Si bien la oferta de actividades que DocMontevideo propone (instancias de formación, foros y talleres, pitching, entregas de premios) está más bien orientada a productores y realizadores, lo que más interesa al cinéfilo común es el puñado de documentales presentado en este ciclo,1 realizaciones personales de diferentes procedencias, con énfasis en la creación autoral. Un cine valioso, diferente y variado, que merece una atención detenida.
Mariana Viñoles es una de las documentalistas uruguayas más prolíficas, y toda una habitué de DocMontevideo –filmó cinco largometrajes en diez años, entre ellos Los uruguayos y Exiliados–. Esta vez estrena en este espacio El mundo de Carolina, una aproximación sencilla, de planos fijos que captan los diálogos (y los silencios) que entabla con la protagonista, una joven de 21 años con síndrome de Down. La respetuosa y cálida aproximación supone el descubrimiento de una vida cotidiana en la cual la independencia no parecería posible, pero en la que están presentes inquietudes y miedos plenamente compartibles. En cada encuentro, el expresivo rostro de Carolina se vuelve cristalino y deja traslucir sus sentimientos y temores, y la directora va paulatinamente estrechando su vínculo con ella. Motivada por una historia familiar propia (que se conocerá sobre el final del metraje), Viñoles orienta los diálogos hacia temas que ruborizan a Carolina, pero en ese nerviosismo demuestra que son asuntos cruciales en su vida: el amor, la sexualidad, la difícil decisión de traer hijos al mundo.
La notable Allende, mi abuelo Allende plantea desde el título un juego de palabras con el apellido del presidente chileno y el vocablo “allende” (“más allá”) y se trata de una búsqueda familiar por la cual la documentalista Marcia Tamutti, nieta de Salvador Allende (o de “Chicho”, como todos le llaman en la película) se plantea llegar al ser humano que se encuentra detrás de la leyenda, o mejor dicho, a ese otro Allende ni político ni mediático: el esposo, el padre, el abuelo en su vida cotidiana. Pero Marcia es muy consciente de partir desde terrenos particularmente escabrosos: los miembros de su familia, y especialmente su abuela y su madre (respectivamente esposa e hija de Allende), justo quienes lo conocieron mejor, son quienes menos quieren hablar al respecto. El documental supone el esfuerzo denodado de la directora para romper los tabúes y el muro de silencio construido en torno a su abuelo (y en torno a su tía, que también se suicidó cuatro años después del golpe), un recorrido en el que obtiene repetidos rechazos y regañinas. Pero aun así, con mucha paciencia, Marcia va ganando espacios, consigue obtener cada vez más recuerdos e información de sus allegados. ¿Cómo lo logra? Con amor, básicamente. Las cámaras dan cuenta de las atenciones que tiene ella con sus interlocutores, acercándoles fotos familiares que nunca habían visto, acariciándolos al hacerles preguntas difíciles, retirándose escrupulosamente cuando ellos, afectados, le piden por favor no continuar con la entrevista. El documental finalmente termina siendo no sólo un descubrimiento de nuevas dimensiones de la vida de Allende, sino además una forma de purgar tabúes y fantasmas, una vía para recuperar el diálogo; una terapia familiar.
Aun más imponente es El hombre nuevo, del gran Aldo Garay, película que será comentada con mayor detenimiento en este semanario en el momento de su estreno en salas. En esta oportunidad el foco de Garay se detiene en la llana fortaleza de un personaje entrañable: Stephanía Mirza Curbelo, una travesti nicaragüense que se desempeña como cuidacoches en Montevideo. La notable aproximación, finamente orquestada, cuenta en su equipo técnico con varios de los mayores talentos locales, y va agregando en su abordaje nuevos datos sobre el pasado de Stephanía, los que le van aportando al personaje mayores dobleces y una profundidad cada vez mayor. Pero además las cámaras la acompañan en un viaje mediante el cual se propone zanjar una deuda de su pasado y reconstituir sus propios lazos de sangre, en su Managua natal. Así, se presenta ante su familia (católicos evangelistas) ya no como el Roberto que ellos conocieron y que creían muerto, sino como Stephanía. En este proceso, momentos profundamente emotivos se alternan con tramos de una incomodidad mayúscula, con un montaje sobresaliente y notables hallazgos de archivo. Varias de estas escenas son inolvidables, y Stephanía quizá sea el personaje más memorable que nos haya presentado Garay en su cine (lo cual no es poco).
Por su parte La pasión de J L, del brasileño Carlos Nader, sustenta su historia en el diario íntimo hablado que grabó el pintor y escultor José Leonilson desde 1990 hasta 1993, año en que muere de sida. Con su voz en off estructurando el relato, el documental echa mano a videoclips, fragmentos de películas, materiales de archivo de noticieros que son comentados por el mismo Leonilson y lo ubican en su coyuntura, al tiempo que se alternan sus reflexiones con las obras que él mismo va produciendo. El resultado es un collage en el cual comentarios casuales sobre los acontecimientos políticos y sociales de la época se alternan con sentidas confesiones sobre la vida íntima y amorosa del artista, desde el miedo a la reacción de sus padres al enterarse de su homosexualidad, hasta el proceso por el cual el virus avanza en su organismo. Es sumamente interesante la aproximación a un personaje al que nunca se lo muestra físicamente, reduciéndose a una presencia constante aunque solamente audible, como si estuviera hablando desde un lugar ubicuo, o más allá de la tumba. El experimento audiovisual es notable, una brillante forma de hacer dialogar su obra con su vida, subrayando el momento histórico en que se inserta.
Este cronista no pudo ver Últimas conversas ni Correa, instantes de campaña. La primera de ellas fue rodada por el brillante cineasta brasileño Eduardo Coutinho, recientemente asesinado a puñaladas por su propio hijo. Precisamente los últimos diálogos frente a cámaras que el director entabló con jóvenes estudiantes fueron editados y transformados en un documental póstumo, montado por Jordana Berg (quien fue socia de Coutinho desde el año 2000 y que presentará la película) y producido por João Moreira Salles (autor de Santiago). En cuanto a Correa… se plantea el seguimiento al candidato Rafael Correa durante su campaña presidencial, antes de ser elegido como primer mandatario. Pero según se reseña, el director Tomás Astudillo expone una imagen de Correa inimaginable y ciertamente nada positiva, muy distante a su perfil público. De esta manera plantea una reflexión sobre la manipulación mediática, la construcción de un líder carismático, la demagogia y la exaltación popular.
1. Del 24 al 29 de julio en Cinemateca Pocitos, Sala Zitarrosa y Zavala Muniz.