Largarse a las aguas - Semanario Brecha
Acerca del relanzamiento del Ni un minuto más de dolor ,del trío Travesía

Largarse a las aguas

El 29 de marzo, el sello uruguayo Little Butterfly y el sello español Vampisoul relanzaron el disco de Travesía, que fue producido por el sello Ayuí en 1983. Se encuentra a la venta en todas las disquerías de Uruguay, pero también en Europa, Japón y Estados Unidos. Es el último de una trilogía armada a partir de la repercusión que tuvo la compilación América invertida, en la que aparece una selección de canciones en general poco difundidas de la década del 80.

Cuando bajemos la cabeza mirando la nada en la baldosa del piso del living o cuando apretemos los auriculares a nuestras orejas para escuchar los detalles de un arreglo vocal, ya será tarde para decidir quedarse. La primera palabra del disco del trío uruguayo Travesía es antecedida por lo estático e invulnerable de un mismo acorde tocado varias veces en la guitarra, como si fuera un péndulo. Y anticipándose a la profecía de Juan Cunha, la palabra sale «echando chispas» en su expresión de deseo: «Quiero». Más precisamente, «quiero en este momento quebrar estos vientos y parar, y parar». Así irrumpe en el silencio el disco Ni un minuto más de dolor, de Travesía, integrado en ese entonces por Estela Magnone, Mariana Ingold y Mayra Hugo (más adelante ingresaría Flavia Ripa). Así se escuchaba también en la presentación del disco, casi cuatro décadas atrás, en la oscuridad del Teatro Circular, en el que el público era sorprendido con la guitarra de «En este momento», la que hace un rato me hacía viajar desde el sillón de casa. Esos acordes en la guitarra –que segundos después serían descubiertos como los contratiempos que armaban a escondidas la marcha camión– resonaban entre las butacas y las paredes del teatro. Pero no se trataba de un sonido en vivo, sino proveniente del mismísimo disco, que se reproducía como apertura de la presentación. Valga la aparente contradicción de la pregunta: ¿qué sentirían Hugo, Ingold y Magnone en ese momento al escuchar «En este momento» tras bambalinas? ¿Cómo sonaba el disco en esa sala con el público expectante?

Lo cierto es que, en ese entonces, sucedía algo especial con la presencia de Travesía en el medio musical uruguayo. Ingold comenta: «Comparado con lo que había en el ambiente, nuestro repertorio era distinto. O tal vez la forma de hacerlo». Que era un grupo con una sonoridad propia, inconfundible, no cabe duda. Sus arreglos vocales son el germen expresivo de las canciones, en las que cada verso y cada palabra tienen color y sabor artesanales.

En muchos gestos vocales aparece la práctica coral como experiencia común que las identifica en su recorrido, práctica que supieron absorber y mezclar con múltiples influencias y mucha experimentación. Ellas hablan de los viajes a Brasil y la posibilidad de traer discos de allá, de los talleres de composición con Coriún Aharonián, con quien el lugar dado a la escucha musical y la creación seguramente dejó sus marcas. En todas las canciones del disco cantan las tres y las voces solistas son más excepción que regla. En el disco aparecen guitarras, flautas, piano acústico y un teclado pequeño que habían conseguido. En la elección de quién tocaba cada instrumento, había una alternancia que respondía a la tímbrica que elegían para entretejer cada textura junto con las voces.

Tal vez fue la particular personalidad musical de Travesía lo que llevó a Fernando Cabrera a componer la canción «Para», dedicada al trío, y a Jaime Roos, Jorge Galemire y Eduardo Mateo a invitarlas para grabar alguno de los temas de sus discos. Esto también nos habla de la camaradería en la que convivían con las y los cantautores de ese momento, integrándose al movimiento del canto popular en pleno período transicional de la dictadura.

