«Libertad responsable» y vacunación masiva - Semanario Brecha
Lecturas de la pandemia

«Libertad responsable» y vacunación masiva

Apenas declarada la pandemia, el gobierno convocó a afrontarla con «libertad responsable»: cada cual se hace cargo del cumplimiento de los protocolos anticontagio, sin obligaciones ni coerciones. La oposición ha criticado esta postura, entendida como subsidiaria de una «ideología neoliberal extremista, que prioriza el déficit fiscal, exalta el Estado mínimo y apuesta al lucro de algunos».1 También se ha dicho: «El enfoque de la libertad responsable, muy coherente con la libertad de mercado […], encubre una mirada hemipléjica e interesada. ¿En qué? En preservar la economía. Que es loable si no fuera tan dogmática y sesgada. Porque el cierre total o parcial genera hambre, pobreza, desocupación y desamparo».2

Entretanto, la consigna del presidente Lacalle Pou parece haber sido entendida y aun aceptada por buena parte de la población. Esto se debe a que la noción de libre albedrío está incorporada al sentido común desde hace mucho tiempo. Dicha noción ya era familiar para nuestros ancestros europeos de hace 200 años. En cambio, nadie entendería esto del comportamiento responsable en la Europa medieval, donde primaban los imperativos de obediencia y sumisión a la autoridad del señor del castillo y del Señor de los Cielos. El derecho de las personas a disponer de sus vidas sin coacciones constituye un indudable progreso civilizatorio… a condición, claro está, de que el ejercicio de este derecho esté realmente al alcance de todas las personas y que los poderes públicos velen por su cumplimiento.

Todas las sociedades modernas –a excepción de un puñado de Estados teocráticos– se reconocen en el modelo del contrato social entre individuos libres e iguales ante la norma. Ignorantia juris non excusat: la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento; es esta una noción central del Estado moderno, que presupone individuos responsables de sus actos así como de las consecuencias de estos. La ley es abstracta, impersonal, ecuánime, neutra ante las diferencias individuales: es este, en pocas palabras, el modelo republicano de convivencia social que triunfó sobre el viejo paradigma feudal de comunidad. En el pasaje de comunidad a sociedad, de feudalismo a capitalismo, «el individuo fue dejado solo; todo dependía de su propio esfuerzo y no de la seguridad de su posición tradicional».3 La noción de libertad responsable está en clara consonancia con este proceso moderno de individuación.

A renglón seguido nos preguntaremos si la gestión del plan de vacunaciones es consistente con aquel concepto preconizado por el gobierno para enfrentar la pandemia.

Aquí y en casi todos los países, la campaña de vacunación masiva está en marcha a tambor batiente; el número de compatriotas que recibió la segunda dosis ya supera el millón y en el mundo se han administrado más de 2.000 millones de dosis.4 La vacunación se presenta como el único modo de enfrentar la pandemia con expectativas de éxito. Los medios, el gobierno, la oposición, las instituciones sanitarias, quienes se expresan en nombre de la ciencia comparten y proclaman esta convicción.

Las vacunas contra la covid-19 fabricadas en tiempo récord son aún experimentales; el monitoreo destinado a evaluar su eficacia y detectar todos los posibles efectos secundarios insume, al menos, cuatro años y, muy a menudo, cinco o más.5 ¿En qué se ha basado esta decisión inédita de comercializar vacunas aún no aprobadas? Una vez declarada la pandemia y la emergencia sanitaria, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó la conveniencia de autorizar su uso y los gobiernos del planeta entero adoptaron las recomendaciones de la institución mundial para la salud.6 Esta autorización se basa en la consideración de que «los beneficios conocidos y potenciales superan los riesgos conocidos y potenciales de la vacuna».7

