“Emboscada final”, una película dirigida por John Lee Hancock disponible en Netflix, vuelve a Bonnie y Clyde pero desde un ángulo distinto al habitual: los protagonistas no son los célebres ladrones, sino los dos policías que los persiguieron por las carreteras estadounidenses a inicios de la década del 30, interpretados por Kevin Costner y Woody Harrelson.
Bonnie y Clyde, enemigos públicos a inicios de los años treinta, son actualmente íconos populares. Ya en su época, la pareja de criminales hasta la muerte ejercía fascinación en las masas, representando brutalmente una serie de fantasías reprimidas y culposas que experimentaban los estadounidenses sumidos en la Gran Depresión, algo que le dio a su historia un lugar a mitad de camino entre Jack el Destripador y Robin Hood. Entre las incontables referencias en la literatura, el cine y la televisión –desde la canción “97 Bonnie and Clyde” de Eminem hasta la pareja de novios-psicópatas de la serie The End of the F***ing World–, cabe destacar la película Bonnie and Clyde (1967), de Arthur Penn, clásico del cine criminal y antecedente inmediato del boom hollywoodense de los años setenta made in Coppola, Scorsese y compañía. Penn echa mano al encanto generado por los criminales en una época de desencanto con los políticos.
La historia de Bonnie y Clyde parece ser un buen vehículo para dar cuenta de los tiempos que corren: si en 1967, entre la guerra de Vietnam y el Verano del Amor, la versión de Arthur Penn proponía simpatizar con los ladrones que le robaban a los banqueros, en 2019, después de todas las guerras y todos los veranos posibles, se impone el regreso a la ley y el orden. Hace cinco décadas era novedoso poner a los criminales en un pedestal, todavía estaban por venir los Corleone y los Montana para confirmarlo, pero hoy parece igualmente atrevido el movimiento contrario: poner a los representantes de la ley como los buenos en tiempos en los que el asesino-ladrón-psicópata cotiza al alza en taquilla. Eso es precisamente lo que hace el director John Lee Hancock en Emboscada final, largometraje recientemente estrenado por Netflix, en el que el foco ya no está puesto en la pareja de asesinos más cool de la historia, sino en la no tan cool pareja de policías veteranos que les dio captura, interpretados por un sólido Kevin Costner y un notable Woody Harrelson. El guion de John Fusco y la dirección de Hancock componen una lectura de época que derriba a Bo-nnie y Clyde de ese dudoso pedestal en el que han quedado en el imaginario colectivo y los revela más como asesinos a sangre fría que como vengadores robinhoodianos. En este caso, por una vez, los protagonistas son los tipos que cruzaron el país para detenerlos: Frank Hamer y Manny Gault, Costner y Harrelson, respectivamente, de quienes se proporciona una somera reseña biográfica al final. De Bonnie y Clyde se muestran apenas unos pocos planos y su presencia está dada, ante todo, por el fuera de campo y lo que otros dicen sobre ellos.
Emboscada final –el título original, The Highwaymen, es menos épico y más justo con la dinámica del filme, refiriéndose a los clásicos salteadores de caminos– es un policial de carretera con guion de manual y cinematografía clásica: cada línea de diálogo está en el momento justo, sin riesgos pero sin sorpresas, al tiempo que cada escena está pulcramente montada, con movimientos de cámara elegantes, locaciones visualmente muy atractivas y una especial atención a la decadencia del extrarradio sureño de la época, lo cual, sumado al papel de Harrelson como policía segundón, aporta cierto aroma de la primera temporada de True Detective. Este preciosismo narrativo y visual, sin embargo, convierte a Emboscada final en una película de a ratos acartonada. Es disfrutable porque está sólidamente construida y porque cuenta con muy buenas actuaciones –sobre todo la de Harrelson–, pero le falta algo, tal vez cierta imperfección que la vuelva más singular.