A pesar de que no eran las únicas mujeres en la escena musical montevideana, cuesta bastante encontrar rastros de otras artistas que hayan ocupado algún lugar en los escenarios de la canción en esos primeros años de los ochenta. Allí estaban Laura Canoura, Cecilia Prato, Cristina Fernández, Vera Sienra, Sylvia Meyer, Mariana García Vigil, Susana Bosch y Nancy Guguich. La cantautora Gabriela Posada, quien empezó a componer hacia 1985, dice: «Ni un minuto más de dolor fue un disco impresionante, fundamental para mí. No había muchas referentes y era el summum que tres mujeres compusieran, arreglaran, cantaran canciones de ellas y de otros». Como expresa Posada, las tres cantaban, tocaban y arreglaban todas las canciones, y componían también varias de ellas. En ese disco, de las 12 canciones, Magnone compuso la letra y la música de dos y la música de otras cinco. En la presentación de su disco incluyeron otros dos temas de Magnone, «Yema y candil» y «Desmisterios», y una canción de Ingold, «Cara a cara», que integró luego su primer disco solista, Todo depende.

Las artistas subrayan que todo fue dándose espontáneamente y que no hubo una intención específica de conformar un grupo de mujeres. «Para nosotras, era todo muy natural», comenta Hugo. «Sí, supernatural», confirma Magnone. Y agrega: «Salió de la cocina, de ensayar, juntarnos y probar cosas… salió de las tres, parejo». Y así fue que construyeron una idiosincrasia musical en la que la complicidad creativa es tan audible como la meticulosidad del fraseo y la importancia dada a la textura y al color de las voces y los instrumentos.

Tanto para las presentaciones en vivo como en el disco hubo una decisión de «ser totalmente autosuficientes», como dice Hugo. «Lo que queríamos era hacer todo nosotras, no depender de más nadie.» Y fue así que buscaron armar los arreglos de forma tal que pudieran tocar y cantarlos en vivo. Este aspecto es determinante en la sonoridad del grupo, en el que los roles que asume cada una de ellas van cambiando en cada canción. Honestamente, no es fácil seguirles la pista… ¿Quién tocaba el piano en «Los domingos»? ¿Quiénes las flautas en «Ana»? ¿Cuáles son las voces que se escuchan en cada verso del estribillo de «Andenes»?

Además de las presentaciones del disco, Travesía tocó en los frecuentes espectáculos compartidos que se organizaban, varios de ellos –en el estadio Franzini y el Palacio Peñarol– multitudinarios. Muchos músicos y músicas estaban en el exilio, y, para quienes estaban en el país, tocar en público y grabar implicaba atravesar el filtro de la censura. A pesar de que Travesía no tuvo ninguna de las canciones de su repertorio censurada, creo que estaba muy lejos de tratarse de una manifestación apolítica o alejada del contexto en el que solía tocar. Canciones como «Que la palabra», con letra de Cunha y música de Magnone, y «En este momento», de Bernardo Aguerre y Cabrera, tienen en sus letras (y podríamos decir que también en su música) un contenido cuya carga metafórica se camufla a oídos poco atentos. Según Magnone, «de repente la parte contestataria era estar en esos lugares». Hugo completa: «Formar parte era adherir desde ese lugar».

La decisión del nombre del trío fue unánime: Travesía. Palabra evocativa, cargada de imágenes, pero, para ellas, sobre todo una inspiración musical: Travessia, de Milton Nascimento, primer disco solista del compositor brasileño, que contiene una canción homónima. Fueron muchos viajes, Ingold volviendo de Europa luego de recibir la carta de Magnone, Hugo y Cabrera, que la impulsaban a venirse, que la música uruguaya la necesitaba. Dos días después de su vuelta, Hugo, Magnone e Ingold ya estaban ensayando. Suerte la nuestra que la convencieron, o suerte que ella decidió armar su mochila y largarse a las aguas de vuelta al paisito, que la esperaba.

El relanzamiento estará acompañado por una charla abierta a todo público, que se llevará adelante en el hall de Cinemateca el lunes 4 de abril a las 20 horas. Allí estarán las protagonistas de este disco y el músico y periodista Andrés Torrón, quien ofrecerá una charla sobre Travesía.

Artículos relacionados