Forzosamente, aún se ignora la eficacia última de las vacunas autorizadas así como todos sus efectos posibles; de no ser así, la distinción entre experimental y aprobada sería apenas semántica (significativamente, la confusión entre ambos términos es corriente en la prensa).8 ¿Qué se conoce respecto de las posibles limitaciones de estas vacunas? Antes de la llegada de las primeras dosis a nuestro país, el Ministerio de Salud Pública (MSP) se ocupó del asunto. El grupo ad hoc a cargo de la investigación contó con representantes de la Universidad de la República y del Grupo Asesor Científico Honorario. En informe del 2 de febrero de 2021 publicado por el MSP, se enumera «lo que no se sabe de las vacunas»: no hay garantías de eficacia para los mayores de 65 ni para los casos severos, no se sabe si impedirán la transmisión del virus, se ignora si funcionan para personas inmunodeprimidas; tampoco puede saberse la duración de la inmunidad, ni el comportamiento de la vacuna ante posibles mutaciones del virus, ni su poder de reducción de la contagiosidad de los infectados, ni los riesgos o beneficios en embarazadas así como en menores de 16 años.9 Nada de esto debería asombrarnos, dada la circunstancia –excepcional y sin precedentes– de que las vacunas comercializadas son experimentales. Lo que sí llama la atención es el silencio que guardan los medios –y, con ellos, todos los actores sociales arriba evocados– acerca de estas limitaciones.

Esta información oficial está disponible en la página del MSP y no ha sido actualizada desde su publicación, lo que sugiere vigencia. Pero es sabido que, por lo general, las personas no disponen de tiempo para investigar por sí mismas y tienden a confiar en lo que dice la televisión, en lo que informan las autoridades. Sería de esperar que, en un contexto de «libertad responsable», estos datos se difundieran con la mayor amplitud, de modo que cada cual decida vacunarse o no hacerlo a la vista de un conocimiento adecuado de lo que se sabe y de lo que no se sabe. Pero el discurso reinante es otro: hay que vacunarse, es necesario convencer a los escépticos o renuentes que aún quedan. Asimismo, el proyectado pase verde distinguirá a los vacunados de los no vacunados, y estos últimos podrán verse limitados en su movilidad así como en su acceso a ámbitos públicos. De pronto, el modelo de la libertad y responsabilidad individuales sucumbió ante exhortaciones monocordes al cumplimiento de un deber ético para con la comunidad: «Uruguay se vacuna», «Nos cuidamos entre todos», «#Yo me vacuno», etcétera. Los críticos o escépticos son tratados de «negacionistas» o «conspiranoicos», denostados, estigmatizados y virtualmente privados de acceso a los principales medios de comunicación (no es esta una originalidad local, pero limitémonos a hablar de nuestro rincón en el mundo). En tal contexto, prospera el cuestionamiento moral de quienes no son solidarios con sus iguales. La coerción social puede provenir de tu vecina, de tus viejos amigos o de tu propia familia. Poner el brazo a la jeringa ha pasado a ser la única opción responsable, vacunarse cobra dimensiones de deber patrio. ¿Acaso somos realmente libres de elegir entre la aceptación social y el rechazo colectivo?

En suma, la campaña de vacunación adoptó un modo de persuasión fundado sobre una –supuesta– verdad única, atemorizante y culpabilizante. El virtual silenciamiento de las limitaciones e incertidumbres de las vacunas lo delata. No hay «libertad responsable» si las opciones –vacunarse o no hacerlo– no son equivalentes; y es evidente que no lo son: la segunda aparece de más en más como éticamente reprobable.

¿A qué atribuir este singular fundamentalismo provacunación de resonancias tribales? La heterogeneidad social, política, ideológica o generacional de quienes la sustentan no habilita explicaciones fáciles. Pero ningún ensayo de respuesta a aquella pregunta debería soslayar una presencia fantasmal, helada e intangible: el miedo que paraliza al mundo entero. El actual temor al contagio es como la fría niebla invernal que se mete en todas partes y cala hasta los huesos. Tal parece que un excepcional concurso de circunstancias hubiera despertado miedos atávicos latentes en la memoria colectiva: la terrible gripe española de un siglo atrás, que mató no menos de 50 millones de personas, o, aún más lejos en el tiempo, la peste negra del siglo XIV, que arrasó entre el 30 y el 60 por ciento de la población europea. Aunque la letalidad de la covid-19 sea inconmensurablemente inferior a la de aquellas epidemias del pasado, el miedo es ciego e irracional por antonomasia.

