—¿Por qué la Fundación Lolita Rubial les otorgó el premio Morosoli?
—Consideró oportuno reconocer el trabajo orientado a personas con discapacidad visual, que van desde quienes no distinguen el día de la noche a quienes perciben luces, formas, sombras y colores. Nos dieron el Morosoli institucional, que funciona como estímulo a la actividad cultural. Y vaya si funcionó: fuimos en barra a la ceremonia de premiación y nos acompañaron amigos y coordinadores de otros talleres. Fue muy emotivo.
—¿Cómo trabajás con los talleristas?
—Trabajamos juntas con Mónica y nos complementamos estupendamente. Interpretamos textos y alentamos la lectura; algunos talleristas escriben, y para ellos hay pautas específicas. Siempre les preguntamos, a todos, con qué se sienten más cómodos para leer, el sistema Braille o el macrotipo.
—¿Macrotipo?
—Letras de cuerpo 26, para personas con baja visión; últimamente varios dicen que la letra Verdana, en negrita, les resulta accesible; yo soy pésima, por ejemplo, en Braille, porque me alfabeticé de adulta en él.
—¿En qué leés?
—Computadora, mediante dos programas lectores de pantalla disponibles aquí en la Unión de Ciegos del Uruguay (Uncu), que funcionan con una voz sintética, digamos.
—¿Qué autores trabajás en el taller?
—Con Mónica somos ambiciosas, desde uruguayos hasta universales. Tratando de equilibrar hombres y mujeres, poesía y narrativa. Y regulando los contenidos, obviamente, en función de los participantes; si en su mayoría son nuevos, no comenzamos por Borges, sino por lo coloquial, el humor negro. Hemos dado autores japoneses incluso, y nos enorgullece decir que, a esta altura, traigas el autor que traigas, el taller funciona.
—¿Hay un objetivo o varios?
—En Uruguay debe de haber unos 150 talleres literarios, para todos los gustos. De escritura, escritura y lectura, sólo lectura. El nuestro comenzó animando a la lectura y fue incorporando a interesados en escribir. Como además es abierto, varias personas videntes pasaron por él, y una, Claudia, sigue con nosotros. Nos importan los vínculos, además de la literatura; que todos aprendamos a escuchar y a ser escuchados. Es algo útil para la vida, que la ceguera no enseña.
—¿No? Uno supone que, perdida la visión, los demás sentidos acuden de inmediato a compensarla.
—Hay mucho mito alrededor de la ceguera. La experiencia indica que la anulación de un sentido no potencia automáticamente a los demás; para lograr eso tenés que ponerlos a trabajar. Eso requiere voluntad, y ejercicio. La escucha es un ejercicio, más que una consecuencia. Tenemos un tallerista, ingeniero, que como no lee en Braille ni en macrotipo dice que es analfabeto (risas), pero tiene una escucha tan afinada que sigue perfectamente el hilo de cualquier relato.
—Comentaste que invitan a escritores…
—Sí, vinieron Elder Silva, Lía Schenck, Gonzalo Camarotta, Jorge Chagas, entre otros.
—Y tenés autores preferidos.
—Cortázar, Onetti, Borges, hace poco conocí a Iván Egüez, cuentista ecuatoriano, muy interesante. El cuento es el género más amigable, tanto para el taller como para mí; a las novelas las reservo para las vacaciones. Y a todo lo que leo lo clasifico: “esto sirve para el taller, esto no”; poder leer lo que nos gusta es todo un tema para nosotros. Este año con Uncu trabajamos junto al Parlamento para que Uruguay ratifique el Tratado de Marrakech, de accesibilidad a la lectura para discapacitados visuales, mediante la publicación de libros en formatos adecuados a ese fin. Uruguay está entre los 50 países que lo firmaron pero resta ratificarlo y reglamentarlo. Hay libros recientes, de poetas uruguayos, que me encantaría leer, además de a Clarice Lispector y Ana María Shua.
—La figura de coordinador de taller literario se acerca bastante a lo que hace un amigo lector cuando recomienda libros. ¿Por qué es necesaria?
—Nadie duda de que está lleno de grandes escritores que nunca fueron a un taller, pero eso no invalida la utilidad de un guía para quienes están buscando expresarse por medio de la escritura. Con la lectura sucede algo parecido. El coordinador es un catalizador y encauzador de inspiraciones, siempre que resista la tentación de moldear a las personas a su imagen.