Malditas brujas - Semanario Brecha

Malditas brujas

El cardenal Daniel Sturla volvió a atacar el manual de la Anep para el abordaje de la educación sexual en inicial y primaria, porque la “orientación asumida por el material supone una imposición subrepticia”.

Sturla por Ombú.

La reacción tenía que llegar. Una llovizna impertinente de frases y adjetivos lapida los rostros y espíritus de las miles, mujeres en su mayoría, que el último 8 de marzo mostraron su rechazo –de siglos– hacia la violencia patriarcal y machista. Tantas mujeres no deben tener razón, en particular si son jóvenes y desenfadadas, si no encajan en los moldes opresivos de la obediencia, si disfrutan de la vida y de sus cuerpos.

Una mirada a vuelapluma de lo que sucede en la región muestra el tono de las reacciones. No sorprende que algunos connotados dirigentes de las “nuevas derechas”, tan parecidas a las tradicionales del sermón y la espada, utilicen los medios de comunicación para equiparar el aborto con los femicidios.

En plena campaña electoral, el candidato macrista en la provincia de Buenos Aires, Esteban Bullrich, hizo comparaciones indebidas en su campaña contra el aborto: “Ni una Menos si hay una beba adentro, porque también la estás matando”. ¿Serán equiparables los empalamientos de mujeres jóvenes en el norte argentino a la decisión siempre difícil de interrumpir el embarazo, que siempre deja secuelas en el alma y en el cuerpo? ¿Qué se busca con semejante comparación?

Días después otro candidato, pero del partido de Sergio Massa, descerrajó: “Creo que la mujer embarazada no es dueña de su cuerpo”. No tuvo la osadía de explicar quién debe ser el propietario (¿acaso el procreador?), cuando nuestras sociedades están atiborradas de padres ausentes y abandónicos que los estados no fuerzan a cumplir con los deberes de su paternidad. Que se sepa, no hay padres presos por no atender a sus hijos, aunque hay mujeres procesadas –y encarceladas– por abortar.

Mucho más lejos fue la diputada chilena Claudia Nogueira, del partido pinochetista Udi, quien votó en contra de la despenalización del aborto en tres causales, aunque reconoció haber abortado. Chile es uno de los nueve países en el mundo que criminaliza el aborto en todas sus modalidades, mérito que comparte con Ciudad del Vaticano, Malta, Nicaragua, El Salvador, República Dominicana, Honduras, Haití y Surinam.

La ley que se votaba proponía aceptar la interrupción del embarazo para evitar un peligro para la vida de la mujer cuando el embrión o feto padezca una alteración estructural congénita o genética de carácter letal, o cuando el embarazo es producto de una violación. Sin embargo, Nogueira afirmó que su aborto fue “por causa de salud materna”, un derecho que le negó a las demás chilenas que seguramente no pueden pagarse un aborto en condiciones de seguridad como el que ella misma se hizo.

LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO. El cardenal Daniel Sturla volvió a atacar el manual de la Anep para el abordaje de la educación sexual en inicial y primaria, porque la “orientación asumida por el material supone una imposición subrepticia”.

Para apoyar su tesis, Sturla comentó un fragmento del manual que llama a los docentes a “comunicar a las familias que la educación sexual es un derecho de los niños, niñas y adolescentes, por lo cual los padres no pueden permanecer indiferentes a dicho derecho, aun cuando no coincida con sus valores y creencias”.

Según dijo el sacerdote en su audición radial, el Estado debe defender el derecho de los padres a decidir sobre la educación sexual que reciben sus hijos. Por eso las autoridades no deben “ponerse en el lugar de los padres y darles a esos chicos una educación que no es la que su familia considera conveniente”.

El prelado criticó también la “ideología de género” que, en su opinión, es el fundamento ideológico de la propuesta de la Anep, y trajo a colación dichos del papa Francisco en los que asegura que la escuela les enseña que “cada uno puede elegir el sexo”. La razón de esa elección, según la máxima autoridad eclesiástica, se debe a que los libros de texto promueven una “colonización ideológica” que los impele a tomar ese camino.

Sturla fue más lejos que su santidad, al asegurar que la ideología que critica “no condice con la Constitución” y que puede llegar a “dominar en la educación afectivo-sexual de nuestros niños”.

Los que tenemos hijos sabemos que sería muy extraño que un adolescente optara por prácticas sexuales determinadas luego de leer un manual escolar o liceal, o de atender las recomendaciones de sus docentes o padres. Las más de las veces nos enteramos de sus prácticas después de cierto tiempo, porque, aunque a sus santidades les parezca pecaminoso, los chicos y las chicas no siguen prescripciones sino que atienden a sus deseos. ¿Debemos volver a reprimir el deseo, mortificando los cuerpos indóciles o irreverentes?

La tal “ideología de género” tuvo en el papa Benedicto XVI a uno de sus mayores detractores. Cuando fungía como cardenal, Joseph Ratzinger publicó el libro La sal de la tierra, en el que sostiene que el ser humano no debe rebelarse, sino acatar un supuesto mandato de la naturaleza. En su opinión, reconocer la libertad de elección sexual es tanto como pretender “liberar al ser humano de su biología”. En otros trabajos sostiene que la ideología de género pretende que el hombre (se debe suponer que el concepto las engloba a ellas) se libere de las “exigencias de su propio cuerpo” y se construya a sí mismo como “un ser autónomo”.

Una de las mayores ofensivas en esta dirección es la que viene realizando en Brasil la llamada Escuela sin Partido, que establece una clara diferencia entre educar e instruir. En su página web (escolasempartido.org/) señalan que el profesor debe trasmitir conocimientos de forma neutra, porque la educación es responsabilidad de la familia y la Iglesia, mientras los profesores deben limitarse a instruir (La Jornada, 29-IX-16).

En ese sentido, hablar de los derechos de las mujeres o de los femicidios es tanto como imponer una “ideología de género” en las escuelas. Todo lo que sea desviarse de la asignatura se considera adoctrinamiento, que podría ser tipificado –en virtud de lo que defiende el movimiento en Brasil– como crimen de “acoso ideológico” y abuso de autoridad.

Esta concepción del mundo considera que los alumnos no tienen capacidad para formar sus propias convicciones y que deben estar sujetos a la autoridad paterna, eclesial o de docentes “instructores”. Son fieles al concepto de creatura, que defiende fervorosamente Ratzinger, definido como niño de corta edad o “persona adulta que deja ver la ingenuidad o inexperiencia propias de un niño”, según la acepción de la Real Academia.

Hay que entender a los curas, antes que juzgarlos. Los seres humanos somos como niños, seres incompletos que deben ser llevados de la mano por los que saben. Por eso la imagen del rebaño y del pastor ha calado tan hondo en esa colectividad. Al no ser seres completos y conscientes de nuestros actos, no podemos ser autónomos, ni disponer de nuestros cuerpos, ni tomar decisiones importantes en nuestras vidas sin el concurso de guías espirituales.

Si las “exigencias del propio cuerpo”, como aduce Ratzinger, me inducen a prácticas sexuales diferentes a las que ellos consideran adecuadas, el único camino es la confesión y el consejo del sacerdote.

Alguien puede pensar que se trata de un intento nostálgico de retornar a un orden perimido hace ya mucho. En tiempos de honda confusión y de cambios imprevisibles, las instituciones que son abandonadas por millones de fieles intentan meterle miedo al rebaño para paralizarlo, que es el mejor camino para salvaguardar los privilegios terrenales de los iluminados que saben mejor que nosotros lo que son nuestros deseos más íntimos.

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