En junio del año pasado el papa Francisco se expresaba sobre una sonada temática sumamente discutida: la existencia de un “lobby gay”, una suerte de red homosexual compuesta y propiciada por altos mandos de la Iglesia Católica. “Cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de ser gay y el hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? (…). El problema no es tener esta tendencia (…). El problema es hacer un lobby.” El novedoso y tolerante discurso del papa con respecto al tema es una de las razones por las que muchos consideran a Francisco el “papa progre”. Su predecesor, Benedicto XVI, decía directamente que “la homosexualidad es algo que está contra la naturaleza”, y Juan Pablo II que era “moralmente inadmisible”. En comparación, sin dudas se dio un paso adelante.
Pero hay algo que llama la atención, la expresión lobby acompañada de “gay” y el énfasis en que su existencia sea de por sí algo negativo. Un lobby supone, por definición, la existencia de un grupo de presión dirigido a influir en beneficio de determinados intereses comunes. Pero la homosexualidad no trae aparejada de por sí una ideología, ni valores específicos que puedan incidir en una dirección predeterminada, salvo, quizá, para promover una mayor tolerancia hacia quienes la practican. De ser así, ¿sería este lobby algo negativo? La expresión, acuñada desde hace años, da muestra de cierta fobia, como si la homosexualidad en la Iglesia fuese una suerte de logia, o una plaga contagiosa de la cual prevenirse.
Si bien las “vatileaks” en su momento supusieron un importante dolor de cabeza para el Vaticano, propiciando incluso la renuncia de Ratzinger, la nueva noticia no debe de trastocarlos menos: la Arquidiócesis de Taranto recogió el mes pasado la denuncia de un particular sobre una red de curas participantes en orgías homosexuales, con abundante material probatorio que incluye videos, fotografías y conversaciones a través de Skype y Facebook, y que involucra a sacerdotes no sólo del clero tarantino, sino de toda Italia, incluso en episodios de prostitución. Uno de los sacerdotes en cuestión ya fue desvinculado de sus funciones por la Arquidiócesis.
No faltan quienes aducen que son simplemente las mismas cosas que los curas han hecho a lo largo de los siglos, con la diferencia de que esta vez están filmadas. Se trata de otra espina para una Iglesia que intenta llevar adelante sus cada vez más irrisorios esfuerzos por mostrarse inmaculada, y que seguirá teniendo problemas para hacerlo mientras no asuma que está compuesta por seres humanos provistos de necesidades sexuales. Y que la única plaga, la única aberración, es la castidad.