Los momentos - Semanario Brecha

Los momentos

Roberto Schettini (Montevideo, 1947) nos enseña el proceso de acercamiento y vínculo en más de 20 años de un ambiente familiar, el suyo, que va mudando, como van mudando las tecnologías que debe emplear para captarlo en fotografías.

No espere el visitante de esta exposición1 asistir a las grandes acrobacias de la imagen fotográfica: las tomas audaces, los contrastes sorprendentes, los grandes formatos, las historias dramáticas, la instantánea tomada en un momento y lugar precisos. O quizás sí lo último, pero sin la obsesión del esteta que sacrifica un estado anímico en el altar de la forma, pues estamos ante un álbum familiar, género que lejos de constreñir el enfoque de un fotógrafo profesional puede brindarnos más profundidad en el sentido –significado– de la fotografía. Roberto Schettini (Montevideo, 1947) nos enseña el proceso de acercamiento y vínculo en más de 20 años de un ambiente familiar, el suyo, que va mudando, como van mudando las tecnologías que debe emplear para captarlo, aunque el uso del trípode, las cámaras de formato medio y cierta actitud personal ante la toma parecen ser elementos o procedimientos que perduran. Esa falta de espectacularidad, de pose, de escenificación desmedida y de pictorialismos, se agradece en un género que debe su acierto a la franqueza en la captación del otro como “acto de presencia radical”, es decir, que incluso la puntería psicológica del retrato importa menos que la verdad incontrastable de la existencia del prójimo, de su corporeidad: estar allí compartiendo un momento, mil momentos, ser un hijo, tía, amigo, etcétera. La confluencia en el tiempo entre ciertos seres –y no otros– nunca deja de ser un misterio. Y la fotografía se encarga de evidenciarlo con la fría precisión de un bisturí. Observando estas imágenes nos olvidamos de las formalidades y nos buscamos a nosotros mismos en los gestos más o menos compartidos de la alegría, del afecto, del dolor (las ausencias también significan). Incluso nos vemos tentados a recordar cómo vestíamos, qué cosas hacíamos entonces, junto a quién estábamos (los registros están datados por estaciones, verbigracia, “Invierno, 1996”). Esta libertad que sentimos de ser nosotros ante la imagen detenida se relaciona más con la actitud y los temas abordados que con la destreza técnica, que, de más está decirlo, no deja de cumplir con los niveles de calidad de un fotógrafo que ejerce la docencia desde hace 25 años.

El tema es, una vez más, el tiempo. “Las tomas –dice Schettini– fueron realizadas durante momentos de disponibilidad de unos y otros, no son instantáneas.” En la búsqueda de esa autenticidad respecto al medio empleado, el autor ha tomado una decisión curatorial difícil. Un conjunto de imágenes, las digitales, que corresponden a los últimos años, se exhiben en una pantalla que las va “despachando” de forma regular ante nuestros ojos. A mi juicio esta opción conspira contra el tiempo de la fotografía y el género tratado. La fotografía en papel nos espera, no empieza ni termina. En el sector de la muestra que corresponde a la fotografía de película, en blanco y negro, volvemos a ella retrocediendo unos pasos para ver el detalle de los cambios fisonómicos de unos mellizos, por ejemplo, o la sombra de una mascota en la pared, como si hojeáramos viejos álbumes de tapas duras. Es cierto que ya casi nadie imprime las fotos digitales, ni siquiera para guardar en familia. Es un uso social en extinción. Pero no deja de ser un error. En esta muestra lo salva un catálogo con lujos de impresión que trae, además de las imágenes –ya sean las “viejas” en blanco y negro o las “nuevas” digitales y a color–, textos bilingües del autor, de Analía Piscitelli y de Juan Travnik.

1. De un momento a otro, de Roberto Schettini, 18 de noviembre de 2015 a 31 de enero de 2016, Museo Nacional de Artes Visuales.

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