El viernes pasado, horas antes de que falleciese trabajando un muchacho de 24 años, un estudio confirmaba los números alentadores que se vienen dando sobre la disminución de los accidentes laborales sufridos por los más chicos. Claroscuros de una situación en la que los varones jóvenes siguen sufriendo el doble de accidentes que el resto de los trabajadores.
—Lo que oímos fue la explosión. Porque
fue así: explotó –dijo la responsable del carrito que vende hamburguesas,
chorizos y panchos en la esquina de Paraguay y 18 de Julio–. Y no salió en
ningún lado, ni en el 4, ni en el 10, ni en el 12 –añadió la mujer, con la
autoridad que le brinda el tamaño de la pantalla que tiene instalada en el
carrito–. Una vergüenza también la ambulancia. La desgracia fue a las doce
menos veinte, y a las doce...
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