Muchos lectores se desconcertaron al deslizarse por las páginas de Ni puedo ni quiero, el primer libro de relatos de Lydia Davis que publicó la editorial Eterna Cadencia en 2014, en una prístina traducción de Inés Garland. Entre una serie de microrrelatos, viñetas, listados y cuentos escritos «a lo Flaubert», aparecían allí algunas cartas que la autora originalmente remitiera a diversos destinatarios en la vida real y que, al ser apresadas entre las páginas de un volumen de ficción, pasaron a adquirir tal sustancia. Siete años después, la misma editorial dio a imprenta el no menos impresionante Ensayos I (en otra cuidada traducción, esta vez de Eleonora González Capria), en el que Davis dejó atrás su despliegue técnico con los textos acotados para afrontar con un personalísimo estilo –arbo...
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