Los espectros de Figari - Semanario Brecha
Cambios en la Escuela de Artes y Artesanías

Los espectros de Figari

Las autoridades de UTU dieron una provisoria marcha atrás a algunos cambios propuestos para la histórica escuela Pedro Figari. El tema no está laudado y estudiantes y docentes advierten por un posible desmantelamiento de la formación artística y artesanal, y de una concepción de la educación integral que ha regido a la institución desde su fundación.

↑ Aula de escultura en la Escuela de Artes y Artesanías, Dr. Pedro Figari / Héctor Piastri

A mitad de febrero los y las estudiantes y docentes de la escuela Figari advirtieron a la opinión pública sobre algunas transformaciones impulsadas por las autoridades de la Dirección General de Educación Técnico Profesional (DGETP-UTU) que, según su perspectiva, afectaban tanto el derecho al acceso a la educación de todas las personas como algunos de los aspectos fundamentales de la propuesta pedagógica de la institución. En declaraciones a La Diaria, Juan Pereyra, director general de la DGETP-UTU, aseguró que este año se abocarán a la reformulación de los cursos de formación profesional en artes y artesanías, y que «no dan ningún tipo de titulación para la continuidad educativa». Para integrantes del núcleo de la escuela Figari, esto anuncia el desmantelamiento de una propuesta educativa distinta y con mucha aceptación en la sociedad.

LA TREGUA

Los cambios impulsados por las autoridades fueron la eliminación del Bachillerato Figari –Talla en Madera, Técnicas de Terminación y Ornamentación, Pintura Artística, Escultura, Cerámica y Joyería– en el turno nocturno y la eliminación de los cursos de la Formación Profesional en Artes y Artesanías (FPA) –con las mismas especializaciones que el bachillerato en los turnos matutino y verspertino–, y también la noticia de que los adultos solo podían inscribirse en el turno nocturno.

El núcleo Figari de la Asociación de Funcionarios de la UTU salió públicamente a difundir los cambios y advertir lo que implicaban. Asimismo, el Centro de Estudiantes presentó una carta firmada por más de 140 estudiantes y convocó a una movilización el miércoles 22 de febrero, apoyada por los docentes y el personal de servicios de la escuela. Como resultado de las negociaciones, la DGETP anunció el miércoles que se suspendían provisoriamente las decisiones tomadas, esto es, la habilitación de los bachilleratos para el turno nocturno y de la FPA en los turnos matutino y vespertino, siempre y cuando los y las estudiantes certifiquen que no pueden concurrir al nocturno por distancia o por trabajo.

¿QUÉ TIENE DE NUEVO LA FPA?

La FPA surgió como una nueva opción en la escuela Figari cuando se modificaron los programas, en 2008, a partir de los cambios que proponía la nueva ley de educación (2006). La docente de cerámica Matilde Sotelo, entrevistada por Brecha, señala que los planes de 2008 y todos los planes de la escuela son elaborados por el cuerpo docente en su totalidad y coordinados con la inspección, y eso es un punto fuerte de la propuesta educativa, que está pensada en tramos que permitan seguir estudiando: «Son cursos que se desarrollan basados en la integralidad, no solamente en la transmisión y la producción de una técnica artística, sino que se complementan con otras áreas teórico-prácticas artísticas, como son el estudio de la forma, el dibujo, la historia del arte, y en el plan 2008 se integró el diseño digital, que era algo que los cursos viejos no tenían. La FPA apunta a la integralidad, no solamente a aprender el oficio, sino a tener una formación artística, humanística y científica más amplia. Para ponerte un ejemplo, contamos con un laboratorio de física y química».

Tanto la integralidad como el no expedir un título (que se señala como una debilidad por parte de las autoridades) parecen una herencia directa de los planteos educativos de Pedro Figari, como explicó a Brecha la docente de Historia María Battegazzore, autora junto con Nancy Carbajal del libro Pedro Figari, tradición y utopía (2010): «En la Escuela de Artes y Oficios, que había sido una especie de reformatorio donde iban los pobres y los infractores, con régimen de cuartel, Figari buscaba dar libertad en la educación. Esto incluye la idea de que no hay que dar exámenes ni poner notas, lo único que había que certificar era la asistencia; estaba en contra de los diplomas, de los títulos, de todo eso. Él rechazaba la idea de un entrenamiento técnico para un oficio, creía que el alumno tiene que ser libre de elegir la materia que quiera, que sienta que necesita y que la educación es a partir del trabajo.

Es increíble desde el punto de vista político, pero Figari coincide enormemente con las ideas de [Nadezhda K.] Krupskaia, que peleó toda la vida por un tipo de educación integral, con el eje en el trabajo productivo, no en una especie de trabajito decorativo, tipo manualidades». El intento de Figari fracasó, dice Battegazzore, «en parte porque los empresarios querían formar obreros calificados, y él proponía esta mirada integral».

La experiencia de la FPA explícitamente busca recuperar el pensamiento de Figari, así lo expresa la docente Matilde Sotelo. Tal vez sea el formato lo que hace que la FPA sea, junto con el bachillerato, una de las opciones que aportan más estudiantes a la escuela: representa dos tercios de los ingresos, en crecimiento desde su puesta en práctica, en 2009. Por año se inscriben entre 1.200 y 1.500 estudiantes en la escuela Figari. Para el sindicato, la desarticulación de esta opción y su sustitución por una serie de cursos anuales representan una casi segura pérdida de puestos de trabajo, pero, sobre todo, y es en lo que más ponen énfasis, el fin de una propuesta educativa distinta, en parte inspirada en las propuestas de Pedro Figari.

