El público, flor en mano, aguarda la entrada a Lo de Bernarda, por la calle Bartolomé Mitre1. Las campanas de la iglesia Matriz se confunden con la ambientación flamenca del espectáculo. La dueña de casa se asoma por una de las ventanas de Mandrágora e invita a entrar en su ámbito, ese recinto que a veces es cárcel y a veces convento, pero que aquí también se transforma en hotel de paso o boliche gay. Y es que esta propuesta presenta a una Bernarda trans, que problematiza y actualiza la cuestión de género. «Malditas sean las mujeres», se lamenta Magdalena, y la denuncia se resignifica en el contexto de esta interpretación: el drama de aquellas mujeres de los pueblos de España es también el de estas mujeres uruguayas. Distinto tiempo y espacio, pero el mismo agobio y sometimiento.
No es la primera vez que este clásico de Lorca es interpretado por un elenco local desde una perspectiva de género. En 2018, estuvo en cartel bajo la dirección de Virginia Ramos y con un reparto masculino en el que se destacó la actuación de Rafael Beltrán en la composición del personaje de Martirio. Durante la pandemia, en 2020, el colectivo Símil Teatro también realizó una interesante puesta a distancia, con los espectadores viendo la obra desde sus casas: una propuesta híbrida que articuló el fenómeno de la transmedialidad con lo teatral. Es que Lorca es un clásico que siempre vuelve e invita a las relecturas y los nuevos desafíos.
En esta oportunidad, el elenco está formado por actrices trans y artistas drag; Fabiana Fine (Bernarda) y Dulce Polly (Poncia) encabezan con acierto el reparto. Son dos nombres con trayectoria en el mundo del espectáculo y que sobresalen en esta puesta en escena. También vale la pena destacar la labor de Paola Braccio por su interpretación de María Josefa, la madre de Bernarda, aunque con menos apariciones que en el libreto original. El escote de su vestido de novia y su corona de flores valdrían la pena ser vistas en, por lo menos, una escena más, por ejemplo, cuando interactúa con Adela, su nieta menor. La más vieja y la más joven de la casa encarnan las únicas escapatorias para ese espacio de encierro: la locura y la muerte. De todos modos, el recorte que se hizo del texto original es muy eficaz, con fragmentos significativos que le permiten al espectador seguir el hilo argumental de La casa de Bernarda Alba. Pero, como adelanta el título, esta obra es otra cosa: es y no es el original lorquiano. Entre acto y acto, la versión incluye a dos nuevos personajes: Federico y Enrique Amorim, el escritor salteño con quien Lorca tuvo una íntima amistad. Sus diálogos, sus cartas, sus (des)encuentros en Uruguay, cuando el dramaturgo visitó Montevideo en 1934, alternan con la peripecia de estas mujeres.
El espectador no solo será testigo del drama, sino que por momentos será confesor, cómplice y hasta protagonista al integrar el duelo o al tener que hacer palmas para que las bailaoras lleven, con música y baile compuestos especialmente para la ocasión, los sonidos de Andalucía a la Ciudad Vieja. El aprovechamiento de un espacio escénico no convencional es otro aspecto a destacar, ya que el público es invitado a recorrer Casa Mandrágora, en la que cada habitación recrea los ambientes que domina esta mujer «mala, más que mala», con escenografía kitsch y aires de cabaret, en la que no faltan brillos ni lentejuelas. El vestuario es otro punto fuerte, no en vano este espectáculo multidisciplinario está bajo la dirección de Agustín Camacho; los atuendos fueron confeccionados en los cursos que dicta en el Centro Cultural Florencio Sánchez y en el Comcar, donde trabaja con la población trans. Fue allí donde surgió la idea original de este musical dramático. En suma, Lo de Bernarda es un proyecto ambicioso, llevado a cabo con mucha honestidad y creatividad, con un compromiso social y artístico que toma como excusa la voz de aquellas mujeres para denunciar las injusticias del presente.
1. Lo de Bernarda, en Casa Mandrágora (Bartolomé Mitre 1323), domingos, 20 horas. Entradas en Red Tickets.