La estrategia sanitaria anclada en el miedo es «terreno fértil para el pánico, predispone a la obediencia ciega y a la delación del transgresor, desestimula la solidaridad, invita a un “sálvese quien pueda” individualista e intolerante».10 Y todo esto opera como un ácido corrosivo para la convivencia humana.

Termino aquí con palabras tomadas de otra nota: «Debería primar una razonable desconfianza en vacunas cuyos fabricantes priorizan agresivas estrategias de mercado, ofrecen escasas garantías, retacean información amparándose en el secreto comercial, exigen al vacunado el consentimiento informado y gozan de plena inmunidad a reclamos ulteriores. Pero, ante la amnesia colectiva de episodios recientes de estafa mundial, la avasallante imposición de condiciones leoninas por parte de las farmacéuticas, los medios masivos que secretan un relato monocorde de temor, los gobernantes y los opositores mancomunados en la urgencia por vacunar, la sensatez se queda sin margen».11

* Doctor en Ciencias Sociales

1. Pablo Anzalone, «Pandemia: aciertos y errores, fundamentalismo y solidaridad», Crónicas, 28-V-21. Disponible en https://www.cronicas.com.uy/contratapa/pandemia-aciertos-y-errores-fundamentalismo-y-solidaridad/.

2. Milton Romani, «Odio y pandemia, un drama comunitario. La devaluación del yo», La Diaria,16-II-21. Disponible en https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2021/2/odio-y-pandemia-un-drama-comunitario/.

3. Erich Fromm, El miedo a la libertad(1941/1985), Planeta, Barcelona, pág. 82.

4. https://www.rtve.es/noticias/20210603/vacuna-coronavirus-mundo/2073422.shtml

5. https://www.vacunas.org/cuanto-tiempo-lleva-fabricar-una-vacuna-o-como-conseguir-lo-imposible/?print=print; https://www.abc.es/salud/enfermedades/abci-vacuna-hasta-aprobacion-tarda-entre-5-y-10-anos-y-coronavirus-estamos-hablando-1-202002010803_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

6. https://www.who.int/es/news/item/15-02-2021-who-lists-two-additional-covid-19-vaccines-for-emergency-use-and-covax-roll-out; https://www.infosalus.com/actualidad/noticia-oms-autoriza-uso-emergencia-vacuna-moderna-20210501085317.html

7. Estos son los términos en que se expresa la FDA estadounidense, institución oficial reguladora de medicamentos, drogas y vacunas; la OMS se ha pronunciado en este mismo sentido. Disponible en https://www.fda.gov/vaccines-blood-biologics/vaccines/explicacion-de-la-autorizacion-de-uso-de-emergencia-para-las-vacunas.

8. Apenas un ejemplo entre tantos. Véase el titular de esta nota, que en su cuerpo alude correctamente al ingreso de una nueva vacuna «a la lista de uso de emergencia de la OMS»: https://ladiaria.com.uy/coronavirus/articulo/2021/6/sinovac-se-convierte-en-la-sexta-vacuna-contra-el-coronavirus-aprobada-por-la-oms/.

9. https://www.gub.uy/ministerio-salud-publica/comunicacion/noticias/vacunas-contra-sars-cov-2-covid-19-aportes-para-consideracion-su-uso-uruguay

10. François Graña, «Pandemia, distanciamiento social y miedo al contagio», La Diaria, 3-II-21. Disponible en https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2021/2/pandemia-distanciamiento-social-y-miedo-al-contagio/.

11. François Graña, «¿Se puede patentar el sol?», Brecha,5-III-21.

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