“Un nuevo despertar”
No será ésta la primera película que anuncie el resto de la trama en la escena inicial. Las hay más sutiles y otras más explícitas, como en este caso. Al Pacino es Simon Axler, actor de teatro añoso, ególatra y atormentado. Recita un soliloquio frente al espejo previo a salir a escena (y en la película antes de los créditos de inicio, una simetría de manual) que comienza con “El mundo es un escenario en el que hombres y mujeres somos meramente actores”, y sigue, mientras la cámara va y viene del espejo, con “¿tú crees eso? ¿eres honesto? ¿te estás engañando a ti mismo?”. Bien, ya tenemos una pista de que vamos a dudar sobre qué es real y qué no, pero como si eso no bastase, el actor repite exactamente el mismo parlamento hasta que es llamado a escena. La pista ahora es confirmación: la película dirigida por Barry Levinson (Buenos Días, Vietnam, Rain Man) comienza a jugar con el verdad/mentira a través de la vida de Simon y hace entrar y salir a esos hombres y mujeres que son “meramente actores”. En la realidad, la ficción (y en la ficción dentro de la ficción) Simon no admite otra posibilidad que ser el actor principal. Por eso no soporta ver un espectador que mira su celular en vez de mirarlo a él y se para dramáticamente en el proscenio para arrojarse al foso de la orquesta. Esa muerte del personaje, esa “humillación” que viene desde el título original, llevará a Simon a querer dejar de actuar sobre las tablas y comenzar a engañarse a sí mismo, porque de ahí en más no hará otra cosa que actuar. Claro, Simon es Al Pacino, un intérprete aún carismático y enérgico para el que estos roles de artista atormentado y en retirada parecen hechos a medida. Esta obra no le plantea grandes desafíos y la llena a base de oficio (a nadie asombra ya que la generación del Actors Studio que copó la pantalla desde fines de los 60 –De Niro, Hoffman, el mismo Pacino– la lleve sin despeinarse repitiendo fórmulas una y otra vez, aunque siempre susciten interés). Sin embargo, la mencionada idea cada vez más deslucida y subrayada –que parte de un guión firmado por el veterano Buck Henry, aquel que ideó junto a Mel Brooks al Super Agente 86 y fue guionista de El Graduado, con el debutante Michal Zebede sobre novela de Phillip Roth– gana en intensidad cuando los secundarios entran en juego. Primero lo hace la encantadora Greta Gerwig como Pegeen, ahijada eterna y platónicamente enamorada de su padrino actor famoso, que ahora es una mujer joven, atractiva y lesbiana. ¿Es real? No importa mucho si en definitiva entra en la vida de Simon de prepo y lo saca de esa zona de confort. El personaje es pretexto para que entren y salgan de escena ex y futuros amantes de ella, su impetuosa madre –también actriz–, un psiquiatra que atiende al actor por Skype y un agente que le aplaude cualquier idiotez que haga o diga la estrella. El asunto alcanza ribetes tragicómicos que generan algo de empatía y poco más. La iluminación enfatiza, además, cada entrada dramática teatralizando algo que debería ser natural, pero ya fuimos advertidos: el mundo es un escenario. Como Levinson y equipo insisten cada vez más en decirnos que están jugando con lo real y lo imaginado, el desenlace intenso, grandilocuente y a la medida del megalómano Simon termina dando igual. Para ese entonces seguramente los espectadores también hayan chequeado su celular un par de veces.
The Humbling. Estados Unidos, 2014.
https://youtu.be/hQU3YeVhmdk