El presente trabajo documental, escrito y dirigido por Pablo Martínez Pessi, aparte del oportuno aprovechamiento de dicho registro –tomas de la llegada del histórico vuelo a Carrasco, del traslado de los muy jóvenes pasajeros a la sede de Aebu donde se les diera la bienvenida y los despidieran–, prolonga con adecuado criterio cinematográfico ese material con imágenes de aviones en pleno vuelo que, en otras instancias del desarrollo, obran a modo de unión con el resto de la evocación. La intención de tal evocación toma como punto de partida las declaraciones que seis de aquellos protagonistas efectúan, al recordar el episodio, más de treinta años después, cuando, además de las repercusiones afectivas que éste tuvo para ellos, se muestran o se traslucen asimismo las impresiones de quienes los recibieron, sin olvidar, claro está, la consideración de los que, desde el exilio, hacían también votos para volver apenas les fuera posible.
La película saca así a relucir tanto la emoción de los chicos que retornaban para compartir un cierto número de días con los queridos familiares cuyos rostros casi ya no recordaban como la extrañeza de quienes por vez primera pasarían a convivir con seres que no conocían y buscaban con toda lógica inspirarles cariño, así como de aquellos otros jóvenes viajeros ya habituados a crecer y educarse en otras tierras a las que deseaban volver cuanto antes, más allá de lo que pudieran desear sus ansiosos anfitriones. Sentimientos encontrados, entonces, y, por cierto, tan atendibles como entendibles que, sin proponérselo, muchos experimentaron en una convulsionada etapa de sus existencias. Sonrisas y lágrimas, dudas y confirmaciones, la seguridad de quienes recuperaban los lazos del pasado frente a la inseguridad del que comprobaba no saber ya adónde pertenecía… La lista puede continuar y Martínez Pessi le abre muy bien el camino a las plateas de hoy para pensar en este tramo no tan lejano de la historia humana uruguaya. Tal lo que inspiran los testigos y participantes del acontecimiento en imágenes –tomas realizadas en Bélgica o Italia se contraponen con las efectuadas en Montevideo– que los descubren donde ahora eligieron quedarse, y declaraciones que el espectador habrá de ampliar o completar con los relatos que él mismo ha oído o vivido en el transcurso de las últimas décadas de un país que, por fortuna, puede juzgarse como recuperado. Mérito del realizador, del fotógrafo Federico Moleda y del equipo de colaboradores, así como del sexteto de entrevistados donde hay lugar para alguien que todavía no sabe a ciencia cierta en qué lugar debería radicarse, resulta haber conseguido trasmitir buena parte de lo que antecede sin machacona insistencia, es decir, apelando a la sutileza y la discreción de quienes escuchan, observan y reflexionan acerca de hechos que sucedieron tan cerca de todos.