear» aquella tierra inexplorada y «con el cuidado […] de descubrir un puerto de mar», se detuvo ante la desembocadura del río más caudaloso que había hallado hasta entonces. Su configuración era alentadora. Sondeó su profundidad y le pareció suficiente. Incluso tenía una isla desde donde defender la entrada. «En suma –escribió Hernandarias al rey–, me parece uno de los mejores puertos y de mejores calidades que se debe de haber descubierto, porque además de lo dicho tiene mucha leña y pueden entrar los navíos muy cerca...
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