Por más que la presente historia pretenda desarrollarse varios años atrás, no resulta muy creíble que alguien como el personaje central, un visitador médico uruguayo desempleado, decida irse a Barcelona –España ya no parecía la tierra prometida– a intentar seguir trabajando en el mismo ramo sin siquiera hablar catalán. No es ese el único rasgo inverosímil en un filme que, entre otras cosas, no consigue hacerle creer al espectador que alguien que se dice argentino luzca como recién llegado de este lado del charco, así como quienes salen a dar un paseo por la ciudad peninsular, sin automóvil a la vista, en escaso tiempo atraviesen sitios ubicados a considerable distancia unos de otros. Habida cuenta de tales tropiezos, todo rueda, sin embargo, bastante mejor cuando se apela a un naturalismo...
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