Otro aspecto que resulta interesante es que el bachillerato y la FPA comparten un tronco común de materias, por eso esta no representa un gran gasto para la institución. En diálogo con Brecha, Néstor Martínez, profesor de Talla y docente desde 1995, sostiene que ambas opciones «son parte del mismo combo», que implica la integración de jóvenes de más de 15 años al sistema educativo y de adultos que por distintos motivos no pudieron terminar el ciclo básico de enseñanza media. Y además porque la FPA tiene materias comunes al bachillerato (Taller, con una carga horaria fuerte, Forma, Dibujo, Historia del Arte y Diseño Asistido): «Nuestra experiencia es que la diversidad de edades, de formación, la relación de los adultos con los jóvenes han sido muy positivas pedagógicamente, por el intercambio entre generaciones y niveles culturales». Pero también concurren jóvenes que terminaron su formación, por ejemplo, que se vieron forzados a elegir a los 15 años y quieren aprender algún oficio vinculado a las artes y las artesanías, pero no necesitan el bachillerato (los requisitos para entrar a la FPA son ser mayor de 15 años y tener la primaria completa). Para Martínez, hay una «filosofía» en la actual administración que plantea que «el Estado ya cumplió con la gente que ha hecho el bachillerato y por lo tanto no tiene por qué hacerlo. Parece que, con esta filosofía, a la gente adulta, mayores de 30, no se la quiere tener en el sistema».

LA FIGARI

La educación técnica y profesional de la UTU cargó (¿todavía carga?) con una valoración negativa, que se consolidó históricamente en la oposición entre el trabajo intelectual y el manual. Entrevistado por Brecha, el profesor e investigador Jorge Bralich afirma que Uruguay «arrastra» desde principios del siglo XX «con dos educaciones medias, una educación intelectual, el liceo, y la educación técnica en oficios y profesiones, que sería luego la UTU. Tenemos esta división y nunca nos hemos planteado si tiene sentido. ¿Por qué el niño que sale de la escuela tiene que optar ya entre ir al liceo o ir a la UTU? Incluso en una época había una selección casi forzada, porque los maestros enviaban al niño al liceo si era aplicado e inteligente; si “no le daba la cabeza”, como decían, lo mandaban a la UTU a aprender un oficio». Esta forma de entender la educación técnica es contraria, coincide Bralich, a la educación integral que planteaba Figari, pero fue la que se consolidó históricamente en Uruguay y todavía está vigente, aunque no necesariamente es la más extendida o popular en la actualidad.

Los docentes de la escuela Figari concuerdan en que esa visión persiste. Ante la pregunta acerca de la carga negativa sobre la educación técnica, la docente Sotelo reflexiona: «En realidad, la UTU cargó con el estigma histórico de ser una educación empobrecida o para pobres, o para personas que no lograban hacer la educación secundaria, como si una fuera menos importante que la otra o de menor calidad». Sin embargo, apunta que se ha hecho un trabajo importante en las últimas décadas para «revertir esa noción y poner en valor lo que es la educación técnica, tecnológica y artística. El vasto espectro de formación que tiene la UTU, toda la modalidad “escuelas”, la agraria, el polo tecnológico, la artística, la de administración, comunicación, sector hotelería, con todo ese desarrollo, igual es una batalla que se tiene que dar permanentemente para no perder el foco. Siempre se habla de los sectores productivos en la UTU, pero la cultura también genera valor social, también genera trabajo».

Tanto Sotelo como Martínez apuntan en una misma dirección: la escuela no es «una fábrica de chorizos» ni se trata solamente de aprender y acreditar oficios. Los recortes y la reformulación que propone la administración suponen o pueden suponer pérdida de fuentes laborales, pero el centro, dicen los docentes, está en otro lado: en la desvalorización y el desmantelamiento de la formación artística y artesanal, de una concepción de la educación integral que, además, apunta a la autonomía y parte de otra pedagogía. La docente Matilde Sotelo lo resume de la siguiente forma: «El problema hondo es la intención de desmantelar la formación artística artesanal, que es productora de conocimiento y de bienes culturales; que en la escuela Figari, con toda su integralidad y todo lo que supone en diversidad y en integración de diferentes generaciones, haya cursos para todas las edades y los diferentes trayectos de formación es garante de derecho, y no solo del derecho a la educación, sino del acceso a todos los bienes y las formas de cultura».

La historia de los últimos tres años ha sido de recortes de grupos, horas y, ahora, de «reformulación». Sin embargo, la escuela Figari tiene una altísima demanda, las ferias crecen, sus egresados acumulan distintos reconocimientos y trabajan en el sector cultural (entre los datos, se destaca que los tres luthiers del SODRE son egresados de la Figari), y los docentes han desarrollado también varias iniciativas de actividades en el medio, en las que los y las estudiantes participan en proyectos comunitarios. No parece razonable en el corto y el mediano plazo llevar adelante acciones que sigan amenazando lo hecho y las posibilidades de la escuela Figari.

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