El coche pasa casi rozando entre dos gruesas moles de cemento de un metro de alto. Un pequeño error de cálculo y la chapa terminaría estropeada. “Por aquí no pasa el caveirão”, dice alguien, en referencia al vehículo blindado construido especialmente para que la Policía Militar entre en las favelas. “Tampoco pasan los patrulleros”, festeja un tercero. La entrada a la Comunidad Chico Mendes en el Morro de Chapadão, zona norte de Rio de Janeiro, está restringida para los cuerpos represivos.
Subimos ladera arriba por calles estrechas y bien pavimentadas, entre viviendas sencillas pero cuidadas. En minutos llegamos al local del Movimiento de Comunidades Populares (Mcp), una enorme puerta de hierro al lado de un pequeño y prolijo almacén que vende alimentos y productos de limpieza. “No vendemos...
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