Seth Rogen y James Franco tienen una película para estrenar esta Navidad, The Interview. La historia trata de dos periodistas que consiguen una entrevista con el mismísimo “Mini Me” oriental, el inclasificable líder norcoreano Kim Jong-un. La Cia se interpone, y la entrevista se transforma en un plan para asesinarlo.
El estudio de Hollywood que la produce es Sony Pictures Entertainment.
Hace unos días su red informática se vio infectada con malware (“programa malicioso”) por un grupo que se dio a conocer como #Gop (Guardians of Peace), lo que generó un escándalo de proporciones bíblicas: archivos borrados, cinco películas a estrenarse, guiones y un plan de guerra de los estudios contra Google filtrados en la web. También un intercambio de mails entre la copresidenta del estudio, Amy Pascal, y Scott Rudin –productor de Sin lugar para los débiles y La red social, entre tantas otras– en los cuales no se salvó nadie, desde Adam Sandler hasta Barack Obama. Todos los días parece haber un capítulo nuevo.
Los dedos señalan entonces a un culpable: el gobierno de Corea del Norte, que se vio tan ofendido por la película que ridiculizaba a su líder supremo, quien supuestamente decidió contraatacar. Si bien Kim admitió la ofensa enorme que representaba el filme para ellos, Corea del Norte negó las acusaciones. El Fbi entró en la investigación, pero hasta ahora no se ha podido encontrar al culpable.
En los acalorados mails en los que Rudin y Pascal se echaban culpas en relación con la biopic de Steve Jobs cayeron Angelina Jolie –“una mocosa malcriada con mínimo talento”–, Adam Sandler –“continuamos estancados con las películas mundanas y poco originales de Adam Sandler”–, y tildaron a Leonardo di Caprio de tener una conducta “despreciable”. Hubo también chistes sobre Obama y sus preferencias cinéfilas –12 años de esclavitud y Django Unchained, por si se lo preguntaban–. Terminaron pidiendo perdón.
No faltaron tampoco las acusaciones cruzadas y cuestionamientos ante los medios sobre si era correcto publicar la información privada y robada. El New York Times, Variety y The Hollywood Reporter confirmaron que Sony los presionó para que no divulgaran más información, y que los amenazó con tomar acciones si lo hacían.
El haqueo a Sony no descubrió nada nuevo. A nadie debería sorprender el tono y el contenido de las expresiones vertidas por los empresarios de Hollywood. Si bien los nombres de las estrellas de cine que se vieron involucradas fueron el centro de atención, el ataque genera otras preocupaciones. No sólo la información personal de los magnates y estrellas salió a luz, sino también los nombres de todos los empleados del estudio y sus familias, sus datos personales completos, direcciones, números de la seguridad social e historial médico, entre muchas otras cosas.
En un mundo en el que cada vez se problematiza más la privacidad en Internet, la mayor base de datos personales del mundo –gracias Snowden–, y en el que estamos empezando a aceptar que los límites de la propiedad privada no existen, quizás sólo nos queda encogernos de hombros y resignarnos a que ya no hay marcha atrás.