—¿Cómo nació la idea de hacer un encuentro de arpas?
—Empezamos a vincularnos con artistas de arpa uruguayos, que parece que no hay, pero están ahí, escondidos. El primer encuentro que tuve fue con María Fagalde, en Flores, que fue mi profesora de arpa. Después, a raíz de María, conocí a Ruth Vaucher, que vive en Paysandú. Ella tiene una escuela de arpa y dijimos «bueno, estamos nosotros tres, hagamos cosas». Y así fuimos construyendo la posibilidad de hacer este espectáculo. El título se refiere a la música del río porque en Paysandú es muy fuerte la influencia del arpa a raíz del trabajo de Aníbal Sampayo, que tocaba el arpa, y en la época de la dictadura muchos paraguayos pasaban por su casa y tocaban con él. Dicen que tenía como 20 arpas en su casa, de todos los paraguayos que se las dejaban. Por eso en Paysandú existe ese vínculo profundo con el arpa; se toca con ella música de Sampayo, del río Uruguay, que tiene el espíritu de sus paisajes, esa cosa litoraleña.
—¿Qué diferencia el arpa paraguaya de la europea?
—El arpa la trajeron los jesuitas para América. Empezó en Paraguay y luego se extendió a México, Colombia, Venezuela, Argentina, Chile, Perú. El arpa paraguaya se llama así porque mutó, los paraguayos le cambiaron el tamaño, le pusieron más cuerdas para tocar sus músicas. Así, la hicieron muy famosa.
—¿Y el tema de los pedales?
—Claro, justamente, el arpa paraguaya es un arpa sin pedal. El arpa con pedal se usa para la música clásica, erudita. La paraguaya es un arpa diatónica, que siempre está en el mismo tono. Ahora los instrumentos han evolucionado y a cada cuerda se le pone una llave que le sube medio tono, y eso permite tocar otras cosas, se ha modernizado.
—¿Cómo llegó a tu vida el arpa paraguaya?
—Mi madre es paraguaya, se casó con un duraznense, mi papá, y yo empecé tocando la guitarra y el clarinete, pero después mi madre me dijo: «¿Cómo que no tocás el arpa, si eso es lo paraguayo?», y, bueno, acá estoy.
—Tiene que ver con tu raíz familiar.
—Sí, exactamente. El arpa la conozco desde la panza de mi madre, me acuerdo de cuando íbamos a Paraguay y mi abuelo, antes de volvernos a Uruguay, venía a las cinco de la mañana con arpa y con guitarra, y nos cantaba serenatas. Era una costumbre ahí. Entonces, es un recuerdo que tengo desde siempre. Igual, lo que más me interesa de empezar a tocar el arpa es hacer canciones mías, milongas, cosas más de acá, lo que lo llama a uno de la tierra. Es una cosa de raíz y a su vez una cosa mía. Estoy investigando, haciendo canciones nuevas, con la idea de desarrollar el arpa en Uruguay.
—¿Cómo es la situación de las arpas en nuestro país?
—Es medio pobre. Para las orquestas con arpa de pedal, sé que para tocar llamaban a una mujer argentina, porque acá no hay quién toque. En la EUM [Escuela Universitaria de Música] pregunté y hay un arpa de pedal, pero toda rota. Pero con el arpa paraguaya, o sin pedales, hay más gente, porque hubo muchas migraciones de paraguayos y eso fue permeando. En el Cerro me encontré con una persona que toca el arpa porque justo había un artista paraguayo que se quedó años ahí y le enseñó… Pero están escondidos, es gente que toca en su casa. Por eso nos juntamos, para hacer un poquito de ruido, para ver lo lindo que suenan el arpa y la música nuestra tocada con el arpa. Es un instrumento que se presta mucho para la música folclórica, porque es como un piano de guitarra. Si vos abrís un piano y después mirás el arpa, tienen la misma forma, solo que el piano martilla las cuerdas y en el arpa las tocás con los dedos, entonces se amolda perfectamente a nuestra música. Pero también es superversátil: con Leticia Rodríguez Taborda, mi compañera, tocamos blues y otras cosas que no tienen nada que ver con el folclore, y está buenísimo.
—¿Cómo se va a desarrollar el encuentro?
—Vamos a tener tres secciones: la gente de Paysandú, de Rocha y de Montevideo. Y después, por supuesto, vamos a tocar todos juntos a tres o cuatro arpas, con guitarristas, acordeonistas y percusionistas. Hay mucho que se planifica, pero también hay muchos arreglos que los estamos haciendo esta semana, casi a último momento, porque la distancia geográfica nos impide ensayar mucho tiempo juntos. Pero aunque cada uno vino con su repertorio, también los mezclamos y vamos construyendo un sonido común: uno lleva la melodía, el otro rasguea, el otro hace firuletes, y así.
1. Podrá verse y escucharse hoy, viernes 8, a las 21 horas.