Bomba Estéreo es una banda colombiana que se hizo famosa gracias al increíble tema “Fuego” del disco Estalla, que encierra una fuerza descomunal en ese doble estribillo que le pide a quien escucha: “Mantenlo prendido fuego, no lo dejes apagar”. Metáfora de resistencia y esperanza, la canción describe el espíritu de la banda: “Que aquí viene Bomba Estéreo/ viene con tó’/ champeta, reggae music, cumbia y folclor, ¡c’mon!/ que es un poder que es una bomba atómica/ un poco de folclor con música electrónica”. Muchos años de nuevas grabaciones y giras por todo el mundo han pasado desde ese primer hitazo, pero el lunes 26 de noviembre la banda se presentó en La Trastienda, de Montevideo, y demostró que sigue fiel a su espíritu de fiesta y desborde, que se trasmite gracias a un sonido realmente único.
Es difícil mezclar folclore con música electrónica y que la fusión se sienta como algo genuino. En Argentina ha habido buenos intentos (pienso sobre todo en esa gran banda que fue Doña María), pero no han tenido verdadera masividad. Sin embargo, lo impresionante de Bomba Estéreo es que al escucharlos en vivo el espectador parece estar viviendo una experiencia ancestral, pero al levantar la vista ve una máquina de samplers, un tipo tocando el bajo con un canguro y una gorra –el look más cool y hípster del mundo–, un moreno enorme tocando una gaita colombiana y un batero de batería americana que a los ritmos folclóricos les agrega piques de hardcore. Sin duda, la voz de Liliana Saumet es fundamental para lograr esa organicidad, esa conjunción mágica entre la raíz y la posmodernidad. No es que desafine, pero su timbre remite a una forma otra de la armonía, vinculada a lo ritual; es una emisión que puede asociarse directamente a un tipo de canto popular no refinado, como el de Petrona Martínez, por ejemplo. Cercano al grito, amigo de la repetición, su modo de cantar nos transporta a una naturaleza que está lejos de lo urbano, pero los sonidos programados, los solos de guitarra eléctrica y la mezcla juguetona de instrumentos combinan de forma deliciosa con el hecho de estar tocando en un boliche citadino, donde la gente se deja llevar por el baile para olvidar la pena cotidiana.
Tanto esa idea de que el “latinoamericanismo” es una cosa intelectual, vieja y gastada, producto de otra época, como esa otra idea –opuesta y complementaria– de que se trata solo de música “boba”, sin espesor ni complejidad, caen fulminadas al ver este tipo de espectáculos. La reverencia que estos músicos demuestran para con sus raíces musicales no sólo no les impide sonar como un producto completamente afín a su tiempo, sino que los potencia, dándoles la posibilidad de echar mano a los mejores recursos que esa base folclórica les ofrece: la incitación al baile, el afán de trascendencia, la opinión política. Tuvimos la suerte de verlos de muy cerca, y el nivel de intensidad, disfrute y energía que manejaron durante dos horas nos dejó boquiabiertos (y sudando a lo loco). Es una sensualidad del exceso, donde hay pájaros, frutas, mediación tecnológica y unos vestidos brillantes que le dan a Saumet la apariencia de una diosa, de una figura mítica indescifrable, que oscila entre una astronauta de La guerra de las galaxias y una sacerdotisa que emerge de la selva.
Bomba Estéreo se entregó con voluptuosidad extrema y una propuesta musical muy sólida y original. La banda hizo vibrar fuerte a una Trastienda sorprendentemente llena de gente hermosa de varias generaciones, que se sumó al swing con un entusiasmo, una alegría y un desparpajo realmente refrescantes. Parece que el público montevideano ya no es tan gris.