Alejandra Dandan*
La causa del Ingenio Ledesma incorporó una nueva prueba: el certificado del registro de propiedad de un petit hotel de la calle Azcuénaga 1673, en Buenos Aires. El petit hotel es un lugar legendario en la historia de las articulaciones políticas previas al golpe. Dio nombre al llamado Grupo Azcuénaga, creado en 1973, desde donde tras la muerte de Perón salió la “mesa chica” de los intelectuales orgánicos de la dictadura nucleados en lo que se conoció como “Grupo Perriaux”. Según el registro, entre 1971 y 1977 la residencia perteneció a Carlos Pedro Blaquier. La Cámara Federal de Salta acaba de confirmar el procesamiento del dueño del Ingenio Ledesma en Jujuy por complicidad con crímenes de lesa humanidad. En su indagatoria, Blaquier negó conocer el llamado Grupo Azcuénaga. El documento, que muestra su relación con la casa de la calle Azcuénaga y por lo tanto con ese grupo, refuerza las pruebas de su vínculo con el gobierno militar, al mostrar su compromiso con “el grupo de apoyo y sostén teórico de la dictadura” de la que se aprovechó económicamente.
Lejos de Jujuy, el impulso que tenga la investigación a partir de esta nueva prueba puede a su vez servir en Buenos Aires para destrabar otra causa que se tramita sin pena ni gloria desde los años ochenta. Se trata de la que intentó “desentrañar la complicidad civil” en la “rebelión” o golpe de Estado de marzo de 1976. La causa tuvo un avance en 2007 y un dictamen en 2011 del fiscal Federico Delgado, quien intentó darle algo de movimiento aunque aún no lo logró.
El Grupo Azcuénaga y el Grupo Perriaux formaron parte de una serie de clubes y ateneos que emergieron con distintos nombres –y, a grandes rasgos, con los mismos integrantes– a partir del primer peronismo. La historia de esas trayectorias fue reconstruida, entre otros, por Vicente Muleiro en su libro 1976. El golpe civil. Sus datos integran el análisis jurídico que hizo la justicia federal de Jujuy para reconstruir las características del contexto histórico en que el Ingenio Ledesma aportó camionetas para los secuestros de marzo y julio de 1976.
Quienes aparecen en ambos grupos son funcionarios de las distintas dictaduras o empresarios que integraron grupos de lobby antes y después del golpe de marzo de 1976. Forman parte de lo que algunos describen como el sistema de “puertas giratorias”: un mecanismo que siempre dejó puertas abiertas y cruzadas entre los grupos económicos y el Estado. Como indica uno de los investigadores de la causa en Buenos Aires, “a vuelo de pájaro y sin mayor rigor metodológico, esos ‘civiles’ son los mismos que protagonizaron el proceso de la deuda externa y los que, a la hora presente, están ligados al último canje de deuda y a los litigios que hacen bailar al país en Nueva York”.
“El Grupo Azcuénaga se conforma en 1973 –dice Muleiro– con el gorilaje desorientado tras el rotundo triunfo del peronismo. Daban charlas, conferencias, y había reuniones semanales con debates de dos horas. Pasaban unas 40 personas: abogados, militares, periodistas. A medida que el gobierno peronista, tras la muerte de su líder, entra en crisis y se debilita, la actividad del grupo se acelera. Uno de los contertulios era Jaime Perriaux, que saca de allí una ‘mesa chica’, que se reúne en Recoleta, donde sale la pata civil del videlismo con eje en José Alfredo Martínez de Hoz.”
Perriaux era abogado, pero suele ser retratado como un intelectual conservador, operador de acuerdos políticos, con dotes de filósofo, amigo y representante en Buenos Aires de Ortega y Gasset y alterado en el contexto de los setenta por “el ascenso del movimiento de masas”. Hombre de fortuna, fue representante de una empresa alemana llamada Staud y Compañía, cruzada por sus relaciones con el nazismo. Amigo de José Alfredo Martínez de Hoz, fue además una figura clave en los acuerdos y consensos políticos entre los sectores de la derecha y el ala militar videlista antes del golpe. En esa “mesa chica” había otra figura clave: el general retirado del Ejército Hugo Mario Miatello, muy amigo de Videla, que había sido jefe de Inteligencia del Ejército en 1970 y jefe de la SIDE entre 1971 y 1973.
Es siguiendo el camino de estos dos nombres y los de la “mesa chica” que el libro va describiendo en clave de prueba la intervención de los civiles en el golpe y revisa las políticas de desgaste aplicadas al gobierno peronista impulsadas desde las organizaciones empresarias, los lockouts patronales, la construcción de consensos o la legitimación del golpe desde las usinas políticas y sobre todo desde los medios de comunicación. n
* Periodista del diario Página 12.