Hace poco más de un siglo Henry Ford elevó los salarios de sus obreros de las plantas de montaje hasta cinco dólares diarios, el doble de lo que percibían, para que pudieran comprar el modelo T que fabricaban y reducir también la rotación de sus empleados por el cansancio y la monotonía en la cadena. “Salarios altos promueven la prosperidad del país”, dijo Ford. El empresario más emblemático del ascendente capitalismo estadounidense sería hoy el hazmerreír de sus pares que sueñan con un mundo donde sólo existan consumidores y ya no más trabajadores.
La multinacional Adidas quiere prescindir de la mano de obra en la fabricación de sus próximos modelos de zapatillas deportivas running. El objetivo es obtener mayores beneficios, ajustarse a los gustos de los consumidores y agilizar los procesos. El problema de Adidas, así como el de otras marcas deportivas, es el aumento de los costes salariales en las fábricas asiáticas –y en particular chinas–, ya que los gobiernos están exigiendo mejores condiciones laborales. Ni cortas ni perezosas, están pergeñando nuevas formas productivas cuando los miserables salarios que pagan les empiezan a parecer demasiado elevados.
Días atrás Adidas presentó el concepto Speedfactory, una fábrica compuesta únicamente por robots que ya se ha instalado en Ansbach, Alemania. La cadena de producción está equipada con tecnología capaz de producir de forma autónoma artículos deportivos de alto rendimiento a la vez que acorta los plazos de entrega y abarata los precios de transporte, por estar situada en el corazón del consumo.
Se espera que en el primer semestre de 2016 sean comercializados los 500 pares de zapatillas running creadas especialmente para estrenar la nueva fábrica, que deben servir como base de futuras unidades. Una vez superado este primer proyecto, la idea de la compañía es desarrollar el modelo de fabricación a gran escala.
“Estos primeros 500 pares nos ayudarán a establecer el escenario para la producción comercial a gran escala, para que cada consumidor local pueda conseguir lo que quiere, cuando lo quiere y más rápido que nunca”, explicó la empresa en un comunicado. Para 2017, si el modelo resulta exitoso, el sistema podrá extenderse a otros países de Occidente.
Si la utopía de los obreros, una sociedad igualitaria, parece cada vez más lejana, la utopía del capital parece estar a la mano: un mundo sin obreros. Por ende, un mundo casi sin seres humanos productores, donde todo sea consumo y acumulación de riquezas.