Las armas y la libertad - Semanario Brecha

Las armas y la libertad

Sostener que los ciudadanos deberían tener un rápido y expeditivo acceso a las armas, reconocido como un derecho fundamental, ¿es una concepción de derecha, de izquierda, o ninguna de las dos cosas en particular?, se pregunta Aníbal Corti en la contratapa de esta semana.

Armas por Ombú.

El ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, volvió a generar irritación en las filas de su propio partido. El jueves de la semana pasada, durante una entrevista con el periodista Gustavo Vaneskahian en la televisión pública, sostuvo que la posesión de armas es “un atributo de la libertad”. Dijo además que la izquierda “hizo punta en eso de armar a la población para defenderse del fascismo” y que la gente debe estar armada para poder enfrentar, llegado el caso, “el despotismo y la tiranía”.

Previsiblemente, las palabras del ministro generaron malestar en su propia fuerza política. En una carta que remitió esta semana al periódico La Diaria, Fernández Huidobro se lamentó de que (en) una izquierda que, salvo el Partido Demócrata Cristiano, llamó a las armas, tuvo armas y las usó (…), que tiene al Che en el líving y las camisetas, respecto a este tema se hagan los ranas”.

En la entrevista televisiva que dio origen a todo el episodio, Vaneskahian le preguntó si él recomendaba a la población armarse y el ministro respondió que no hacía recomendación alguna. Sin embargo, agregó: “Si usted en su casa no está armado y viene alguien a intentar matar a sus hijos, quedó sin alternativa. Por lo menos trate de tener una alternativa”. También dijo que la población uruguaya ya había tomado una decisión con respecto a la tenencia de armas. Hay cierta evidencia que parece darle la razón al ministro en este último punto.

En 2007 el centro de investigaciones suizo Small Arms Survey estimó que en el mundo hay aproximadamente 650 millones de armas de fuego en manos de civiles. Según las estimaciones, que el propio centro admite que pueden ser imprecisas, Estados Unidos tiene holgadamente la mayor tasa media de armas de fuego en manos de civiles con 89 armas cada 100 habitantes. Le siguen Yemen (55), Suiza (46), Finlandia (45), Chipre (36), Arabia Saudita (35) e Irak (34). Inmediatamente debajo de Irak, casi con la misma tasa media de armas de fuego en manos de civiles, en el noveno puesto, está Uruguay (32). El top ten lo completa Canadá (31).

Un simple vistazo a la lista permite hacer algunas comprobaciones rápidas. Por ejemplo, que no hay una relación obvia y directa entre la tasa media de posesión de armas de fuego en manos de civiles y la violencia social. Países prósperos y pacíficos como Suiza (un homicidio cada 100 mil habitantes) y Finlandia (dos homicidios cada 100 mil habitantes) ostentan tasas de posesión relativamente altas, mientras que países desgarrados por la violencia, como Colombia (con más de 30 homicidios cada 100 mil habitantes) y El Salvador (con más de 40 homicidios cada 100 mil habitantes), presentan tasas mucho más bajas (seis armas de fuego en manos de civiles cada 100 habitantes en ambos casos).

Dos cuestiones debatibles quedan instaladas a partir de las declaraciones del ministro. La primera tiene que ver con la mera razonabilidad, en términos de sentido común, de su propuesta. La segunda tiene que ver con la evaluación de la misma en términos ideológicos. En lo que hace a la primera de las cuestiones, se ha dicho que sus ideas son descabelladas y peligrosas. En lo que hace a la segunda, se ha dicho que su propuesta es de derecha y conservadora. Hay que decir, en beneficio de Fernández Huidobro, que esta última crítica ha tomado más bien la forma de un ataque por asociación: su propuesta se parece mucho, tanto en las tesis como en los argumentos elegidos para defenderlas, a las ideas que promueve la derecha libertaria estadounidense. El ministro ha pedido que se le responda con mejores argumentos que la mera asociación con Donald Trump y la ultraderecha republicana, el Tea Party o la National Rifle Association, y algo de razón no le falta.

Sostener que los ciudadanos deberían tener un rápido y expeditivo acceso a las armas, reconocido como un derecho fundamental, ¿es una concepción de derecha, de izquierda, o ninguna de las dos cosas en particular?

La idea de una sociedad en que los ciudadanos armados controlan o mantienen a raya al Estado es una continuación natural de la idea de que los individuos tienen algo que proteger que el resto de sus congéneres, colectiva o individualmente, pueden verse tentados a quitarles por la fuerza. Este individuo, así concebido, es esencialmente un propietario. Y los demás individuos, antes que nada, son una amenaza potencial para sus propiedades, la primera y más importante de las cuales es su propia vida. Las armas resultan fundamentales, desde este punto de vista, en caso de que alguna de las amenazas potenciales se convierta en real.

El liberalismo, se ha dicho, es la filosofía de la desconfianza social. Se asienta en la idea de que los demás seres humanos son ante todo una fuente de peligros y sólo secundariamente una fuente de ayuda y de apoyo. La afirmación no hace justicia al conjunto del liberalismo, para empezar porque probablemente no describa correctamente ni siquiera las ideas del filósofo inglés John Locke (1632-1704), a quien los libertarios de derecha tienen por inspirador. Pero hace justicia, sin dudas, y describe correctamente la posición de una corriente dentro de la filosofía liberal que se remonta por lo menos a la escuela austríaca de principios del siglo XX.

¿Es de izquierda esa visión del mundo? La verdad es que nunca ha sido considerada como tal. Fernández Huidobro le dijo a Vaneskahian durante su entrevista de la semana pasada que se considera “medio anarco”. Hay que decir, sin embargo, que su anarquismo es de derecha. ¿Y es tan malo ser un anarquista de derecha? Esa, en todo caso, es otra discusión. Pero no deja de ser sorprendente que un ministro de un gobierno de izquierda tenga una filosofía de ese tipo.

Podrá objetarse que no es necesario ser un anarquista de derecha, ni mucho menos, para admitir el hecho trivial de que tener armas puede contribuir a la defensa de la vida y las posesiones de las personas. Es cierto. Pero si el ministro cree que el acopio de armas es una respuesta razonable a alguno de nuestros problema presentes o futuros, debería ser capaz de mostrar de forma más efectiva el vínculo entre el problema y la solución. Si es una propuesta no pragmática sino más bien ideológica, hay que admitir que es difícil de defender desde la izquierda. Y si es una propuesta no ideológica sino más bien pragmática, debería explicarnos por qué armarse puede llegar a ser una buena idea.

Pero el ministro no nos ha dado argumentos muy convincentes en ese sentido. Nos dice, por ejemplo, que una buena parte de la izquierda uruguaya llamó a armarse en los años sesenta. Lo dice como si hubiera sido una gran idea. Pero lo cierto es que la relación de la izquierda uruguaya con las armas en la historia reciente del país no se caracteriza precisamente por los éxitos ni por los aciertos. Fernández Huidobro forma parte de una izquierda que creyó que la violencia era una especie de catalizador de los procesos históricos: una izquierda que no se armó para resistir ninguna tiranía, sino para imponer el socialismo manu militari. Cuando la tiranía finalmente llegó, sólo una parte de la izquierda tenía armas. Y no sirvieron para nada. Fernández Huidobro habla de las armas como si hubiera encabezado una resistencia heroica. Pero no lo hizo. Y no entiende por qué los partidos que las empuñaron ahora las repudian. Quizás sea porque los militantes de esos partidos aprendieron una lección, que él parece empeñado en no aprenderse.

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